Hogares bioclimáticos: A favor del bienestar y el medio ambiente

Los métodos de sostenibilidad que combaten la decadencia energética y medioambiental del planeta están por doquier. Con el propósito de hacer del ahorro en el consumo de energía un objetivo común, la arquitectura bioclimática concibe las casas pasivas como una solución alcanzable.

Escenografía para un mundo sostenible

El mundo está sumido en un aparentemente ineludible cambio climático que, debido a su gravedad, conllevará muchas modificaciones de nuestro modo de vida. Unido a la contaminación que asola el planeta, esta alteración del ecosistema está dejando ciertas secuelas, algunas lamentablemente ya irreparables. Unos efectos que han condicionado la existencia tanto de los animales y su hábitat, como de las personas y su entorno. Una paradójica situación provocada por la falta de empatía del ser humano para con la naturaleza de la que el mismo se alimenta.

Por otra parte, la crisis energética también ha plantando su semilla apocalíptica en el escaso vergel de nuestros recursos. Profetizando un futuro en el que la precaución y la mesura en pos de la sostenibilidad deben radicar bajo la obligatoriedad del compromiso y la responsabilidad con los seres vivos. Esta crisis, nacida de la escasez, se traduce en un aumento del precio del suministro de las fuentes energéticas que dan al mundo la modernidad y el confort que le asociamos. Sin dichos recursos, es preciso trabajar en un entorno más sostenible con el que poder reparar los daños y sacar el barco a flote.

Sostenibilidad: Contra el declive del medio ambiente

El cáncer de la contaminación no sólo afecta al aire, el agua y la tierra, en su estado más “básico” de nocividad. Sino que también existe la contaminación acústica, lumínica, térmica e incluso electromagnética, alterando el curso natural de los animales que la sufren y el bienestar de las personas que las soportan. La salud del planeta está estrechamente ligada a la salud de los seres que lo habitan. Velar por su seguridad y permanencia es simplemente una apuesta por la vida.

En su estado de insalubridad, la contaminación en el aire puede generar substancias cancerígenas, desembocando en riesgo de padecer asma o daños en el sistema reproductivo. Asimismo, los elementos contaminantes que envenenan el agua o incluso el suelo afectan a los seres que las necesitan para vivir. Como bien ocurre con el recurso básico del agua para todo tipo de vida, o de la tierra con las plantas y los árboles que crecen de ella.

He de ahí que la solución a muchos de los conflictos de esta índole pase por el predecible modus vivendi del ser humano. Y en este punto, que tanto nos incumbe, entra en el tablero la sostenibilidad. Un modo de desarrollo que trata de satisfacer las necesidades actuales sin erradicar los recursos que han de servir a las futuras generaciones. Es decir, la preservación del bienestar social sin comprometer al medio ambiente. Y que da sus frutos en verdaderos ejemplos de comunión entre hogar y ecologismo, como sucede con la arquitectura bioclimática.

Los valores de una arquitectura bioclimática

La arquitectura bioclimática es un tipo de arquitectura cuyo objetivo es el diseño de viviendas adaptadas al medio ambiente. Mediante la optimización del consumo de recursos naturales, según la situación climática del edificio o casa, y buscando en todo momento el máximo ahorro de energía. Una solución práctica para dar cabida en el espacio doméstico a la sostenibilidad por medio de las energías que ya de por sí proporcionan, por ejemplo, el sol o el viento.

En este aspecto, cabe remarcar las llamadas casas pasivas como producto de la arquitectura bioclimática. Un tipo de construcción de muy bajo consumo energético que, además, aporta la temperatura ideal durante todo el año. En 2010 se registraron aproximadamente unas 25.000 viviendas de este tipo, con especial presencia en Escandinavia y algunos países de habla alemana.

Dado que su función es también un estándar de sostenibilidad doméstica, las casas pasivas no se reducen al uso de particulares. También son aplicables en negocios, hospitales y otros establecimientos. Diversificando su área de utilidad para múltiples espacios cuyo propósito común sea el de contribuir a un mundo más agradable.

Casas pasivas: Hacer del hogar edén y ejemplo

Aunque en su estado primitivo, las casas pasivas surgieron en Norteamérica como alternativa a la crisis del petróleo de los 70’, su estándar se originó hacia 1988 bajo el termino alemán passivhaus. Bastó con una conversación entre Bo Adamson de la Universidad de Lund y Wolfgang Feist del Instituto de la Vivienda y el Ambiente para dar forma ideática a un primer dibujo tácito de dicha construcción. Sumándose a ello múltiples estudios e investigaciones posteriores que terminaron por diseñar y configurar lo que hoy se conoce como casas pasivas.

El concepto de pasividad que sobresale del término “casa pasiva” viene determinada por su carácter receptor. En este sentido, recibiendo energía externa natural en lugar de generarla o extinguirla. Profundizando en su funcionamiento, una casa pasiva aprovecha la radicación solar, el aislamiento, la ventilación e incluso el terreno. Así como también completa su energía mediante fuentes renovables con placas fotovoltaicas u otros métodos.

La idea, por lo tanto, es simple: sacar partido a todo aquello que no ponga en peligro el medio ambiente y, a su vez, lo preserve. Una precisa y generosa fórmula que, a pesar de su coste algo elevado, consigue reducir el dispendio futuro del coste en otras energías. Contribuyendo a la tan necesitada armonía que el planeta necesita desde la primera aplicación que debe tener la sostenibilidad: la responsabilidad individual y, por ende, la del propio hogar.

Por Sergi Garcia

Con información de ecoportal