“Se ha creado un primer mundo en la periferia del tercer mundo y un tercer mundo en el corazón del primer mundo”. Thomas Piketty
Desigualdad extrema. Es de sorprenderse que México es la décima tercera economía del mundo, por arriba de España y Rusia, sin embargo, ¿en dónde está esa riqueza mexicana? Veamos: el 48% de las escuelas públicas no tienen acceso a drenaje y 60% no tienen computadoras que funcionen. En México, sólo un escaso grupo selecto de multimillonarios acumulan una riqueza del Producto Interno Bruto (PIB) Nacional. Sin embargo, la mitad de los mexicanos (el 54,4% de la población) vive en pobreza.
En términos de renta y capital, se encuentra concentrada en un grupo reducido de personas que se han beneficiado del poco crecimiento económico del que ha gozado México en las últimas dos décadas. Así, mientras el PIB per cápita crece a menos del 2% anual (se estima 2.5 para 2016 según Banco de México) la fortuna de los 16 mexicanos más ricos se multiplica por cinco.
En un estudio elaborado por el economista mexicano el Dr. Gerardo Esquivel Hernández, reveló que en el año 2014, 85 personas alrededor del mundo poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial. Para enero del 2015, el número se había reducido a 80.
El Dr. en economía egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México y con estudios de posgrado por la Universidad de Harvard, señala en su investigación que hay 53.3 millones de mexicanos viviendo la pobreza y solo el 1% de la población tiene el 43% de la riqueza del país; esta cifra se denota en aumento ya que en 1996 y de acuerdo con la primera lista publicada por la revista Forbes, en ese entonces había 15 mexicanos con fortunas superiores a los mil millones de dólares, apenas uno más que hace casi dos décadas.
Lo que sí ha cambiado y de manera muy significativa, es la importancia y magnitud de la riqueza de nuestros multimillonarios. Mientras que en 1996 las fortunas de esos 15 equivalían a $25,600 millones de dólares, las de los 16 mexicanos más ricos en 2014 equivale a $142,900 millones de dólares.
Desigualdad extrema. Ya lo decía el economista y filósofo alemán Karl Marx en su estudio “El Capital” (1894), quien estimó que el sistema capitalista desaparecerá debido a que su tendencia a acumular la riqueza en unas pocas manos provocaría crecientes crisis debidas al exceso de oferta y a un progresivo aumento del desempleo.
Para Marx, la contradicción entre los adelantos tecnológicos y el consiguiente aumento de la eficacia productiva y la reducción del poder adquisitivo que impediría adquirir las cantidades adicionales de productos, sería la causa del hundimiento del capitalismo.
Esta estimación ya lo ha señalado recientemente Thomas Piketty en su nuevo libro, “Capital en el siglo XXI” en el cual hace un trabajo para centrar la atención sobre el crecimiento de la desigualdad en las últimas tres décadas en todos los países desarrollados y resalta que el 1 por ciento de la población es cada día más rico.
Advierte el potencial riesgo de que aumentará aún más en los próximos años si no se hace algo para frenar esta situación, la cual amenaza con hacer retroceder al mundo al siglo 19.
Piketty aborda un punto básico muy simple y es que cuando la tasa interna de retorno sobre el patrimonio es mayor que la tasa de crecimiento, se acelera la concentración de la riqueza; es decir, aunque se tiene inversión productiva a tasas atractivas, no se refleja un aumento en la producción de bienes y servicios, aunado que el sector terciario representa la mayor parte del PIB y el subempleo constituye un problema estructural en la región de América Latina. Piketty señala que sólo la productividad de los trabajadores de bajos ingresos puede ser medidos en forma más transparente y objetiva.
Desigualdad extrema. “Se ha creado un primer mundo en la periferia del tercer mundo y un tercer mundo en el corazón del primer mundo”.
El capital en el siglo XXI ha despertado animadas polémicas en prácticamente todo el orbe, en parte por reintroducir entre académicos, políticos, comentaristas y público en general la preocupación sobre las desigualdades sociales; así mismo por su propuesta de establecer políticas fiscales de alcance global que moderen la disparidad, impuestos a la riqueza y a la herencia, para que gobiernos y sociedades combatan de manera frontal el flagelo de la desigualdad.
Y claro está, la desigualdad limita el crecimiento económico del país, y por tanto su futuro. Los salarios promedios no crecen, la pobreza persiste pero la fortuna de unos cuantos sigue expandiéndose. Sabemos que en las últimas tres décadas la política de salarios mínimos en México ha actuado como parte de una estrategia de contención de la inflación, ello ha tenido un efecto en el poder de compra que ha disminuido drásticamente, creando un boom de desigualdad.
En su estudio Piketty, señala que la productividad de las personas con altos ingresos es más difícil de medir y muchos de estos salarios son en gran medida arbitrarios pues constituyen el reflejo de una “construcción ideológica” más que de mérito propio.
Estos altos salarios generan distorsiones que a la larga culminan en crisis económicas, como por ejemplo los aguinaldos de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que para trabajadores de salario mínimo le tomaría más de 500 años juntar esa cantidad.
Como consultor independiente considero que nuestros representantes, diputados y senadores debieran promover leyes que:
- Implementen cambios en la política salarial y laboral del estado mexicano, fomentando salarios suficientes con límites de pagos a las cuotas del seguro social para el no uso de outsorcing;
- Establecer más y mejores mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, haciendo públicas las declaraciones fiscal y patrimonial;
- Conseguir que el presupuesto de egresos se destine a la educación, la salud y el acceso a servicios básicos y no otro tipo de gastos sin retorno social, sancionando efectivamente cuando esto no ocurra;
- Impulsar una revisión de la política fiscal, para hacerla verdaderamente progresiva, justa y equitativa. Se trata de recaudar para financiar la inversión pública en educación, salud, seguridad y justicia. Para ello deben hacer que pague más quien más tiene (multimillonarios y grandes corporaciones).
Desigualdad extrema. Es hora de cambiar las reglas del juego, tanto económicas como políticas, que benefician a unos cuantos. La desigualdad se puede revertir a partir de la colaboración entre actores políticos, sociedad civil y sector privado. México necesita un gran pacto nacional por la IGUALDAD en donde la acción de la ciudadanía es clave para la construcción de un Estado más eficaz. México necesita un Estado que trabaje para los muchos y no para los pocos. Reducir la desigualdad en México tiene sentido para garantizar el futuro de todos.
FUENTES:
- FMI, “Las Mayores Economías del Mundo”, abril 2015
- OXFAM (2015), Recientes Censos Económicos SEP-INEGI, oxfammexico.org.
- CONEVAL, (2014);“LapobrezaenlapoblaciónindígenadeMéxico2012”,ConsejoNacionaldeEvaluacióndelaPolíticaSocial,Pobreza: Una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene al menos una carencia social (en los seis indicadores de rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación) y su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias
- Esquivel, Gerardo, Reporte Desigualdad Extrema en México publicado por OXFAM, México 23 de junio 2015.
- Piketty, Thomas (2014) “El capital en el siglo XXI”, Primera edición 2014, Fondo de Cultura Económica.
- CEPAL et al. (2013); ¨Trabajo decente e igualdad de género. Políticas para mejorar el acceso y la calidad del empleo de las mujeres en América Latina y el Caribe”, CEPAL/FAO/ONU Mujeres/PNUD/OIT, Santiago, Chile.