Quien ha leído mi artículo – No sirve de nada esconderte, estás en el Spotlight!– sabe cuánto creo en la fuerza de acción de un líder y cuánto afectan sus acciones a su gestión.
De hecho, la incoherencia entre discurso y práctica es un gran aniquilador de la credibilidad gerencial.
No obstante, recientemente viví un episodio que me hizo reflexionar sobre un concepto complementario.
Yo estaba asesorando a un ejecutivo de una multinacional en el proceso de implementación de cambios estratégicos en su Unidad de Negocios. Como en todo proceso de cambio, él estaba preocupado por la reacción del equipo y con algunos miedos que merodeaban el ambiente.
Él quería que el equipo supiera que el confiaba en ellos. Su intención era dar el mayor apoyo posible a cada persona, ayudar, servir a cada uno de los líderes para que aprovechara el cambio, usando la oportunidad para crecer en su carrera profesional.
El ejecutivo no estaba enfocado en cortar cabezas o exigir perfección, sino en soportar los errores naturales de esta etapa. Quería que las personas se sintieran seguras para arriesgar y mejorar los procesos que iban a apoyar la nueva estrategia.
Entonces pregunté:
– ¿Ellos lo saben?
– Sí, claro.
– ¿Cómo?
– Yo los he apoyado en todo momento. Viajo para visitar las unidades, tratar de estar cerca, hasta cuando estoy distante, e intento dar el ejemplo.
– ¿Pero usted habla de eso con ellos? Todo esto que me ha dicho, con este sentimiento, con estas palabras. ¿Se los ha dicho explícitamente?
– No soy muy conversador. Prefiero actuar, mis acciones demuestran todo este apoyo.
A pesar de su buena intención, su acción como líder no logró crear la conexión esperada.
Citando al experto en comunicación Carmine Gallo:
“La comunicación ya no es más, tan solo una habilidad blanda, es la competencia fundamental”
Y el uso de la palabra es más que necesario para fortificar las acciones de liderazgo. La forma y el contenido tienen el mismo pesode importancia.
Las palabras son poderosas, inspiran y ayudan a crear conexión y empatía.
Cree historias, impacte a sus subordinados con relatos que generen emoción. Comunique claramente sus intenciones, e incluso sus sentimientos; y repita. Tenga paciencia y repítalo muchas veces. Sea como un “disco rayado”, eso forma parte del proceso.
Hasta que no haya más duda sobre sus intenciones. Y entonces sí, sus acciones podrán confirmar la fuerza de su discurso.
Con información de Emprendices.