Cultura Empresarial

Mentalidad de Largo Plazo: el fracaso lo toma como aliado.

Mentalidad de largo plazo

La mentalidad de largo plazo no es popular en la vida moderna y posiblemente tampoco lo ha sido a lo largo de la historia. Sin embargo es la forma más segura de alcanzar objetivos que se plantean personas y organizaciones. Esto es así por una razón poderosa: la mentalidad de largo plazo siempre opera con el tiempo a su favor.

No existe mejor aliado (o peor enemigo), que el tiempo. Ante él palidecen todos los recursos que tengan los individuos. Él marcha a su ritmo de manera impasible, impiadosa e implacable. Su poder plantea una de dos opciones: se enfrenta su energía o se saca provecho de ella.

“Todo sana, se acomoda y se resuelve con el tiempo”.

Esta es una afirmación que las personas entienden bien y aceptan. Sin embargo, a más de ello, no es una premisa que pongan en práctica cuando se trata de establecer objetivos y cumplirlos.

El ser humano le rinde culto a la retribución inmediata, a la respuesta instantánea. Posee una mentalidad cortoplacista que responde a un hedonismo inconsciente, a la inseguridad que posee y a todos los temores que lo poseen a él. Las personas reconocen su mortalidad, el tiempo breve que tendrán sus experiencias en esta tierra. Por ello se afanan en alcanzar sus metas con rapidez. Sin embargo no se percatan que ello afecta por igual la eficacia y eficiencia de los procesos.

La eficacia de la mentalidad de corto plazo es precaria por naturaleza. La proporción de éxitos en relación a los intentos es reducida. En el corto plazo son siempre menores los aciertos que los fracasos.

Por otra parte, en un proceso gobernado por el criterio de corto plazo, la eficiencia es embestida por el desorden, la inversión desmedida de energía y una pesada carga de factores psicológicos: ansiedad, frustración, saturación, agotamiento, etc.

Los procesos que se orientan por premisas de corto plazo tienen menores probabilidades de alcanzar éxito y son más costosos.

La energía que se precisa es grande. Debe ser aplicada con énfasis en periodos cortos de tiempo. Eso por una parte. Por otra, la energía también debe cubrir los costos de los fracasos que se producen.

Estadísticamente, la probabilidad de fracasar es siempre mayor en tanto el tiempo en que debe medirse el resultado es menor. En la medida que existe más tiempo para evaluar los resultados, el fracaso se vuelve una variable más manejable.

¿Cuáles son las recomendaciones que la mentalidad de corto plazo emite para el tratamiento del fracaso?: aceptarlo, entenderlo, superarlo, aprovecharlo, etc. No enfatiza la posibilidad de EVITARLO. Convive con el fracaso y trabaja todas las técnicas  para poder procesarlo benignamente.

La mentalidad de largo plazo, en cambio, se orienta a eludir el fracaso tomando al tiempo como aliado.

¿Cómo opera la mentalidad de largo plazo?

1.- Aborda el tratamiento de los objetivos sin PREMURA

Esto quiere decir sin sentido de urgencia o prisa para alcanzarlos. Y ello no debe confundirse con displicencia, porque es puro y poderoso sentido estratégico. La razón es simple: todo proceso puede clasificarse como urgente o importante, y si es tratado de una forma no lo puede ser de la otra.

Lo urgente debe tratarse con premura, evidentemente, pero el sentido mismo de urgencia (que tanto tiene de “emergencia”), no es algo que se encuentre deseable. En cambio, cuando no se trabaja con “urgencias” (en cualquier tipo de proceso), surge el trato de lo importante, que es un estado cualitativamente superior.

Al descartar la premura, la mentalidad de largo plazo se sitúa automáticamente en el tratamiento de lo importante, y optimiza así la utilización del tiempo.

Las personas no perciben que la mentalidad de corto plazo propende a generar urgencias por doquier. Y no se dan cuenta que las exigencias de ello provocan más pérdida de tiempo del que hubiera existido con una visión de largo plazo.

Quién desea ser efectivo en el trato de sus objetivos debe abordar el trato de lo importante y evitar el surgimiento incontrolado de urgencias.

Todos deben reconocer que la calidad de las decisiones (en lo que fuese) es siempre mayor cuando no existe premura.

