La situación de discriminación por orientación sexual en los estados de la República aún es caótica: crímenes de odio que figuran como delitos pasionales.
Recuerdo la primera vez que trabajé el tópico de “Discriminación por Orientación Sexual” dirigido a jóvenes, en una plática aplicada en una preparatoria de la Isla. Tenía los nervios de punta al saber que iba a impartir un tema tan nuevo en el lugar donde me tocó estudiar y formarme como bachiller. Sin embargo, la sola idea de poder capacitar a jóvenes hombres y mujeres de ese colegio, fortaleció mi ánimo para poder continuar con mi trabajo, sobretodo después de haberme adentrado tanto en el tema. Estuve investigando semanas antes de sentirme listo para impartir esta plática.
Durante el desarrollo de tal actividad, con la entusiasta participación de los estudiantes y con la presencia de, curiosamente, varios profesores, que habían sido maestros míos en mi época de colegial, un joven de apenas diecisiete años interrumpió la actividad al tiempo que solicitaba la palabra, usándome como apoyo en ese momento para expresar lo que pocos algunos veces se han atrevido. Dijo: “quisiera decirle a mis compañeros delante de usted, profesor, que muchas veces he sufrido discriminación de su parte, y que todos ellos aquí presentes, saben muy bien de lo que hablo.
DISCRIMINACION. Durante mucho tiempo he tratado de decirles que ser homosexual no me hace más ni menos que ellos”. Esto, al tiempo que señalaba a un grupo de jóvenes varones, y que durante todo el transcurso de la charla habían estado haciendo muchas preguntas sobre el tema, siendo notable el alto porcentaje de desconocimiento que tienen sobre él. La situación, lejos de sentirse tensa, se transformó de inmediato en un clima de admiración, en el cual varios rostros juveniles observaban con detenimiento al reciente emisor. Otros aún con asombro. Y, el grupo de jóvenes señalado, con la mirada baja, parecían estar un tanto avergonzados.
Lo que seguía en ese momento era salvar la situación y no permitir que los asistentes se sintieran incómodos. Un profesor quiso en ese momento hablar pero otra profesora, con una seña sutil lo impidió. Pareciera que el control del problema debería correr por mi cuenta. Todo esto, en fracción de segundos.
Tenía que hacer algo inmediatamente. Recuerdo perfecto que, justo al momento en que el joven hizo uso de la palabra, yo acababa de concluir una dinámica acerca de los prejuicios que existen sobre la homosexualidad donde se había listado una gran cantidad de palabras con las cuales se suele llamar comúnmente a las personas que tienen esa orientación, mismas que el grupo aportó y que muchos de ellos desconocían.
Aprovechando este recurso producto del mismo desconocimiento, agradecí al joven que había hablado e inmediatamente procedí a preguntar sobre la finalidad de la dinámica, el ‘por qué’ de su aplicación. Y acto seguido, uno de los chicos del grupo que había sido señalado, con un semblante de humildad, atinó a responder inmediatamente: “yo no sabía que con decir esas palabras, que me parecían divertidas, le causaba un gran daño a mi compañero, no pensé que lo discriminaba. Sentí feo ahora que él habló y recordé una vez que fui humillado.”
Honestamente, he de confesar que el más asombrado en ese momento era yo. Jamás creí que una plática sobre un tema que aplicaba por vez primera, pudiera causar tanto impacto en los asistentes. ¿Dónde quedaban los profesores en ese momento? Ellos prefirieron formar parte del grupo de observadores. De nuevo, la situación la dejaban en mis manos. Afortunadamente, la dinámica final a aplicar cerraba de manera apropiada con el tema de la discriminación y el refuerzo de los valores de tolerancia e igualdad, en pos de crear una cultura de respeto hacia la diversidad sexual.
Procedí a aplicarla y, exitosamente los mismos jóvenes comprendieron en sus aportaciones lo importante que es demostrar una actitud de respeto hacia las personas que son diferentes a nosotros y lo innecesario que es resaltar ciertas condiciones para limitarlas o discriminarlas en el ejercicio de sus derechos.
Homofobia, cultura lamentable de nuestra sociedad
Desde ese día, descubrí lo urgente que es empezar a trabajar en la educación sobre la diversidad sexual, para crear –lamentablemente no puedo usar la palabra ‘fortalecer’- una sociedad que vaya comprendiendo el respeto necesario hacia el tema.
Con una visión positiva, hay que ir trabajando al respecto y, sin duda, las y los jóvenes nos brindan la oportunidad de facilitar este objetivo de evolución en la educación sexual ya que a fin de cuentas, también es bueno recordar que uno de los derechos sexuales existentes en nuestro sistema jurídico mexicano es el de “a una educación sexual laica, científica y veraz”, al cual yo agregaría las palabras ‘oportuna y actualizada’.
Por otra parte, ni siquiera figuran en el marco jurídico mexicano, las nociones básicas que garanticen la existencia de una ciudadanía multicultural, multiétnica y mucho menos, una ciudadanía sexual. Refiriéndome como manejan algunos activistas a un estado de Derecho en el cual se contemple la protección de las prerrogativas de las minorías sexuales, específicamente a personas homosexuales, transgéneros, transexuales, entre otros, mediante la observancia de políticas publicas que verdaderamente fortalezcan y evolucionen las relaciones de género.
Relaciones que vayan formando hombres y mujeres dentro de la familia y/o pareja sin tintes de violencia, maltrato y discriminación. Si bien, ya se comprenden algunas reformas dentro del Código Penal Federal y aplicable al Distrito Federal, la situación de discriminación por orientación sexual en los estados de la República aún es caótica: crímenes de odio que figuran como crímenes pasionales.
Tal vez el tema de este artículo se enfoca más a la orientación sexual y el problema de la discriminación, particularmente a la homosexualidad, pero finalmente, la educación sobre la diversidad sexual es muy compleja y no se limita únicamente a la orientación sexual. Tampoco es un tema de moda, puesto que debemos recordar en todo momento que los derechos humanos son derechos aplicables hoy y siempre en el marco del respeto y la igualdad, sin dejar pasar que los derechos sexuales tampoco escapan a estos preceptos universales.