Durante los últimos años, uno de los principales retos de las instituciones educativas ha sido transformar su misión de una formación exclusivamente académica a una cada vez más profesionalizante. Existen diversas causas que han motivado a este cambio radical, pero una de las principales se debe al actual mercado laboral que cada vez exige egresados capaces de ser tomadores de decisiones y agentes de acción positiva capaces de modificar su medio ambiente; ante el escenario anterior, no es de sorprender que hoy en día los alumnos que desean cursar una Licenciatura o Maestría, estén enfocados en revisar minuciosamente la proyección profesional que tendrán al egresar de la Universidad en donde decidieron estudiar.
El reto de esta transformación de misión institucional no es fácil, ya que implica un gran desafío que encuentra su fundamentación en que las nuevas generaciones tengan una apertura a ser formados en valores y competencias que finalmente los fortalezcan a ser generadores de cambio y con una visión empresarial, en donde no busquen obtener conocimiento para seguir órdenes, realizando siempre lo que se les indica que hagan, sin realizar cuestionamientos objetivos y no ser detonadores de creatividad, sino al contrario, que el conocimiento esté unificado a la experiencia laboral que puede adquirir el alumno mientras estudia, con esto se obtienen dos importantes beneficios:
- Primero, un alumno que tiene contacto con el mercado laboral previamente a su egreso, consolida los pilares teóricos del aula mediante la adquisición de una experiencia que le permita visualizar de manera concreta su plan de vida en la carrera que eligió.
- Segundo, el poder adquirir valor curricular durante sus estudios académicos, le brinda mayores posibilidades de éxito en su inserción al mercado laboral una vez titulado; al final de cuentas no es lo mismo leer una teoría administrativa, que ejercerla realmente, viviendo las consecuencias de su aplicación, así como los beneficios del éxito cuando es aplicada correctamente.
En nuestra sociedad existen otros retos por vencer para lograr esta educación con visión empresarial, en muchos casos nos encontramos con conflictos generacionales que involucran a personas cuya formación no ha sido formalmente académica, sino incidental, esto trae como resultado que comúnmente sea la praxis de “siempre se ha hecho así y ha funcionado”, a probar nuevas estructuras innovadoras que resulten en eficiencia y optimización de recursos, el miedo al cambio de las generaciones anteriores, es razonable, más no necesario en el medio global actual, el tener generaciones más competitivas y mejor preparadas, implica el también poder darles una oportunidad de ser motores de transformaciones radicales, que promuevan el sano crecimiento de los sectores productivos.
Aunado al reto de eliminar los obstáculos generacionales, se suma el desafío de comprometer a los actuales estudiantes a ser verdaderamente coherentes entre su pensar y actuar, responsabilizándose y sobre todo creerse que el único futuro del país, será el que ellos forjen en el presente. Esto se puede lograr con el ejemplo de las personas que son referencia de estos nativos digitales, que no necesariamente son los más admirados o reconocidos, sino aquella persona que puede lograr cambiar el pensamiento, con una simple palabra de aliento o con alguien que ha demostrado ser un ejemplo de fortaleza y constancia que le ha permitido llegar a ser un referente en su ambiente profesional, inclusive nosotros mismos podemos ser agentes formadores, sin saberlo aún.
En la actual globalización parecería que todo está dicho y que no hay forma de hacer otra aportación significativa, pero precisamente en este sentir, está la oportunidad que tienen las instituciones educativas para formar personas íntegras y altamente competitivas que sean generadoras de empleo y que lleven a los actuales mercados a niveles nunca antes vistos, en donde la búsqueda de nuevos retos sea el factor de generar nuevo conocimiento.
Al tratar de ser pionero de cambio, implica también un desafío inherente para las nuevas generaciones, y se basa en desarrollar un espíritu de liderazgo y de asumir riesgos, después de todo la mejor vía de aprendizaje para tener una visión de negocios es implementado lo aprendido, así como el enriquecimiento de aprender en base a tu propio esfuerzo y escuchando a aquellos que han estado en la lucha por no ser seguidores sino líderes.
Hay ocasiones en las que se tiene que tomar decisiones que orillan a dos caminos: el fácil, que implica sin esfuerzos; o los correctos. Solamente los que han sido capaces de vencer los desafíos, apoyados por quienes han logrado transformar los retos en oportunidades, serán los que sin lugar a dudas puedan decir que su educación les permitió formar a otros para que alcancen una visión más allá de los límites preestablecidos y que parecían imposibles; estableciendo las nuevas reglas del mundo empresarial y marcando la senda que han de seguir otros.
Bajo este contexto de educar con visión empresarial, no resulta extraño que los retos y desafíos sean grandes, sin embargo vale la pena luchar por ser los primeros en buscar que estas nuevas generaciones se vean a sí mismas no como receptoras de información, sino como generadoras de cambio significativo. El escenario está puesto, solamente falta el compromiso de formar jugadores que quieran tomar la responsabilidad de ser pioneros, y no colonos, de los futuros mercados empresariales.