Si le dices a un mexicano “Nos vemos en el zócalo”, seguramente no tendrá ninguna duda de dónde encontrarte
En México esa palabra, “zócalo”, es un sustantivo tan exacto que incluso forma parte de las acepciones del Diccionario de la Real Academia Española (RAE) por su uso tan común en ese país.
“Plaza principal de una ciudad, especialmente la del Distrito Federal”, dice la RAE con cierta descontextualización, pues hace unos años la capital mexicana dejó de llamarse así y pasó a ser Ciudad de México (CDMX).
Su Plaza de la Constitución es considerado el corazón político y cultural del país desde tiempos de la cultura prehispánica, y ha sido epicentro de momentos clave.
Muchos la llaman simplemente El Zócalo, nombre coloquial que surgió a raíz de un proyecto arquitectónico sin terminar.
Una idea inconclusa
Un zócalo en arquitectura es un basamento, una estructura que sirve como cuerpo o borde inferior de una obra o como pedestal para erigir alguna construcción.
En una de las presidencias de Antonio López de Santa Anna, quien ejerció el gobierno México electo o de facto entre 1833 y 1855, el mandatario ordenó en 1843 la construcción de un monumento a la Independencia en el corazón de la capital.
El mercado El Parián, que se ubicaba en lo que hoy es la plaza y cuyos orígenes se remontaban a un mercado de los indígenas mexicas, fue derribado para que ahí se levantara la obra del arquitecto Lorenzo de Hidalga.
“Del basamento de un metro de altura iba a desplantar una columna que en la parte superior iba a tener un ángel”, explica el arqueólogo Alejandro Meraz, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Pero los problemas económicos, políticos y la invasión de Estados Unidos a México en 1845 provocaron el abandono de la obra.
Solo se pudo edificar la base circular, el zócalo, de ocho metros de diámetro y casi 30 cm de altura.
El proyecto quedó bajo tierra y en ese gran espacio se convirtió en la plaza de grandes dimensiones, con diseños de distintas épocas que existe hoy.
En 2017, luego de 174 años, Meraz y un grupo de colegas INAH encontraron aquella base.
La idea de erigir una columna con un basamento en octágono, con la escultura de un héroe de la Independencia en cada esquina y al interior de la estructura los cuerpos de éstos nunca se produjo, pero heredó el nombre de zócalo.
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¿Plaza de cuál Constitución?
No es casualidad que el trazado urbano de muchas ciudades y pueblos de México parta desde un espacio central en el que hay una plaza flanqueada por un palacio de gobierno y una iglesia.
Así fue ordenado en las Leyes de Indias promulgadas en la década de 1570 bajo el reinado de Felipe II, que dieron un ordenamiento jurídico a los virreinatos y territorios españoles en América.
La plaza principal de Ciudad de México respeta ese diseño urbano antiguo hasta hoy en día, con el Palacio Nacional (de 1522) como sede del poder Ejecutivo federal, el Palacio del Ayuntamiento (1532) del gobierno local, y la Catedral Metropolitana (1571).
El nombre oficial de Plaza de la Constitución, también viene de la herencia española y no se refiere a ninguna de las cartas magnas que ha tenido México.
Fue nombrada así cuando la Constitución de Cádiz española, promulgada en 1812, fue ratificada en la capital de la entonces Nueva España un año después.
Los otros “zócalos”
Muchas ciudades y pueblos de México diseñados bajo el trazado urbano colonial también tienen una plaza central, algunas veces llamadas “plaza de armas”, o también “zócalo”.
Eso se debe a la influencia que ha tenido Ciudad de México como modelo a seguir.
El zócalo de la ciudad de Oaxaca, el del puerto de Acapulco, o de la ciudad colonial de Querétaro, son algunos ejemplos de cómo ese término se quedó en el vocabulario mexicano como sinónimo de plaza.