Diario de Campo: Tulum

A Moisés Chim, mi amigo, el  sacerdote que le habla a Dios por el celular.

 
Hace más de 135 años el lugar era defendido por una mujer.  Ella, la sacerdotisa del poblado, perdió a dos de sus hijos combatiendo contra las tropas yucatecas de Daniel Traconis durante la Guerra de Castas.  La patrona del santo murió en los montes cercanos cuando, junto con unas decenas de hombres fieles, era perseguida por tener como causa un mundo propio. Hincada, de hinojos ante la santísima cruz, María Uicab expiró mientras lloraba por sus hijos y por la derrota que vendría treinta años después.
En este bello sitio, enmarcado por el mar y la selva,  las primeras piedras pegadas con argamasa se colocaron en los días del año 564.  Dicen que los mayas de ese entonces llamaron originalmente al lugar “Zamá”.  Nadie sabe quien lo rebautizó como muralla o cerca o Tulum. Lo cierto es que, a la vista de los conquistadores españoles, el lugar era, en 1518,  “un pueblo o aldea tan grande que la ciudad de Sevilla no podría parecer mayor ni mejor”, así escribió el cronista Juan Díaz.
Las contínuas insurrecciones de los indígenas en las encomiendas, y más tarde los ataques piratas a la escasa población española de la región oriental y sur de la Península, aunado a las malas condiciones ambientales, permitió que escasos grupos de mayas continuaran habitando y observando sus antiguas tradiciones en los alrededores de Tulum, según lo anota Stephens hacia 1843.
Lo anterior lo reafirma un estudio realizado por Renée Petrich, “después de la conquista española, Tulum tuvo hasta los años treinta del siglo XX, un fenómeno de sístole y diástole en términos de su población.  En algunas ocasiones el lugar era poblado y luego, por diferentes circunstancias, se despoblaba. Fue a partir del  censo de 1921 cuando Tulum aparece dentro de la categoría de “montería chiclera” con una población de 175 habitantes. Desde ese momento sabemos cómo se ha comportado el crecimiento poblacional del asentamiento, hasta llegar a sus actuales 18 mil habitantes”.
En 1900, un año antes del fin oficial de la Guerra de Castas, Tulum es ocupado por los soldados federales y su población se dispersa entre Chunpom y San Antonio Muyil.   Años más tarde, en 1915, una epidemia de viruela diezma a los mayas insumisos que se habían refugiado en los montes cercanos.   Esta mortandad es interpretada por el profeta y sacerdote Florentino Cituk como un castigo del “santo” por no haber continuado la guerra contra las huaches.   Así de grande eran los rencores y los odios.
Entre 1911 y 1937, Tulum recibe la visita de nuevos e ilustrados extranjeros: arqueólogos, príncipes, científicos, funcionarios de gobierno, saqueadores, políticos y espías norteamericanos.  En este período, la bella playa ubicada junto al Castillo ve desembarcar a William Parmelée, Sylvanus Morley, Samuel K. Lothrop, Thomas Gann, el Príncipe Guillermo de Suecia, Gregory  Mason, Charles Lindbergh, Luis Rosado Vega, Miguel Angel Fernández y el General Lázaro Cárdenas,  entre otros.
Luego, en 1972 se construye la carretera número 307 que comunica a Puerto Juárez, y se inicia el arribo de los primeros turistas.  El cambio inició a partir de entonces.
Para empezar, la población maya originaria del poblado, que para 1980 todavía representaba una mayoría en el asentamiento, es aceleradamente desplazada por la inmigración de otros peninsulares, mexicanos y extranjeros. Actualmente, los mayas nativos sólo representan el 5% del total de habitantes del lugar. Su única presencia en la comunidad está dada por el mantenimiento de su sistema religioso, por algunas posiciones administrativas en la Alcaldía y por el control y uso de la tierra.
El acelerado crecimiento del fenómeno turístico en Tulum en los últimos diez años ha significado que el modelo de desarrollo adoptado se base en el máximo de ganancias a costa de los recursos naturales, históricos y humanos, lo que produce una sociedad dual y problemas en un consensuado ordenamiento. Específicamente, los conflictos se presentan en los terrenos de la identidad, en la destrucción de la economía tradicional, en el deterioro social y en la especulación del suelo.
En el aspecto del patrimonio histórico, existe una afectación del sitio arqueológico, debido a que la capacidad de carga está rebasada.  Encima de ello, se percibe un  desconocimiento y falta de conciencia de los valores históricos y arqueológicos que permitan la conciliación de intereses y planificación de acciones que aprovechen el patrimonio histórico común.
En noviembre del 2004, el Ayuntamiento de Solidaridad presentó un Plan Director de Desarrollo Urbano de Tulum.  Es un instrumento de planeación y de política pública de desarrollo.  A partir de este Plan se podrían tomar decisiones trascendentales para una comunidad que llegaría a tener 400 mil habitantes en el 2025. Hoy se está en los prolegómenos para la aprobación de este Plan, pero existen problemas.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y varios grupos de ambientalistas se oponen a que se otorgue  un uso de suelo TH3 (Turístico Hotelero con una densidad de hasta 15 cuartos por hectárea)  en la parte norte de la poligonal del Parque Nacional Tulum.  Cabe señalar que, dentro de esta poligonal, se sobrepone la Zona de Sitios y Monumentos Arqueológicos.  De aprobarse el Plan, dicen los ambientalistas, se violaría el Programa de Ordenamiento Ecológico Territorial del Corredor Cancún-Tulum que señala una densidad cero para la zona del Parque Nacional.
El Ayuntamiento argumenta que de no hacerlo así se iría en contra del desarrollo. También aduce que el decreto de creación del Parque Nacional Tulum no se concluyó y que su ubicación y superficie no son claras.  De ser así, alguien es un omiso o no terminó su trabajo.  El Ayuntamiento se ha comprometido a realizar un estudio serio del componente ambiental y cultural antes de tomar una decisión.
Lo real es que, a pesar de que el decreto de creación del Parque Nacional no se concluyó, no existe otro decreto que invalide lo ya hecho.  También se debe observar que la decisión que se tome en la pretendida asignación de densidad no viole la Ley de Equilibrio Ecológico.
Es evidente que nos encontramos ante un conflicto de intereses. Que no se comparte una misma visión de lo que se quiere para Tulum. Que la historia y la cultura no son a veces importantes para ordenar un territorio geográfico donde el ambiente sufre la presión de un modelo de desarrollo que no siempre beneficia a la sociedad.
“Nos encontramos en el último momento para las definiciones y defensas del patrimonio histórico de Tulum”, así lo ha dicho Adriana Velázquez, delegada del INAH.
María Uicab, aquella sacerdotisa que creía en un proyecto de su pueblo, ya murió. ¿Volverán a tener vida los dioses y animales de piedra de los mayas para defender su pasado, o simplemente venderán su tierra sin mayor atención al futuro pues el sentido de comunidad ya no existe?