Los youtubers juveniles surgieron con la apertura de su canal, presentándose ante una cámara fija para hablar y contar su día a día, el llamado videoblogging
En el mundo de los influencers sobrevivirán quienes efectivamente hayan tenido la capacidad de convertir su personalidad en algo importante por una razón legítima o porque son útiles a la audiencia en algún grado, ya sea como información o entretenimiento. Cada uno de ellos es producto de su acción, pero también de su tiempo.
“Los del otro lado los veían reales y se sentían más reflejados en ellos porque estaban acostumbrados sólo a los actores de los medios más producidos, mientras youtubers podían salir con un grano en la cara, confesar que estaban deprimidos, o cualquier cosa. Luego, éstos empezaron a pedirle a la gente que les dejara sus comentarios o les dieran un like. Sin saber, estaban haciendo marketing digital con el principio básico de ‘conoce a tu audiencia, dale lo que quiere’”, define el productor y mánager de influencers, Jorge (Koco) Vega.
Conocedor amplio de esta forma de comunicación, agrega: “fueron pasando los años, la plataforma empezó a crecer y los youtubers comenzaron a ganar dinero por la monetización y las campañas de marca. Hoy son ya una industria, la de creación de contenidos. Y si en un principio sus materiales eran bastante básicos, en estos momentos tienen equipos de producción y, sobre todo, deben trabajar con disciplina y constancia. Algunos tienen hasta seis años intentándolo y de pronto les llega la fama. No hay fórmula de éxito para los videos virales”.
Sin embargo, y aunque puede parecer un contrasentido con la definición del concepto, hoy mismo en el mundo digital se puede ser influencer sin contar necesariamente con muchos millones de seguidores.
La clave es lograr el engagement (compromiso, apego) suficiente para influir en decisiones de compra, consumo de contenidos y de todos los intereses imaginables, incluidos los políticos.
“Serán ellos quienes guíen las opciones que tome cierto grupo a partir de esa opinión a la que considere suficientemente importante, la que percibe como legítima”, define José Espinosa, director de la agencia productora ZDU de contenidos de audio y video sobre cultura, entretenimiento e información.
Koco Vega es también de la idea de que existe una mala adaptación del término influencer. “Cualquiera puede influir con un comentario, o aunque tenga sólo 200 seguidores en su cuenta de Twitter. Las agencias de publicidad acuñaron el adjetivo, aunque a los youtubers no les gusta ser llamados así, sino creadores de contenido. Pero si alguien se autodenomina influencer, entonces no lo es”.
La industria de estas estrellas del universo digital ha crecido muchísimo. “Como es facilísimo abrir un canal en esa plataforma, hoy muchos niños de nueve años y hasta menos quieren ser youtubers porque es con lo que han crecido. Ya no ven televisión y para aquellos son los nuevos ídolos, los rockstars”, señala KocoVega.
José Espinosa plantea con un comparativo el resultado de tantos aspirantes a influencers como hoy.
“Es un antro muy popular pero que ya se llenó. En esos lugares suele haber un cadenero. Al principio el antro tenía las puertas abiertas, escuchabas música y podías entrar a bailar y hacerte notar porque lo hacías muy bien. Entonces, ese sitio se empieza a llenar, se ha vuelto muy popular y divertido. Los que fueron primeros en acudir ahí sólo a bailar y destacaron, se volvieron después los que te dan o niegan el acceso. Si ellos levantan la cadena, te tocan y te dan la entrada, puede ocurrir que al rato tú también ya estés bailando. Así ocurre hoy en la inabarcable industria mundo de los influencers”.
Con información de lajornadamaya