NEGOCIOS. 1. Tengo que caer bien. Estas personas se aseguran de que todo el mundo esté contento, especialmente con ellas. Le dan gusto a la gente, aún a costa de sí mismos. No se enojan con facilidad y actúan como mediadores para conservar la paz cuando surgen conflictos. ¿Su desventaja? Tienden a evitar la confrontación, por lo que se callan cosas que hace falta decir. Siguen el consejo de “si no tienes nada bueno que decir, entonces no digas nada”.
2. Tengo que estar cómodo. Buscan seguridad en el trabajo y evitan los riesgos. Se contentan con ir a trabajar todos los días y hacer bien sus labores. Son confiables y predecibles. Por lo general, son los menos estresados de la compañía. No esperes que se esfuercen demasiado, no les gusta hacerlo. No responden bien a la presión ni a las fechas límite que les parezcan imposibles.
3. Tengo que tener la razón. Los abogados litigantes son dignos representantes de esta categoría. Se trata de personas con opiniones y convicciones firmes, que defenderán sus ideas a muerte. Por eso, estudian bastante para respaldar sus puntos de vista. Lo más importante es que se les perciba como inteligentes. Su gran inconveniente es que pueden ser de mente cerrada y se niegan a considerar otros puntos de vista. Les cuesta trabajo crecer porque siempre necesitan tener todas las respuestas.
4. Tengo que ganar. Lo más probable es que detrás de todo negocio exitoso encuentres un “tengo que ganar” a la cabeza. Piensa en Steve Jobs y Bill Gates. Poseen el impulso y la tenacidad para ser los mejores, los más grandes o los más ricos. Con frecuencia son cuestionados porque no hacen las cosas como la mayoría de la gente. Pero, ¿cuál es su debilidad? ¿Has escuchado el dicho que afirma que “el fin justifica los medios”? Algunos “tengo que ganar” harán cualquier cosa para llegar a la cima.
¿Qué es la Personalidad según la Psicología?
¿Cuál es la definición de personalidad en el ámbito de la psicología y cómo nos describe?
Muchas veces oímos a la gente comentar sobre otros: “tiene mucha personalidad”, o “le falta personalidad”. Pero, ¿sabemos qué es realmente la personalidad? Primero de todo deberemos diferenciar entre el hecho de tener mucho carácter y lo que realmente es la personalidad.
La personalidad es un constructo hipotético que inferimos de la conducta de las personas. Comprende una serie de rasgos característicos del individuo, además de incluir su forma de pensar, ser o sentir. La psicología de la personalidad se ocupa de estudiarla.
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Personalidad: ¿qué es?
La personalidad engloba una serie de características comunes incluidas en sus diferentes definiciones. Se trata de un constructo hipotético inferido de la observación de la conducta. Es decir, pensamos que “X” persona se comporta de “X” forma porque así es su personalidad, o porque así es ella.
Dicho constructo no implica connotaciones de valor, sino que más bien recoge una serie de elementos relativamente estables y consistentes en el tiempo, llamados rasgos. Además, incluye otros elementos como cogniciones, motivaciones y estados afectivos.
La personalidad abarca tanto la conducta manifiesta como la experiencia privada de la persona (sus pensamientos, deseos, necesidades, recuerdos…). Se trata de algo distintivo y propio de cada persona, pues, aunque existan algunos “tipos de personalidad”, lo cierto es que cada persona es única, como también lo es su personalidad.
Por otro lado, refleja la influencia en la conducta de elementos psicológicos y biológicos de las experiencias. La finalidad de la personalidad es la adaptación exitosa del individuo al entorno.
Definición
Existen muchas definiciones de la personalidad, y una de las más completas es la de Bermúdez (1996), que la define como una “organización relativamente estable de características estructurales y funcionales, innatas y adquiridas bajo las especiales condiciones de su desarrollo, que conforman el equipo peculiar y definitorio de conducta con que cada individuo afronta las distintas situaciones”.
No debemos confundir esta definición de la personalidad, con las frases hechas que cotidianamente usamos, como “Fulanita tiene mucha personalidad” o “Fulanito no tiene personalidad”. Aunque puedan relacionarse ambas ideas, no es exactamente lo mismo.
Cuando usamos estas frases nos estamos refiriendo (o imaginando) a personas con un carácter fuerte o con las ideas muy claras; es decir, utilizamos la personalidad como sinónimo de carácter. Incluso, si matizáramos más aún, veríamos que el carácter es un constructo más biológico o innato; sería como la manera en la que una persona reacciona habitualmente frente a una situación.
Por contra, cuando hablamos de alguien “sin personalidad”, pensamos en personas con las ideas poco claras, con falta de iniciativa, influenciables o incluso dependientes. Es decir, atribuimos no tener personalidad a la falta de ciertas características que no siempre tiene que tener una persona para que sigamos considerando que tiene una personalidad u otra.
Todo esto forma parte del lenguaje común o de las expresiones verbales; no podemos considerarlo erróneo propiamente dicho, pero sí que es cierto que no coincide con el concepto de personalidad que aquí estamos describiendo.
Así, vemos como la personalidad en realidad es mucho más que “tener o no carácter”, y que además engloba muchas características de la persona: incluye su forma de pensar, de sentir, de comunicarse, de vivir, de emocionarse, etc.
Psicología de la personalidad
Esta disciplina se encarga de estudiar el efecto de las diferencias individuales en personalidad sobre la conducta. Está formada por tres tipos de modelos teóricos:
1. Modelos internalistas
Establecen que la conducta está determinada básicamente por variables personales, que constituyen un predictor válido de dicha conducta.
2. Modelos situacionistas
Consideran que las causas de la conducta son externas al individuo (paradigma mecanicista). Ponen el énfasis en la conducta, que es importante en sí misma y que es producto del aprendizaje.
3. Modelos interaccionistas
Determinan que la conducta es el resultado de la interacción entre variables situacionales y personales. Estos modelos superan el reduccionismo de los anteriores, se trata de una “mezcla” de los dos.
Rasgos
La personalidad permite construir una identidad propia y adaptarse al mundo y al entorno. Caracteriza a las personas y las hace únicas. Incluye rasgos tanto positivos como negativos (o más bien, considerados socialmente así), como por ejemplo la empatía, la solidaridad, la ira, el optimismo, el pesimismo, la alegría, el malhumor, la sinceridad, la honestidad, el rencor, etc.
También podemos hablar de “rasgos” de personalidad; los conjunto de rasgos comunes constituyen los diferentes tipos de personalidad. Así, podemos hablar de personas con tendencias depresivas, personas dependientes, y hasta un sinfín más.
Es decir, la personalidad está formada por los rasgos que definen a la persona. Ésta es bastante estable en el tiempo, así como transituacionalmente (en diferentes situaciones), si bien es cierto que con matices, ya que hay situaciones más extremas que otras, y que pueden llevar a la persona a comportarse de maneras nunca pensadas o nunca antes vividas.
Trastornos de personalidad
Cuando los rasgos de la persona son extremos, disfuncionales, normativamente desviados o desadaptativos, se considera que la persona tiene un trastorno de la personalidad (siempre deberán consultarse los criterios diagnósticos de los manuales de referencia).
Estos rasgos deberán ser estables en el tiempo, así como predominantes; además, suelen generar malestar en la persona,.
En el DSM-IV-TR (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) se describen y caracterizan un total de 10 Trastornos de la Personalidad.
- Bermúdez, J. (2003). Psicología de la personalidad. Teoría e investigación (vol. I y II). Madrid: UNED