Se vive en una cultura que mistifica la capacidad de las personas para tomar decisiones “bajo presión” y ser expeditos. Se da a entender que “el tiempo es oro” y no se lo puede desperdiciar. Pero se cosechan problemas y fracasos asociados a la premura, y con ellos irremediable pérdida de tiempo.

Mentalidad de largo plazo
Mentalidad de largo plazo

2.- La mentalidad de largo plazo es conservadora

No quiere decir que no arriesga, porque finalmente asumir riesgos es un imperativo de la evolución. Pero lo hace guardando, respetando y protegiendo los  intereses involucrados, especialmente los más importantes.

La lógica de “guardar” involucra no comprometer todos los recursos o las medidas disponibles en un solo afán.

El sentido de “respetar” está vinculado al carácter del riesgo. A no subestimarlo, a evaluar con detenimiento y consciencia todas  las variables que se involucrarán en el proceso.

Y por último, la premisa de “proteger” alude a todas las acciones que deben establecerse para cuidar el buen estado de los objetivos, los recursos y esfuerzos que se inviertan.

Los estrategas militares siempre se remiten a sus “reservas” cuando acometen sus tareas y objetivos. Nunca exponen todos sus recursos en la contienda. Guardan algunos de ellos con el propósito de responder a eventualidades negativas o positivas, porque en el primer caso “las reservas” pueden evitar el fracaso y en el segundo garantizar la victoria. La mentalidad de corto plazo propende a liquidar “reservas” muy pronto, porque, entre otras cosas, asume que el tiempo es corto para conseguir los propósitos.

Los ganadores nunca eluden el riesgo, pero lo respetan. No lo ignoran o subestiman, simplemente lo respetan. Las decisiones tomadas con premura no tienen deferencia por el riesgo, más bien lo incrementan.

Por último, la “protección” de objetivos y recursos se refiere a la necesidad de tomar previsiones. La mentalidad de largo plazo lo hace con profusión. Y en ello no asume el riesgo de perder oportunidades o ventajas competitivas. Las previsiones deben existir cuando se tratan cosas importantes, bien en la forma de cursos de acción alternativos, información apropiada, recursos adicionales, objetivos menores, protección del punto de partida, etc.

3.-  La mentalidad de largo plazo entiende perfectamente lo que significa Inversión

No existe ningún tipo de beneficio si no se invierte primero. Esto queda claro para la mentalidad de largo plazo. Y la inversión principal que privilegia es el tiempo, curiosamente el más valioso de todos los factores que puedan invertirse.

La mentalidad cortoplacista no privilegia la inversión de tiempo en la misma forma que otros factores. En realidad, y por lógica, es lo que menos invierte. Al proceder así ignora los beneficios que puede proporcionar el más valioso de los recursos del hombre.

Mientras que la mentalidad de corto plazo asume que existe una “pérdida de tiempo” cuando los procesos se alargan más de lo esperado, la mentalidad de largo plazo entiende que los “beneficios” serán mayores en tanto más tiempo se invierta.

Ahora bien, no hay que confundir las cosas. La referencia a inversión de tiempo no tiene nada que ver con disfunciones que puedan existir en los procesos, es decir fallas como consecuencia de mala gestión.

La mentalidad de largo plazo controla la inversión de tiempo, la administra en su integridad, la convierte en un factor que enriquece el proceso. Las “pérdidas de tiempo” por mala gestión son iguales en la consideración del corto o largo plazo.

Las personas invierten con cuidado dinero y otros elementos, superan renuencias y resquemores, pero tienen un marcado sentido de escasez cuando se trata de invertir tiempo, especialmente si no involucra una retribución inmediata. No tienen claro el concepto. Comprenden muy poco el hecho que invertir tiempo conscientemente es la mejor forma de evitar su propio desperdicio. Porque el tiempo transcurre igual en todos los casos, pero juega a favor cuando no es una limitación autoimpuesta.

Hay que ser una persona hábil para generar beneficios en el corto plazo, pero quien consigue manejar exitosamente la magia inscrita en los procesos de largo plazo es un maestro.

4.- La mentalidad de largo plazo siempre obtiene mayores beneficios en el corto plazo

La razón es obvia: lo que para la mentalidad cortoplacista son objetivos no alcanzados, para la de largo plazo son metas en disputa.

