“La evaluación no debe ser un proceso de señalamiento, deberá siempre realizarse para satisfacer las necesidades de mejora del personal”, escribe Claudia Ochoa Millán, coordinadora del doctorado en Evaluación Educativa de la Universidad Anáhuac México.
Una de las principales actividades que realizamos los seres humanos todos los días es la evaluación, seleccionamos sin pensar diferentes objetos, buscamos lugares dónde vivir de acuerdo a nuestros gustos y posibilidades, evaluamos la calidad de nuestros alimentos, de nuestros autos, de la escuela a la que ingresarán nuestros hijos, mientras más importantes sean las decisiones a tomar a partir de este proceso, buscamos más fuentes de información para tener la certeza de que la conclusión a la que lleguemos será adecuada para el momento en el que nos encontramos.
A menudo el foco de nuestra evaluación no es un objeto, es un sujeto y este tiene un nombre, una historia, una familia y el resultado de nuestra evaluación tiene consecuencias graves en su vida. Sin embargo, es necesaria. La evaluación es el medio más adecuado para conocer en qué estamos fallando y en qué estamos bien. Es la posibilidad de mejorar a partir de reflexionar sobre los resultados y tomar decisiones tendientes a la mejora.
Cuando así sucede, y aunque así no suceda, este mecanismo deberá llevarse a cabo de una forma ética. La evaluación lleva siempre un componente moral que viene de la subjetividad que entra en juego cuando se trata de personas.
“La evaluación no es el simple hecho de asignar una calificación, implica llevar a cabo un proceso ético, honrado, responsable y justo”
La evaluación puede llegar a entenderse como el acto de poder. El evaluador se encuentra siempre en una posición superior al evaluado, y es solamente cuando se presenta de manera legítima, es decir, cuando el evaluador es reconocido como tal por el evaluado que este poder debe ser ejercido.
El problema del poder ilegítimo es que los resultados del proceso no tendrán un significado aceptable para el evaluado y no tendrá valor alguno. Sin embargo, aun cuando el poder sea legítimo, la evaluación deberá conducirse con ética y responsabilidad.
Es importante reconocer que la evaluación tiene consecuencias más o menos graves en la vida de las personas, y esto es casi siempre ignorado por el evaluador. No se trata solamente de conducirse de manera correcta a partir del sentido común o de la observación que se hace de las conductas del propio grupo.
Los códigos éticos del evaluador implican a menudo una conducta justa, imparcial, libre de sesgos, de discriminación sin que influyan en él, la subjetividad de sus propios prejuicios y pensamientos acerca del contexto en el que se encuentran, sin embargo, aunque la evaluación requiere de tomar distancia y observar desde lejos, en ocasiones el evaluador ha de responder para dar su propio juicio de valor a las circunstancias del contexto.
“La evaluación debe convertirse en un proceso continuo de reconocimiento y mejora dentro de las organizaciones”
Dicho lo anterior, es necesario explicar que la evaluación para el proceso de mejora requiere no solamente quedarse en los indicadores preestablecidos, ver un poco más allá.
Mirar más allá, implica para el evaluador, eliminar ideas preconcebidas, observar con otra visión el fenómeno evaluado. Permitirse la libertad de ver al otro como persona para ayudarle a dar ese paso más que requiere para enriquecerse desde la introspección que realice el evaluado a partir de su evaluación.
Recordemos que los resultados influyen directa o indirectamente en la vida de otros, y que aun y cuando no sean favorables debemos presentarlos con objetividad, pero sin frialdad, mostrando los errores, pero también los aciertos. La evaluación no debe ser un acto de señalamiento, deberán siempre realizarse para satisfacer las necesidades de mejora del personal de la empresa o de los alumnos o del contexto en el que nos desempeñemos.
La evaluación no es el simple hecho de asignar una calificación, la evaluación implica llevar a cabo un proceso ético, honrado, responsable y justo que promueva la participación de todos los implicados para que se convierta en un proceso continuo de reconocimiento y mejora dentro de las organizaciones.
Por: Dra. Claudia Ochoa Millán, coordinadora del doctorado en Evaluación Educativa de la Universidad Anáhuac México.
Con información de Forbes México.