Cómo educar a nuestros hijos con el ejemplo

Cómo vamos a promover, por ejemplo, la puntualidad, si nuestros hijos observan lo contrario?

Es posible que no nos demos cuenta, pero nuestros hijos son imitadores de todas nuestras conductas. Más aún, también perciben nuestra sinceridad en la manera en la que realizamos estos hábitos. 
Si para inculcar una determinada conducta necesitamos fingir, quizá lo mejor sea desistir de nuestro intento. Por este motivo, los adultos tenemos que ser coherentes y respetar también las reglas.
A este respecto, la idiosincrasia familiar y su actitud ante fomentar valores nos servirá para alimentar ciertos hábitos. Por ejemplo, si en nuestra familia se presta especial importancia a la buena imagen frente al entorno, será mucho más sencillo inculcar hábitos respecto a la higiene o a los buenos modales. 
Debe existir, en definitiva, una coherencia entre actitudes, valores y hábitos que deseemos promover.
Los niños, desde el primer momento, actúan imitando las conductas y actitudes que ven a su alrededor. Mas tarde, a través del lenguaje, llegan a comprender las razones por las que sus padres actúan así.
 De este modo, la manera de actuar de los padres y las razones por las que lo hacen, conforman una especie de fluido que envuelve al niño y que penetra dentro de su inteligencia y de los hábitos que va adquiriendo. Y casi sin proponérnoslo, va asumiendo nuestros valores. Estoy hablando del ejemplo que damos el padre y la madre   y que es muy significativo cuando los hijos son pequeños.
Somos modelo de nuestros hijos 24 horas al día, 365 días al año. Pero no todo ese tiempo somos brillantes ejemplos de madurez y armonía. A veces mentimos, perdemos estribos, se alteran  los nervios, decimos palabrotas… pero si perdemos el control de la situación les estamos enseñando a irritarse por tonterías, les damos la «explosión» como solución a un conflicto ¿Queda nuestra labor pedagógica dañada cuando trasgredimos las normas que intentamos inculcarles? No tiene por qué ser, es más, siempre podemos convertir nuestros momentos menos afortunados en lecciones para nosotros mismos y para nuestros hijos.

Los padres debemos estar de acuerdo en lo que le decimos a nuestro hijo, utilizando una voz segura y una mirada firme. 
No puede ser que intentemos fomentar, por ejemplo, el orden y que, sin embargo, dejemos pasar con frecuencia que la habitación no se encuentre en buen estado. A este respecto no podemos dejar de mencionar que la aplicación de límites otorga al niño una intensa sensación de seguridad, ya que sabrá perfectamente en qué terrenos moverse.
Nuestros hijos, en la mayor parte de los casos, son un fiel reflejo nuestro. De padres educados, suelen salir hijos bien educados. Lo que se ve en casa a diario, es lo que aprenden nuestros hijos. Y para eso, hay que empezar desde muy temprana edad a enseñarles.
 Insista para que no olviden lo que van aprendiendo. Es muy fácil relajar ciertas buenas costumbres y caer en actuar de forma poco correcta. Si lo hace, procure no hacerlo delante de ellos.
Por último, tenemos que ser conscientes de que debemos armarnos de paciencia, ya que la adquisición de un hábito es un proceso lento. Sus resultados no se verán de inmediato, sino a largo plazo, pero sus beneficios durarán toda la vida.
Se paciente y comprensivo con tu hijo (a), si te gana los nervios, la angustia, ansiedad.etc
Es tiempo de buscar ayuda psicológica para que puedan salir adelante tus hijos y tú.