La agresion, una fuerza al servicio de la vida

Fin de año nuevamente, tiempo de reflexión, tiempo para cerrar y abrirnos a lo nuevo, tiempo de buenos deseos y de nuevos propósitos. Este ha sido un año de celebraciones, de retos, de sobrevivencia.
Año del Bicentenario, del Centenario, ¿Síndrome de aniversario? ¿Será que cada 100 años nos toca vivir una guerra a los mexicanos? Parece que sí, estadísticamente esto es significativo, podemos ver que acontecimientos traumáticos vividos se repiten, tal vez en contextos diferentes pero con el mismo común denominador: violencia, lucha de poder, pérdidas $$, muertes.
Este es un buen momento para preguntarnos cómo cada uno de nosotros generamos el caos vivido, siendo espectadores y partícipes de conflictos personales, sociales, políticos como la criminalidad, la impunidad, la corrupción, la guerra contra el narco, tendencias suicidas, drogadicción, desastres naturales, tal vez más que antes en la historia moderna estamos confrontando situaciones antes no vividas y no podemos permanecer impasibles mientras la realidad se derrumba más y más.
La vida se encarga de darnos lecciones y cada conflicto nos puede llevar a elevar nuestro potencial para ser mejores personas, siempre y cuando haya una revisión y cambio, para poder desenraizar el origen de la propia violencia.
Esta es cada vez mayor: violencia en la familia, violencia en las escuelas, violencia en el trabajo, violencia en la sociedad, violencia contra el medio ambiente, violencia como fuente de entretenimiento, un problema muy complejo que amenaza con seguir invadiendo nuestra vida. Aparentemente son pocos los que dañan, los que roban, los que tranzan, malversan fondos, consumen drogas, matan, pero no estamos teniendo en cuenta la “autodestrucción”, “la violencia casera”, “el terrorismo familiar”.
La causa que nos altera seguro está dentro de nosotros mismos y no afuera, el lugar donde se origina la violencia es en cada uno de nosotros y si no hacemos esto consciente no podremos romper el círculo vicioso que nos atrapa en una sociedad donde el respeto por la vida es visto con cierto desprecio.
La fuerza agresiva al servicio de la vida.
Pocos términos en la ciencia han sido sujetos de mayor controversia que el de la agresión y la violencia. El ser humano tiene la dotación biológica, psicológica, conductual y cultural tanto para ser benevolente, altruista y amoroso como para ser violento y destructivo.
La conducta agresiva está relacionada con la conservación de la especie y la preservación de la vida; es un instinto innato necesario para existir, pero dirigida hacia otros y liberada sin conciencia se convierte en violencia y lleva a la destrucción. La ira fácilmente se hace cómplice de la soberbia, transformando por completo a la persona.
La lucha de Poder, también es la lucha por la sobrevivencia, en su estado natural pero llevada a extremos se convierte en el “triunfo de nadie”, ya que en la lucha de poder, todos pierden. Lucha de poder en la pareja humana, lucha de poder dentro de las familias, lucha de poder en el trabajo, lucha de poder en la política, lucha de poder en los grupos, parece que vivimos confrontados unos con otros, pugnas, conflictos, discusiones, rebeldía extrema, vivimos en contra de todo y a favor de nada y esto jamás nos llevará a resolver nuestros conflictos.
Durante “la lucha de poder”, los más débiles son los que pierden, en un matrimonio los hijos son los sacrificados, en la política, a veces sucumbe el bien de todo un pueblo. La lucha de poder es el camino de la soberbia y el orgullo, el extremo opuesto es el camino de la humildad, aquí se le ve al otro y se le reconoce, se renuncia al triunfo y a ser inocente, a la aplicación del poder, aquí actúan las fuerzas pacifistas y sanadoras, actúa una fuerza que lleva a la reconciliación y hacia el reconocimiento y el respeto mutuo.
La misma fuerza que sirve para destruir sirve para crear.
Otra fuerza limitante es la apatía, trastorno afectivo que se caracteriza por la disminución de la capacidad de reacción y expresión afectiva, impasibilidad de ánimo, indiferencia de las personas a su entorno y acontecimientos que la rodean. Aquella persona que cae en apatía deja de actuar casi por completo y mientras más personas coexisten en una situación de emergencia, menos tendencia mostrará para ayudar; esto es lo que estamos haciendo como sociedad, nos quedamos sin actuar ante los acontecimientos, esperando que lo resuelvan otros.
En estos tiempos de reflexión, de nuevos propósitos, son tiempos de actuar, necesitamos dejar de considerar la violencia como algo externo y ajeno a nosotros y darnos cuenta que nuestro comportamiento ejerce influencia en todo el medio ambiente. Necesitamos tomar responsabilidad de lo que a cada uno nos toca, empezando por aceptar nuestra propia violencia, la lucha de poder y la apatía que vive en nosotros y hacer algo en consecuencia como dirigir nuestra fuerza agresiva y ponerla al servicio de la vida, para movernos a la creación, a la generación y distribución de la riqueza, interna y externa, pues si es bien canalizada se convierte en una fuerza productiva.
Necesitamos también rescatar los valores superiores, los valores universales, necesitamos fomentar la paz y el respeto a la vida humana y la de todos los seres sensibles. Requerimos generar espacios de paz, es tiempo de despertar y asumir la responsabilidad de vivir, usando el dialogo para vencer las rivalidades, alimentar nuestras relaciones humanas con valores de actitud.
LA PAZ, significa la reunificación de los opuestos, el reconocimiento por ambos lados del daño ejercido, la paz expande las fronteras personales y dentro de estos nuevos límites permite la diversidad tanto como la singularidad personal y colectiva.
La paz inicia en el alma, pasa a la familia y cuando es así puede extenderse a grupos y contextos más grandes. El verdadero bienestar de la vida se logra con buenas relaciones, con la fuerza que da la conexión, la unión, el amor que une e integra y lleva a crear nuevos y mejores estilos de vida. Cerremos el año y que vivir con tolerancia, comprensión, flexibilidad, comunicación, escucha, aceptación, sean algunos de nuestros buenos propósitos para el año 2011.
*Gabriela Loría Moguel. Psicoterapeuta Gestalt. Terapeuta familiar sistémica y de pareja. Especialidad en adicciones, codependencia y adolescencia. Master en PNL. Consteladora certificada por el Instituto Hellinger Landshut de Alemania. Directora del Centro de Estudios y Terapia Humanista Saaskun, S.C. [email protected] www.saaskun.com