Uno de cada tres mayores de 65 años toma más de cinco fármacos diarios. La mitad de ellos ingiere más de los necesarios. Los geriatras piden más control.
Varias investigaciones internacionales revelan que la mitad de los mayores toma uno o más fármacos que no son necesarios. Bien porque no tienen valor terapéutico suficiente, ya no son apropiados para su edad (por ejemplo, conservar la pastilla para el colesterol en una persona de 80 años incrementa la mortalidad), o en algún momento se los recetaron y no los han abandonado. Leocadio Rodríguez Mañas, jefe de Geriatría del Hospital de Getafe, se topó en la consulta con un hombre que llevaba tres años tomando antibióticos. “Y luego está lo que el paciente considera que no son medicamentos, como antiinflamatorios o tranquilizantes”, dice.
“Hay que prescribir los fármacos que se necesiten”, añade José Antonio Serra, responsable de Geriatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Ramón Orueta, médico de familia, miembro del grupo de trabajo de utilización de fármacos de la SemFYC, como sus colegas, habla de adecuación terapéutica. “Cada especialista prescribe para la enfermedad que diagnostica”, dice el geriatra Serra, “sin tener en cuenta que el paciente padece otras dolencias y toma fármacos que pueden interaccionar. Y a mayor edad y más medicación, más riesgo”.
La polimedicación en mayores comporta riesgos bien estudiados por la ciencia: mayor probabilidad de episodios adversos (hasta un 88% de incremento del riesgo, estimándose que una de cada 10 urgencias se debe a efectos de los medicamentos, sobre todo si se toman anticoagulantes, diuréticos, anticonvulsivos, benzodiacepinas o remedios para la diabetes), interacciones entre fármacos, y entre estos y la enfermedad que se padece. Tomar un cóctel de medicinas puede causar reducción de la capacidad para realizar las tareas diarias, incontinencia urinaria y problemas de nutrición, mayor mortalidad, delirios, mareos o caídas, estos últimos agrupados bajo el nombre de síndrome geriátrico.
El jefe de Farmacia del Hospital Clínico de Madrid, José Manuel Martínez Sesmero, dice: “Hay que preguntarse, ¿le aporta este medicamento algo al paciente? ¿le mejora la calidad de vida? “Hay que valorar qué medicinas son esenciales y cuáles pueden ser retiradas por su escaso valor terapéutico o porque pueden provocar nuevas dolencias. “Es la cascada yatrogénica”, dice el geriatra Rodríguez Mañas, “se prescribe una medicación, ésta provoca efectos secundarios y en vez de retirarla, se añade otro fármaco para tratar los síntomas que da el primero”.
Los geriatras, al igual que los médicos de familia, recomiendan que en cada visita al doctor de cabecera se revise medicación y nuevos síntomas.
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El envejecimiento transforma el paradigma terapéutico. La fisiología de una persona de 40 años no es la misma que la de otra que le dobla la edad. La mayoría de los ensayos clínicos de los medicamentos excluyen a mayores de 65 años, así que poco se sabe de cómo se comportan en un cuerpo añoso. Los geriatras recomiendan que se ajusten las dosis atendiendo “a la función renal, las variaciones de peso, las posibles interacciones” y también la concentración en sangre.
Cuantas más pastillas se receten, complicando la rutina de manejar el pastillero, peor. Uno de cada tres mayores (35%) no se toma la medicación o no como ha sido pautada. El geriatra José Antonio Serra dice que la mayor parte del tiempo en la consulta lo destina a averiguar qué consumen sus pacientes y cómo. El médico de familia Ramón Orueta aplica la complicidad. “Si les preguntas que si toman las pastillas bien, te responderán que sí, para agradarte. Así que les digo que hay gente que ha tenido problemas con la medicación y que si a ellos también les pasa”. Entonces cuentan la verdad. Un truco es pedirles que metan en una bolsa todas las medicinas y las lleven a la consulta.
En las personas mayores además de sobretratamiento, se da el mal tratamiento y el infratratamiento. Lo dice el geriatra Leocadio Rodríguez Mañas, que encuentra habitualmente, por poner un ejemplo, pacientes deprimidos con tratamientos ineficaces. “Se les prescribió una dosis inicial que es solo el comienzo de la terapia y que luego hay que revisar. No se comprobó si los síntomas remitían. Y siguen con una pastilla que no les hace nada”.
Su colega Serra se topa con muchísimos mayores carentes de vitamina D, fundamental para paliar la osteoporosis. Es una población que está menos expuesta al sol, imprescindible para la síntesis de esta molécula tan necesaria para combatir las temidas fracturas y la debilidad muscular. La mitad de los mayores suele tener baja de la vitamina, algo que hay que corregir.
Con información de El País.