Hepatitis: qué tipos hay y cómo diferenciarlos

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Hepatitis. Esta infección puede causar fatiga intensa, náuseas, vómitos y dolor abdominal, además de provocar ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos) y un oscurecimiento de la orina

Pero sus versiones más graves causan daños hepáticos crónicos, que pueden llevar a la muerte.

La hepatitis es la segunda enfermedad infecciosa más mortífera después de la tuberculosis, destaca la OMS, y hay nueve veces más personas que contagiadas que infectados de VIH.

Y es que, si bien uno puede desarrollar la enfermedad como consecuencia de ingerir algunas sustancias tóxicas, como el alcohol y ciertas drogas, o a causa de enfermedades autoinmunes, la causa más común de la hepatitis son los virus.

En la segunda mitad del siglo XX, los científicos lograron identificar toda una serie de virus que causan distintas formas de hepatitis.

Nombraron a estos virus según las letras del abecedario: A, B, C, D, E, F y G.

En ocasión del Día Mundial contra la Hepatitis, te explicamos cuáles son estos tipos de hepatitis virales y en qué se diferencian.

Hepatitis A (VHA)

Esta variante es causada por el virus de la hepatitis A (VHA) que se transmite a través del contacto con restos de materia fecal de personas infectadas, ya sea por no lavarse las manos o por consumir agua o alimentos que están contaminados.

Según la OMS, “la mayoría de los habitantes de zonas del mundo en desarrollo con saneamiento deficiente se han infectado con este virus”.

También se puede propagar por ciertas prácticas sexuales.

Pero hay tres motivos por lo cuales el VHA causa una de las variedades de hepatitis menos preocupantes.

Por un lado, porque las infecciones suelen ser leves, causando síntomas como diarrea, dolor de estómago, pérdida de apetito, náuseas, cansancio y fiebre. Y solo pocos casos resultan graves y potencialmente mortales.

Por otra parte, los infectados suelen recuperarse por completo y adquieren inmunidad contra infecciones futuras por este virus.

Y, en tercer lugar, en la década de 1990 se desarrollaron vacunas seguras y efectivas para prevenir esta infección (que se suelen administrar en los primeros dos años de vida).

Hepatitis B (VHB)

La hepatitis B es uno de los dos tipos más graves de esta enfermedad, ya que puede volverse crónica y generar insuficiencia hepática, cirrosis o cáncer de hígado.

El VHB se transmite a través de líquidos corporales infectados, en particular sangre y semen.

También puede transmitirse de madre a hijo durante el parto o de un familiar infectado al bebé.

Los más pequeños tienen un mayor riesgo de desarrollar una infección crónica de hepatitis B que quienes contraen la infección de adultos, que, aunque presenten síntomas graves, suelen recuperarse completamente.

El VHB representa un riesgo para el personal de salud, que puede infectarse de forma accidental si sufre un pinchazo de aguja o una herida con un elemento contaminado con sangre infectada.

Según los datos de la OMS, casi el 80% de las personas con hepatitis crónicas fueron infectadas por el VHB.

Pero, aunque no tiene cura, hay una buena noticia: sí existen tratamientos eficaces.

Y, mejor aún: desde 1980 hay una vacuna que es capaz de prevenir la enfermedad. Se recomienda administrárselo a los recién nacidos en las primeras 24 horas de vida.

 

Hepatitis C (VHC)

Esta es la otra variante más dañina y letal de las hepatitis virales. Y también cierra el grupo de las tres variedades más conocidas de hepatitis.

Los científicos recién lograron identificar el VHC en 1989 (durante dos décadas lo llamaban simplemente “hepatitis no A no B”)

Al igual que el VHB se transmite por exposición a sangre contaminada -la transmisión sexual es mucho menos común, afirma la OMS– y el daño que causa es similar.

Se cree que la mayoría de los infectados son personas que compartieron agujas con alguien infectado o que recibieron transfusiones de sangre contaminada con el virus (antes de 1990 no se revisaba la sangre donada en busca de este virus).

Hoy se cree que el VHC genera cerca del 20% de las hepatitis crónicas.

Sin embargo, tiene dos grandes diferencias con la hepatitis B.

La primera es que no provoca síntomas, por lo que la gran mayoría de las personas infectadas no se enteran que tienen la enfermedad hasta décadas más tarde, cuando el daño al hígado es avanzado.

Esto seguramente explica por qué la hepatitis C es la principal causa de los trasplantes de hígado.

La otra diferencia es que no existe una vacuna para prevenir el contagio.

Sin embargo, hay motivos para ser optimistas: hoy el 95% de las infecciones crónicas se pueden curar usando antivirales, aunque el tratamiento es costoso.

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Hepatitis D (VHD)

Está ligada a la hepatitis B porque sólo pueden contagiarse del VHD las personas ya infectadas con el VHB.

Por eso, este virus es poco frecuente: se estima que el 5% de los pacientes con hepatitis B están coinfectados por el virus de la hepatitis D, que se transmite por las mismas vías (sangre y semen).

Sin embargo, quienes la contraen corren un mayor riesgo.

Según la OMS “la infección simultánea por ambos virus puede causar una afección más grave y tener un desenlace peor”.

Debido a su vínculo con el VHB, la buena noticia es que las vacunas contra la hepatitis B también protegen contra la hepatitis D.

Hepatitis E (VHE)

La hepatitis E se transmite de la misma forma que la A: a través de la ingestión de agua o alimentos contaminados, o por contacto directo con heces infectadas.

Por ello, es común que haya brotes epidémicos en países subdesarrollados, con malos sistemas de saneamiento.

Sin embargo, la OMS advierte que “cada vez se le reconoce más como una causa importante de enfermedad en los países desarrollados“.

Al igual que la hepatitis A no causa problemas hepáticos crónicos, aunque puede ser más peligrosa en mujeres embarazadas.

Un niño por ser vacunado
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Si bien existen vacunas que la previenen, estas no tienen una distribución tan amplia como las de la hepatitis A.

Por este motivo, los expertos aconsejan minimizar los riesgos lavándose bien las manos y evitando consumir bebidas o alimentos (incluyendo hielo) que puedan estar contaminadas.

Hepatitis F (VHF)

En 1994 varios científicos descubrieron evidencias de un virus que causaba hepatitis y no era el A, B, C, D o E. Lo llamaron VHF.

Se trata de una infección muy infrecuente, que, se cree, se transmitiría a través de alimentos o agua contaminada.

Solo se han documentado unos pocos casos aislados en el mundo y hay muy poca información sobre esta forma de hepatitis.

Hepatitis G (VHG)

Este virus, identificado en 1996, solo suele afectar a personas ya infectadas con hepatitis C.

Pero, a diferencia del vínculo hepatitis B y D, estar infectado con VHG no empeora la hepatitis C.

Es más, las últimas investigaciones sugieren que el virus no es un patógeno, es decir, que no causa enfermedad.

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