Cuando una mentalidad asume que el juego ha concluido (exitosamente o no), la otra entiende que aún resta tiempo para seguir acumulando logros. Mientras unos tienen que lidiar con los fracasos (objetivos no alcanzados), los otros deben hacerlo con medios que siguen operando en pos de logros extendidos en el tiempo.

¿Puede un equipo de futbol darse por derrotado si encaja una anotación a los 30 minutos de juego? Únicamente si considera que el partido tiene ésa extensión de tiempo. Pero si deben jugarse los 90 minutos, un gol en contra no determina el resultado.

¿Puede un equipo de futbol asumir que está fuera de la disputa del título del campeonato si ha perdido o empatado 10 de los 30 partidos que tiene el certamen? Solo si considera que los 10 juegos es la extensión total del campeonato. En caso contrario asumirá los inconvenientes solo como parte del proceso.

A esta lógica se remite la virtud de la mentalidad de largo plazo. En tanto el tiempo es mayor, también lo son las oportunidades.

5.- En el largo plazo los beneficios son siempre mayores

La mente humana se enfoca en un objetivo de acuerdo a los comandos que le son dados. Si en un proceso que tiene una escala del 1 al 10, el objetivo se establece en 3, hacia allí se dirige el enfoque mental y la articulación de las acciones. Luego, cuando se reorganizan los recursos para ir en pos del objetivo 6, todo debe comenzar de nuevo. Es diferente si el objetivo inicial es 10. Porque la mente se enfoca en el objetivo mayor y va superando etapas previas (el 3 y el 6), como parte de un proceso que se ejecuta exitosamente.

Un ejemplo más prosaico puede ilustrarse con dinero. Si el objetivo es acumular beneficios de un millón, los primeros 100.000 que se obtengan son un peldaño de la escalera. Por otra parte, si los 100.000 son considerados objetivo primordial, el millón queda como hito difuso. ¿Y qué sucede si los primeros 100.000 tienen dificultad en alcanzarse? Para el criterio de corto plazo se tratará de un probable fracaso, en tanto que para el de largo plazo será una dificultad.

Ahora bien, ¿enfocarse en el largo plazo puede dejar “borrosos” los objetivos intermedios de la misma forma que sucede en el caso contrario? La respuesta es no. Objetivos y acción no son lo mismo. La acción siempre se produce aquí y ahora, los objetivos se plantean a discreción. Quién trabaja con objetivos de largo plazo no por ello deja de actuar ahora mismo. Pero la acción se reviste de mayor calidad en tanto no debe enfrentar los rigores de un factor impiadoso: el tiempo.

6.- En términos emocionales la mentalidad de largo plazo ahorra energía

Reduce la ansiedad y la frustración. Esto no es poco, porque aclara y optimiza el juicio. Finalmente de esto se trata todo en los procesos para alcanzar objetivos. El denominador común es la energía. Ésta es aún más importante que el tiempo, porque garantiza la actividad.

La vida es una carrera de resistencia, no una prueba de velocidad. Ni aún para aquellos que privilegien la competitividad inmediata. El rendimiento siempre es una función del individuo, y es mejor en tanto el individuo esté mejor.

El corto plazo tiene mayor probabilidad de castigar emocionalmente a las personas y por lo tanto anula cualquier potencial competitivo, presente o futuro. Quién camina mirándose los pies con la idea de no tropezar, pierde la perspectiva, se arriesga a caminar en círculos y sin norte. Quién camina con la vista anclada en el horizonte posiblemente tropiece, pero llegará más lejos.

La mentalidad de largo plazo es compañera cercana de la sabiduría.

Es una medida de calificación del hombre seguro de sí mismo, del ser paciente que no hipoteca su potencial en función de espejismos de trascendencia inmediata. Es un reconocimiento a la marcha de la tortuga de la fábula que vence la prueba porque la liebre se agota prematuramente.

El economista John M. Keynes afirmaba: “en el largo plazo todos estaremos muertos”. Y no hay como discutir eso. Por lo tanto se trata de vivir en el presente sin que éste parezca, cada momento, un adelanto del fin. Las expectativas de corto plazo son, muchas veces, una experiencia prematura de ése final que a todos nos espera en el largo plazo.

DATOS DEL AUTOR.-

Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.

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