La obesidad global casi se ha triplicado desde 1975, según las cifras más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
La agencia de la ONU estima que más de 1.900 millones de adultos tuvieron sobrepeso en 2016. De estos, más de 650 millones eran obesos.
Estas cifras ayudan a justificar por qué autoridades en varios campos hablan de una “epidemia de obesidad” que, según la ONU, está matando a cerca de tres millones de personas al año, y cuyo costo anual ronda los US$2 billones (según un estimado de 2014 de la firma estadounidense McKinsey).
Científicos y encargados de formular políticas advierten que los esfuerzos para abordar la obesidad se ven frustrados por conceptos erróneos y prejuicios, pero ¿qué se ha probado hasta ahora que sea verdadero o falso en torno a la obesidad?
Es posible que las respuestas te sorprendan.
“La obesidad es una elección, no una enfermedad”
Estados Unidos es uno de los países más afectados por la epidemia de obesidad. Las autoridades sanitarias estadounidenses estiman que más del 36% de la población ahora es obesa.
La Asociación Médica Estadounidense considera que la obesidad es una enfermedad desde 2013.
Aun así, una encuesta de 2018 llevada a cabo por Medscape, un portal de noticias destinado a profesionales de la salud, halló que 36% de los médicos y 46% de las enfermeras en el país pensaban lo contrario.
Y 80% de los médicos respondió que las elecciones de estilo de vida eran “siempre o con frecuencia” la causa subyacente de la obesidad.
Sin embargo, un informe publicado en septiembre de la Sociedad Psicológica Británica declaró enfáticamente que “la obesidad no es una ‘elección'”.
“La gente tiene sobrepeso o se vuelve obesa como resultado de una combinación compleja de factores biológicos y psicológicos combinados con influencias sociales y ambientales”, dice el reporte.
“La obesidad no se debe simplemente a la falta de voluntad de un individuo”.
“No tiene que ver realmente con la genética”
Investigaciones científicas han identificado vínculos genéticos con la obesidad desde la década de los 90.
En julio pasado, un equipo de investigadores de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología concluyó que la gente genéticamente predispuesta corre un riesgo mayor de tener un índice de masa corporal (IMC) elevado, sobre todo en décadas recientes.
El IMC es la forma más estandarizada de medir si nuestro peso es saludable y se calcula usando nuestro peso y altura.
El equipo analizó una muestra de casi 119.000 personas en Noruega a quienes les habían medido repetidamente su IMC.
Encontraron que el IMC había aumentado sustancialmente en la población noruega a lo largo de las décadas, pero que la genética había hecho que algunos noruegos ganaran más peso.
Hoy, la predisposición genética haría que, en promedio, un noruego de 35 años de altura promedio sea 6,8 kilos más pesado que sus (genéticamente protegidos) pares.
“Tener sobrepeso siempre hará que estés menos saludable”
La relación entre exceso de peso y complicaciones de salud es bien conocida y está probada.
Pero un número creciente de estudios está cuestionando si tener sobrepeso o ser obeso es en todos los casos peligroso para la salud.
En 2012, la Sociedad Europea de Cardiología publicó el mayor estudio que se haya hecho hasta la fecha y reveló una “paradoja de la obesidad”.
Descubrió que alguna gente puede ser obesa pero metabólicamente saludable y estar en forma, y que no corre más riesgos de desarrollar o morir a causa de una enfermedad cardiovascular o de cáncer que la gente de peso normal.
Tampoco sufren de condiciones como colesterol alto o presión alta y tienen una mejor condición física que otros obesos.
“Se sabe que la obesidad está vinculada a un gran número de enfermedades crónicas como problemas cardiovasculares y cáncer”.
“Sin embargo, parece que hay un subgrupo de obesos que parecen estar protegidos de complicaciones metabólicas vinculadas a la obesidad”, señaló Francisco Ortega, investigador de la Universidad de Granada en España, y autor principal del estudio.
“Los médicos deberían tomar en cuenta que no todos los obesos tienen la misma prognosis”.
“Todas las calorías son iguales”
No comer de más es la regla de oro para controlar el peso, ¿pero no debería ser la calidad de las calorías más que la cantidad el foco de una dieta?
En su definición de dieta saludable, la OMS menciona una ingesta diaria de 2.000 calorías por día para adultos como guía.
Pero la agencia añade también otras recomendaciones: por ejemplo, que menos del 30% de la ingesta total de energía provenga de grasas.
Un estudio de 2011 de la Universidad de Harvard mostró que ciertos alimentos son más proclives a generar un aumento de peso a largo plazo.
Investigadores monitorearon a más de 120.00 hombres y mujeres sanos por cerca de 20 años y los estudiaron en ciclos de 4 años.
El participante promedio ganó 1,52 kg cada cuatro años (un total de 7,6 kg en 20 años).
El consumo de alimentos procesados con alto contenido de almidones, granos refinados, grasas y azúcares incrementó el aumento de peso: solo comer papas fritas resultó en un aumento de peso promedio de alrededor de 1,5 kg cada cuatro años, mientras que comer vegetales en exceso condujo de hecho a una pérdida de peso de 0,09 kg.
“Deberíamos fijarnos metas realistas para perder peso así evitamos la frustración”
Evitar las expectativas elevadas puede ser una buena regla general para la vida.
Sin embargo, diversos estudios sugieren que no hay una asociación negativa entre las metas ambiciosas y la pérdida de peso.
Según un experimento de 2017 descrito en la Revista de la Academia Estadounidense de Nutrición y Dietética, las expectativas elevadas respecto a la pérdida de peso llevaron a mejores resultados en un grupo de 88 personas con obesidad severa.
“La obesidad es solo un problema en países ricos”
Mientras que muchos países desarrollados tienen altos índices de obesidad, una mirada al ranking mundial sobre obesidad podría sorprenderte.
En términos de prevalencia de la obesidad, los países más afectados son Islas del Pacífico (en Samoa Estadounidense, cerca del 75% de la población es considerada obesa).
Es verdad que estas naciones tienen poblaciones muy pequeñas, pero los países en desarrollo están cada vez más teniendo problemas de obesidad. En Egipto y Turquía, el 32% de la población es obesa, según datos de 2016 de la OMS.
De hecho, estudios muestran que las personas con ingresos más bajos son las más vulnerables a la obesidad.
La obesidad es producto de la desigualdad social. En EE.UU. el estado más ‘obeso’, Arkansas, es también el cuarto estado más pobre, y el más pobre, Misisipi, es también el tercero más obeso.
También te puede interesar:
La perturbación de los ritmos circadianos contribuye a la obesidad
“El amamantamiento no está vinculado a la obesidad”
En las últimas décadas, la leche de fórmula ha sido agresivamente promocionada como un sustituto de la leche materna.
Pero según un estudio de la OMS publicado en abril, amamantar puede también reducir las posibilidades de que un niño se vuelva obeso.
Científicos que analizaron a 30.000 niños en 16 países europeos encontraron que los niños que nunca fueron amamantados tenían un 22% más de probabilidades de ser obesos.
Aunque los expertos se apresuraron a señalar que factores como un estilo de vida más saludable en las familias en las que las mujeres amamantaban a sus hijos podría ser un factor que haya influido.
Joao Breda, uno de los autores del estudio, señaló que los beneficios de la leche materna contra la obesidad eran irrefutables.
“Amamantar tiene un efecto protector muy fuerte. Hay evidencia. El beneficio es enorme, por lo que deberíamos decírselo a la gente”.