Desarrollo Humano

La sequía en Senegal deja a 245.000 personas sin alimento

La ausencia de lluvias provoca la tercera crisis hídrica en seis años en el país africano. Cuatro departamentos se han visto afectados

Senegal está viviendo su tercera sequía en los seis últimos años, tras los episodios de 2011 y 2014. En esta ocasión, las consecuencias de la escasez de precipitaciones están afectando a los departamentos de Podor, Kanel, Matam y Ranerou, donde los campos destinados a agricultura y ganadería se han secado y unas 245.000 personas se han quedado sin alimento, según ha alertado la ONG Acción contra el hambreen un comunicado emitido este lunes.
“La consecuencia de la sequía ha sido un aumento de la inseguridad alimentaria; las familias viven bajo un estrés alimentario bastante fuerte”, indica Fabrice Carbonne, director de Acción Contra el Hambre en Senegal, en conversación telefónica con EL PAÍS. Ahora, en plena estación del hambre (los meses previos a la época de lluvias, cuando las reservas de alimentos ya están bajo mínimos después de todo un año subsistiendo gracias a ellas) los graneros se han vaciado. “La temporada de lluvia está empezando y estamos cruzando los dedos”.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA), organismo dependiente de las Naciones Unidas, calcula que alrededor de 320,000 personas de seis departamentos (los cuatro mencionados y los de Goudiry y Tambacounda) se van a encontrar en situación de crisis en 2018. Senegal es un país estable y democrático, pero aún permanece como uno de los más empobrecidos del mundo. Con 15,1 millones de habitantes, se encuentra en el puesto 162 de 188 del Índice de Desarrollo Humano de la ONU, un 38% de la población vive con menos de dos dólares diarios y el 17% sufre inseguridad alimentaria, es decir, no tienen garantías de poder acceder a una cantidad de alimentos suficiente para desarrollarse y llevar una vida sana.
Según los cálculos de Acción Contra el Hambre, en el departamento de Podor, uno de los cuatro afectados, las acumulaciones estacionales de lluvias disminuyeron un 66% durante 2017. Esto provocó el agotamiento de los pastizales y, por tanto, que los pastores tuvieran que realizar la trashumancia hacia el sur seis meses antes de lo habitual, de octubre a marzo, cuando normalmente comienza a partir de enero o febrero hasta junio.
De acuerdo con la ONG, la ínfima producción de biomasa (pastos) en el valle del río Senegal —territorio transfronterizo entre Mauritania y Senegal— “es una de las más alarmantes de todo el oeste de África este año y la situación recuerda a la que se produjo después de la grave sequía que sufrió la región en 2011″.
En Podor, unos de los departamentos afectados, las acumulaciones estacionales de lluvias disminuyeron un 66% durante 2017
Como la sequía ha reducido la superficie de tierra disponible, han aumentado los enfrentamientos entre agricultores y pastores por usar los campos fértiles que aún quedan, y que también se acaban agotando debido a la excesiva actividad ganadera y agrícola. Además, a este problema se suma un mayor riesgo de propagación de enfermedades entre los animales y, por consiguiente, la reducción de la producción de leche y carne.
“Esta no es una crisis repentina: advertimos ya en noviembre de la falta de pastos que adelantó los movimientos de trashumancia de miles de pastores”; dice Carbonne. ACH detalla que miles de mujeres llevan meses solas al cuidado de sus hijos, sin ingresos y sin la leche de las vacas que se llevaron sus maridos. Se trata de un largo proceso en el que los mecanismos de respuesta se van agotando y la salud de los más pequeños va deteriorándose hasta transformarse en una enfermedad muchas veces fatal.
Carbonne se encuentra recorriendo las comunidades afectadas y advierte de las dificultades para obtener un conocimiento real del alcance de la crisis, especialmente en lo que respecta a la situación de los menores. La causa es la huelga del sector sanitario en Senegal. Por esta razón, no se están facilitando datos de los casos de menores atendidos por desnutrición en los centros de salud ni de las defunciones. “El último dato disponible es de la encuesta anual de diciembre y esta no nos da la situacion actual. Entonces, las cifras eran mejores, pero ahora nos enfrentamos a un aumento de los casos”, vaticina. Los niveles de malnutrición son persistentemente elevados en el país, con un 16,4% de malnutrición crónica en niños menores de cinco años según el PMA.

Respuesta humanitaria

Ante las señales de una crisis aguda, a principios de 2018 las Naciones Unidas hicieron un llamamiento a los donantes internacionales para reunir 1.370 millones de dólares que se destinarían a cubrir las necesidades más urgentes de 13,4 millones de personas en Senegal y el resto de países del Sahel que están sufriendo esta crisis alimentaria: Burkina Faso, Chad, Mauritania y Níger. En junio de 2018, solo se había recibido el 26% de financiación Senegal, en concreto, han llegado 16,8 millones, un 22% de lo que se necesita.
“Ahora estamos dando una respuesta con lo que tenemos”, indica Carbonne en conversación telefónica con EL PAÍS.  En concreto, esta organización ha puesto en marcha con el Gobierno y el PMA un programa destinado a 2.150 hogares de Podor y Matam. “Realizamos una transferencia monetaria a las familias parecida a una protección social: una cantidad de siete euros por persona y mes multiplicada por el número de miembros de la unidad familiar”, detalla. Este sistema es un clásico que se realiza en situaciones de emergencia para que los afectados tengan acceso al mercado alimentario. “Porque está funcionando; los precios han subido un poco pero hay alimentos”, detalla el cooperante. “El problema es que las familias más pobres no tienen dinero y es peligroso que empiecen a contraer deudas o a comer menos durante unos meses. Esto empieza a tener consecuencias nutricionales y así es cómo se transforma una crisis alimentaria en una crisis nutricional”, explica. “Esta es la segunda que vivo y es el mismo mecanismo, es muy conocido para nosotros”.
Las madres son quienes reciben mensualmente el dinero en efectivo para cubrir sus gastos alimentarios en junio, julio y agosto. Además, las familias con hijos de entre 6 y 59 meses o con mujeres embarazadas y lactantes reciben harina enriquecida hecha a base de cereales locales con complementos nutricionales (minerales y vitaminas). “Hasta septiembre haremos tres distribuciones llevando un seguimiento de los niños afectados por desnutrición aguda, para evitar el máximo número de casos”, ha precisado Carbonne.
Además, de las transferencias, las madres de las comunidades beneficiarias son formadas para evaluar el estado nutricional de sus hijos menores de cinco años. “Los casos de desnutrición son remitidos a los centros de salud dependiendo de la gravedad”, detalla Carbonne.
Con información de El País

Revista Gente Q.Roo

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