Albert Einstein: Mi visión del mundo

Albert Einstein

El reto que tenemos en nuestro mundo global: crear e innovar para reducir la brecha de la desigualdad tecnológica, científica, económica y, sobre todo, de desarrollo humano y social.

El conjunto de imágenes que de modo común tenemos acerca de Albert Einstein es la del científico, físico, teórico de la relatividad, genio investigador, entre otras más. Se sabe menos, empero, de su faceta humanista, reflexiva, de sus puntos de vista respecto a la educación, la paz, de su visión respecto a otros genios como Bertrand Russell, Bernard Shaw, de los problemas judíos tales como sus ideales, la relación con el cristianismo, sobre la necesidad del sionismo, entre otros temas más. Con la intención de contar con una visión mucho más amplia de Albert Einstein es recomendable leer la visión del mundo, desde la propia óptica de este gran físico nacido en Ulm (1879) y muerto en Princeton (1955).

Llama la atención desde las primeras líneas encontrar el sentido que Einstein daba a la vida, dice él: “Curiosa es nuestra situación de hijos de la Tierra. Estamos por una breve visita y no sabemos con qué fin, aunque a veces creemos presentirlo. Ante la vida cotidiana no es necesario reflexionar demasiado: estamos para los demás”. Y si estamos para los demás, dice Einstein, se precisa de una cultura ética. Para la estructuración de una vida en común, los rasgos ético-morales son de “vital importancia”.

Y es muy enfático al señalar que en este sentido “no nos puede salvar ninguna ciencia”. Lo cual dicho por él resulta de gran relevancia, sobre todo por su anti-cientifismo. Por lo que se puede leer, a Einstein no le preocupaba el desarrollo técnico de la humanidad sino “la proliferación de un tipo de mutua falta de consideración”. Resalta, en consecuencia, el tema de la comprensión de los demás pero advierte que ésta sólo da frutos “si va acompañada de simpatías y de comprensión”.

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Las líneas anteriores nos develan a un Einstein humano, interesado por vivir y en dar sentido a la vida humana. Como ejemplo la expresión: “Quien sienta su vida  y la de los otros como cosa sin sentido es un desdichado, pero algo más: apenas si merece vivir”.
La propuesta que esta lectura nos sugiere, según mi enfoque, es que la combinación de una visión científica con rasgos humanistas, reflexivos, críticos es un imperativo en nuestro mundo globalizado, un mundo que parece apostarle mucho más a un desarrollo científico dogmático antes que reflexivo, más pragmático y utilitarista que crítico y creativo.

Albert Einstein
Albert Einstein

La ciencia por sí misma no es suficiente en todos estos espacios en donde se hace necesaria la toma de decisiones que de modo implícito conllevan un rasgo de comprensión e interés por los demás que no es válido desdeñar.

El escenario que nos ofrece Einstein en donde “no es suficiente enseñar a los hombres una especialidad” porque con ello sólo se convierten en “algo así como máquinas utilizables pero no en individuos válidos” es un escenario, según lo veo, que invita a reflexionar respecto al presente y futuro de la educación, en todos sus niveles pero, particularmente, en el nivel superior.

La educación, nuestro sistema educativo, precisa de manera clara no sólo de ofrecer herramientas técnicas o científicas con las que un individuo se puede considerar calificado para realizar tal o cual actividad sino, más bien, de ampliar esa visión técnica con aquellas herramientas que hagan del hombre un hombre válido; el cual, según Einstein, es “aquel que siente intensamente aquello a lo que puede aspirar. Tiene que recibir un sentimiento vivo de lo bello y de lo moralmente bueno.

En caso contrario se parece más a un perro bien amaestrado que a un ente armónicamente desarrollado”. Esa parece ser, pues, la tarea. Una tarea que en caso de cumplirla nos permitirá observar individuos, hombres y mujeres, con mejores herramientas para innovar y construir así como de convivencia y solidaridad humana.

A modo de colofón: en una entrevista al diario Boston Globe en 2014, Deborah K. Fitzgerald, decana de la escuela de humanidades del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) señala que muchos de los proyectos de ingeniería fallan porque no tienen en cuenta lo suficiente el contexto cultural. Por eso, sus alumnos están obligados a dedicar el 25% de sus horas de clase a asignaturas como literatura, idiomas, economía, música o historia.

Explicaba que todos los retos que debe resolver la ingeniería, desde el cambio climático a las enfermedades o la pobreza, están ligados a realidades humanas. Ese es el reto que tenemos en nuestro mundo global: crear e innovar para, en la medida de lo posible, reducir la brecha de la desigualdad tecnológica, científica, económica y, sobre todo, de desarrollo humano y social.

Albert Einstein: Mi visión del mundo