Una forma común de reducir gastos es hacer las cosas uno mismo. Siguiendo esta estrategia muchos emprendedores y freelancers deciden llevar su propia contabilidad, realizar sus declaraciones al fisco, o generar sus propios contratos. Pero, ¿qué tan recomendable es esta estrategia? ¿Qué es lo que en realidad se está ganando? Y subrayo que no usé la palabra “ahorrando” ya que no es el dinero el único recurso que se está poniendo en juego.
Dos conocidas decidieron independizarse abriendo sus respectivos negocios. Sabiendo que los trámites ante Hacienda son gratuitos y que la autoridad fiscal pone a disposición de la población el servicio – también gratuito – de asesoría fiscal, una de ellas decidió ahorrarse los honorarios de un contador y presentar sus declaraciones fiscales por su cuenta, estudiando las leyes fiscales y consultando sus dudas en foros en Internet.
La otra, en cambio, buscó los servicios de un contador cuyos antecedentes, actitud, experiencia y honorarios se le hicieron adecuados, enfocándose entonces a poner en práctica su plan de negocio, a negociar mejores precios y condiciones con sus proveedores, a especializarse en sus servicios y a incrementar su cartera de clientes, con el resultado de que se incrementaron sus ventas sin que se incrementaran de forma proporcional sus impuestos gracias a la estrategia fiscal que le recomendó el contador.
Un buen asesor sabe que no le puede enseñar a su cliente como gestionar su negocio, pero sí le puede aportar un enfoque distinto e imparcial.
La primera emprendedora invirtió su tiempo, con lo cual ganó ahorrarse los honorarios del contador, cumplir con el fisco y experiencia en el ámbito fiscal.
La segunda invirtió tiempo y sus redes de conocidos, ganando cumplir con el fisco, fortalecer sus relaciones comerciales, incrementar sus ventas, especializarse en su negocio… y ahorrarse impuestos gracias a la asesoría de un experto en temas fiscales, cuyos honorarios se vieron compensados con el incremento de su eficiencia comercial y los ahorros fiscales que obtuvo.
El anterior es un ejemplo de por qué enfatizo la importancia de plantearnos qué estamos ganando. Vivimos una época donde la competencia se ha incrementado en prácticamente todos los mercados ya que no sólo debemos competir con aquellos vecinos que han apostado por poner un negocio del mismo giro que el nuestro como ocurría a nuestros padres y abuelos.
Hoy la globalización ha llevado a casi cualquier rincón del país a empresas nacionales, grupos transnacionales y franquicias quienes son contra los que ahora debemos competir, sin contar la creciente oferta tanto en productos como en servicios que tienen nuestros clientes a través de Internet, con el cual se derriban distancias, intermediarios y barreras geográficas de manera que en algunos casos no competimos con alguien que ofrece sus productos o servicios en nuestra misma colonia, sino con alguien que vive a cientos o quizá miles de kilómetros de distancia.
Esta competencia exige que, además de en la calidad de nuestro producto y servicio, nos enfoquemos en tener un diferencial de valor: un “algo” que haga que nos diferenciemos de esa competencia y que brinde a nuestros clientes un valor agregado, el cual no encuentran en las otras opciones, y que nosotros le brindamos como parte de nuestros servicios.
Cada esfuerzo que conlleve el consumo de tus recursos (dinero, tiempo, conocimientos) debes evaluarlo con base a cuánto te ayuda a volver más eficientes tus procesos, en cómo te ayuda a mejorar la calidad de tus productos o servicios, o en qué valor agregado brinda a tus clientes.
“Emprender es como aprender a conducir: la teoría es importante, pero haces la diferencia con la práctica”. Antoine Kerfant
Ante la aseveración anterior, ¿cómo se ve beneficiado tu cliente porque te especialices en temas fiscales, legales, publicitarios o de protección patrimonial? Cierto que tú reduces costos, pero el tiempo (y dinero) invertido en investigación, capacitación y en la prueba-y-error, no hace que tu negocio le brinde a tu cliente algo que haga que te prefiera sobre tu competencia.
¿Qué hacer entonces? ¿Abrir la chequera y empezar a repartir el dinero que tu negocio te brinda? En definitiva no. No se trata de descapitalizarte. Más bien la idea es tener una estrategia que te permita ir subiendo al barco a los diferentes asesores que requiera tu negocio conforme los necesites:
*Identifica cuales son las actividades que tu negocio necesita para su administración y logística pero que no tienen relación directa con la satisfacción de tu cliente. Algunos ejemplos comunes son la contabilidad, cálculo de impuestos, nómina de empleados, gestiones legales, envíos de productos, estrategia de seguridad patrimonial (seguros) y estrategias de diversificación financiera.
*Identifica el perfil de los asesores que podrían ayudarte a cubrir esas actividades llegado el momento. Los asesores de cabecera que la mayoría de los negocios llegan a necesitar son: contador (para servicios administrativos y fiscales), abogado (para servicios de gestión legal), agente de seguros (para la seguridad patrimonial de tu negocio), y experto en Tecnologías de la Información (para lo que tiene que ver con aplicaciones y redes de comunicaciones). Agrego a un asesor financiero, no tanto por tu negocio en sí, sino para el momento en que los ingresos que éste te brinde sean tales, que te convenga implementar una estrategia de diversificación de tus inversiones.
“Puedes hacer cualquier cosa pero no puedes hacerlo todo”. David Allen
*El siguiente paso es identificar a los asesores en sí. En general, entre mayor experiencia y conocimientos tengan, mayores son sus honorarios, por lo que el reto es encontrar asesores donde podamos equilibrar experiencia y honorarios. Si tu negocio está comenzando, normalmente tus requerimientos no serán aún muy complejos, por lo que lo recomendable es ubicar a un asesor que también esté comenzando y con el cual puedas llegar a una alianza estratégica de manera que crezcan juntos. Nota importante: que esté comenzando no significa que no tenga experiencia. Lo ideal sería alguien que haya trabajado en alguna firma pero que se haya independizado o esté en camino de independizarse.
*Más allá de cuándo los necesites, establece con tus asesores una relación que crezca y madure con el tiempo. Llamadas ocasionales, invitaciones a tomar un café… Déjales conocer tu intención de establecer la alianza estratégica que mencionaba en el punto anterior y compárteles la visión de tu negocio. Con algunos empezarás desde un inicio (el contador) y otros se irán sumando poco a poco, siendo lo importante que tengan experiencia en tu nicho de mercado y que sepas que puedes confiar en ellos.
*Ten en cuenta que no a todos los asesores se les paga de la misma manera. Usualmente el contador cobra sus honorarios de forma mensual debido a que su trabajo es continuo en el tiempo, mientras que a un abogado se le contrata por el trámite que se requiera realizar. Considerando lo anterior establece como parte de tu planeación financiera el pago del contador como parte de tus gastos fijos, pero crear una provisión (ahorro) para el momento en que necesites al abogado (como para registrar tu marca o registrar tu contrato de servicios ante la autoridad).
*Y para concluir, ten en cuenta que los servicios que te pueden brindar tus asesores no tienen por qué contratarse al mismo tiempo. En vez de ello, contrata sus servicios conforme los necesites y en base al plan de crecimiento de tu negocio.
Con los puntos anteriores podrás concentrarte en tu negocio con la confianza de que tienes a un experto cuidando cada bastión de tu retaguardia, sin que esto signifique un despilfarro de tus recursos tan duramente ganados. Como dice la sabiduría popular, “zapatero a tus zapatos”.