En meses recientes, la economía de China se ha desacelerado de forma drástica y tal vez este sea el desafío más grande que su máximo líder, Xi Jinping, haya enfrentado en los seis años que tiene al frente del país. Xi debe tomar decisiones difíciles de política interna que podrían reavivar el crecimiento, pero añadirían problemas a largo plazo para la nación, como su enorme deuda. En el escenario mundial, Xi se ha visto obligado a hacer concesiones frente a Estados Unidos a medida que se intensifica la guerra comercial del presidente estadounidense, Donald Trump.
“El ambiente es completamente diferente ahora”, comentó Yu. “Los trabajadores migrantes solo queremos ganar más dinero”.
Evaluar la magnitud de la desaceleración es difícil debido a la falta de fiabilidad en los datos económicos de China. Sin embargo, hay indicios de que se están intensificando los problemas del país.
El 14 de diciembre, funcionarios chinos informaron sobre un crecimiento sorpresivamente lento en las ventas minoristas y la producción industrial mensuales, lo cual impactó con fuerza los mercados bursátiles del mundo y sirvió para arrastrar una pérdida del 1,9 por ciento del índice S&P 500. Muchos economistas aseguran que esta desaceleración es la peor desde la crisis financiera de hace una década, cuando Pekín se vio obligado a invertir billones de dólares en su economía para evitar que el crecimiento se descarrilara.
“Xi Jinping ha comparado a China con un océano que ninguna tormenta podría perturbar, pero la tempestad que está golpeando al país es por mucho la más grande” en años, aseveró Diana Choyleva, economista principal de Enodo Economics en Londres y quien calcula que el crecimiento económico ha caído incluso a niveles inferiores a los que hubo durante la crisis.
En las dos últimas décadas, una economía en crecimiento le dio una plataforma aun más grande al liderazgo chino. Desde que China buscó unirse por primera vez a la Organización Mundial del Comercio y albergó los Juegos Olímpicos de 2008, Pekín no ha tenido que pedir ayuda a Washington ni a ninguna de las principales capitales del mundo. En general, China ha sido una fuente de crecimiento desde hace tiempo y una influencia estabilizadora durante la crisis financiera mundial que ha negociado desde una posición de fortaleza.
Pero Xi ya no se puede dar ese lujo. Cada vez ha fortalecido más su control en la vida política y social de China y en su economía. Este año, eliminó los límites para los periodos presidenciales, lo cual lo habilita para ser presidente de por vida si así lo decide. Aunque la guerra comercial con Estados Unidos es una excusa conveniente, en última instancia, la gente podría culparlo por una recesión prolongada. El gobierno ya ha ordenado censurar las malas noticias económicas.
Ahora Xi se enfrenta más bien a un acto de equilibrio diplomático. Las autoridades chinas han detenido a dos ciudadanos canadienses, en aparente represalia por el arresto ocurrido en Canadá de una alta ejecutiva china de telecomunicaciones a solicitud de Washington. No obstante, los funcionarios chinos han utilizado un tono más bajo con el gobierno de Donald Trump respecto del arresto y otras acusaciones de ciberataque, pues una escalada violenta en la guerra comercial podría perjudicar gravemente la economía.
Trump ya siente que tiene una ventaja.
“China acaba de anunciar que su economía está creciendo mucho más lento de lo previsto por la guerra comercial con nosotros”, tuiteó Trump el 14 de diciembre (la desaceleración comenzó antes de la imposición de los aranceles, pero estos sí han perjudicado tanto los negocios como la confianza del consumidor y es probable que afecten aún más si permanecen o se intensifican).
Gracias a que el gobierno ejerce un control firme sobre industrias importantes y el sector financiero, en caso de una crisis tiene más palancas para usar que casi cualquier otro país. Ahora, Pekín está retrocediendo en los esfuerzos que realizó durante la primavera para que su economía se volviera menos dependiente del endeudamiento, una de las principales causas de la desaceleración.
China ya ha aumentado el tipo de gasto fomentado por el gobierno que rescató a su economía en el pasado. En Xuzhou Construction Machinery Group, una empresa estatal gigante que proporciona suministros a muchos constructores de vías ferroviarias y autopistas, las ventas se han disparado un 50 por ciento desde hace un año, comentó Wang Min, presidente de la empresa.
Los reguladores también han ordenado a los bancos que presten más dinero a las empresas privadas. Los ministros han prometido compensar a los negocios que no despidan a sus trabajadores. Los controles ambientales se están volviendo más laxos, lo que facilita que las fábricas contaminadoras permanezcan abiertas.
Algunos economistas creen que el crecimiento mejorará a mediados de 2019 . Además, hasta el momento, China parece haber eludido las enormes pérdidas de empleos que hubo durante la crisis financiera global.
Sin embargo, las opciones de China para exprimir la economía no son tan eficaces como solían serlo.
Un aumento pequeño pero notable de los incumplimientos en China ha puesto nerviosos a algunos acreditantes. Las regulaciones adoptadas desde la crisis financiera responsabilizan de por vida a los gerentes de los bancos de China por los préstamos que no se rembolsen y esta situación los vuelve más cautelosos respecto de extender financiamiento para mantener a flote a los negocios en problemas. El gasto fomentado por el gobierno aumenta la inmensa deuda, lo que provoca el empeoramiento a largo plazo de ese lastre.
Como siempre, en papel, la economía china luce bien. Los datos oficiales muestran que creció un 6,5 por ciento en los tres meses que terminaron en septiembre, en comparación con el año anterior.
No obstante, debajo de la superficie, se está desarrollando una desaceleración severa. El mes pasado, la inversión extranjera se desplomó. Durante los últimos tres meses, las ventas de los automóviles han caído en porcentajes históricos. Este año, las superficies completadas de los edificios, una medida de la salud del mercado de la vivienda, se han desplomado. El espíritu de los gerentes de compras en China se ha amargado.