Siempre hay quien nos mira con suspicacia, como diciendo ¿seguro buscan algo más? Claro que buscamos más, solo que la nuestra, a veces no se entiende porque, hay que estar en un modo creador, en un modo solidario, en un modo humanista, y para una economía solidaria esas cosas ya no son de uso común: Alejandra Flores
Soy modelo 70 y nací en la Ciudad de México. Llegué a Cancún a principios de 1997. Huía de la cotidianidad y quería pasar un mes de vacaciones en el Caribe, con el más rebelde de mis hermanos. Por vicio de oficio, al llegar compré los periódicos que circulaban en Quintana Roo. Me interesaba saber qué historias se contaban en estos lares, cómo y quién las escribía. Encontré un anuncio: “Se solicita reportera”, así, en femenino; me animó la curiosidad, y también las ganas de trabajar por primera vez, en un periódico que decían, era el más leído. “Estas sobrecalificada”, dijeron. “Con tus dos carreras encontrarás algo en la hotelería”. “Soy periodista”, insistí, y me quedé cuatro años.
Pasar de la sección de Sociales y Espectáculos a las de Cultura fue solo cuestión de tiempo. Pasar del periodismo cultural a la literatura, fue cuestión de valentía. Requerí de idealismo para pasar del fomento a la lectura la dirección de festivales culturales, y de ambición para abrir Librélula editores y Agenda Libre, marcas que me permiten impartir talleres, acompañar autores, publicar libros y promover el arte y la cultura en radio, prensa, televisión e internet.
Todo lo que hago alimenta una cadena de valor que amplió su círculo virtuoso cuando abrí, hace casi tres años, La Casa del Árbol. Se trata de un Coworking Creativo y Laboratorio de Arte donde tenemos sede Librélula editores y Agenda Libre, así como algunas de las marcas más importantes de nuestra industria cultural, como el Centro de Creatividad Fotográfica del Caribe, Iguana Cruda, Correctores de Cancún, Noema Consultores, Arteterapia de Cancún, Sonrisas al Corazón, Arpa Fest, o Afán Producciones.
Una economía solidaria
En La Casa del Árbol se hace networking, se validan proyectos, de capacita y se experimenta. De lunes a domingo, la oferta de talleres complementa nuestra quehacer: Escritura creativa, Ortografía, Fotografía, Cine, Dibujo de Figura Humana -con modelo al desnudo-, Filosofía, Pintura al Óleo, Risoterapia. Presentamos libros, ofrecemos conferencias, organizamos recitales, lecturas poéticas. En cada sesión compartimos conocimientos, experiencias, pasiones, ideales, con cada encuentro creamos pequeñas comunidades donde, poco a poco, tejemos redes de fina trama. El fin: sostener nuestras almas, y con un ganchito, el alma de nuestra ciudad.
Es obvio: soy idealista y bolivariana, creo en las economías solidarias y en el trabajo comunitario. Soy una emprendedora cultural que arrancó desde el autoempleo -léase autoexplotación-. Soy una escritora que ha aprendido a llevar los números y a pasar de la tinta roja contable, a la tinta negra contante y sonante. Tesón y claridad, sumado a disciplina y constancia, nos acercan también a nuestras metas sociales: empoderar personas creativas y hacer comunidad.
Cuando busco en mi historia la chispa que originó mis pasiones -el arte, la cultura, los libros, el periodismo-, la encuentro en los museos. Todos los domingos de mis años de secundaria visité uno distinto. Nací y crecí en la Ciudad de México y gracias a esos espacios creados por las políticas públicas de nuestro país, encontré las rutas para responder a mis primeras preguntas existenciales: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿por qué y para qué existo?
Tomé conciencia de que existía un Yo soy, cuando tenía doce años y desde entonces fui la “rara” de la familia, y por fortuna, no he dejado de serlo. Crecí en una casa sin libros, sin enciclopedias, con unos cuantos discos de tango y boleros rancheros. Provengo de una familia que veía telenovelas y partidos de futbol. Mi único contacto con las bellas artes fueron los museos, luego lo serían las bibliotecas públicas, la Cineteca Nacional y las salas de conciertos. Esa también es mi lucha: nuestros Derechos Culturales.
Desde hace más de veinte años he cubierto la fuente de Cultura en Quintana Roo. He sido testigo de la debacle del sector cultural tanto a nivel estatal como municipal; producto de la ignorancia, la improvisación, la corrupción y la frivolidad de funcionarios cuya falta de perfil es tan grave, que hemos perdido -por lo menos-, una década en el desarrollo, no solo en la infraestructura cultural, sino en el fortalecimiento de nuestra industria creativa.
Con todo, la cultura nos mueve. Hoy el arte y la cultura en Quintana Roo suceden con, sin y a pesar de las instituciones federales, estatales y municipales. La mejor manera que hemos encontrado -desde la independencia y la autogestión-, es la de hacer comunidad y, como un Cluster Creativo, buscar alianzas que fortalezcan nuestros proyectos.
Ante los desafios mundiales, hoy encabezamos en colectivo un movimiento #NuestroViruseselArte. Desde el #Quédateencasa, se gestan nuevas rutas para hacer del arte lo que ha sido a lo largo de la historia: asidero de la humanidad, memoria viva de nuestro ser creador, detonante para la reinvención; sentido, para los sinsentidos.
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