La gestión de las emociones

No es fácil ser directivo de una empresa. La alta dirección enfrenta retos importantes, pero sin duda alguna el más importante es el de ser un líder que promueva entre su personal el trabajo en equipo y el liderazgo proactivo.

Los expertos en recursos humanos del mundo concuerdan en que las empresas serán más exitosas y competitivas en la medida en que la gestión de las personas se dé en todos los niveles más eficientemente y en que se conozca con profundidad las personalidades de nuestros colaboradores.
El éxito de una empresa dependerá de que sus colaboradores se sientan integrados emocionalmente con ella, de que la confianza y la reputación sean los activos más importantes y de que la humildad con la que el líder debe gestionar esos valores se muestre en todos los niveles. No es nada fácil, ya que comúnmente los directivos se dejan llevar más por los problemas operativos que por la toma decisiones, es decir, la alta dirección no debe perder de vista el factor humano en ningún momento, ya que la alta dirección es un dinamizador de ideas y de personas, no de cuestiones operativas.
Los últimos estudios señalan que la inteligencia emocional es el factor de éxito más importante en cualquier persona, incluso más que el coeficiente intelectual. De hecho, diversos analistas señalan que la inteligencia emocional es responsable de casi el noventa por ciento del éxito de los líderes empresariales en el orbe.
La inteligencia emocional ayudará a estimular y mejorar las relaciones del empleado dentro y fuera de su empresa. La calidad de la relación entre el empleado y su jefe directo, su jefe, es muy importante a la hora de conseguir no sólo su propia rentabilidad, sino también la de todos sus compañeros en el entorno de trabajo.
Con esto lo que quiero enfatizar es que las empresas son emocionalmente estables cuando dentro de ellas se llevan a cabo relaciones basadas en valores humanos, donde todos los integrantes se sienten conectados con la misión y los objetivos de la propia empresa. No es una tarea fácil, sin embargo, es la razón de ser de la alta dirección: potencializar a cada uno de los miembros a través de la gestión de las emociones.
Por todo ello la gestión de las emociones dentro de cualquier empresa se verá reflejada en una mejor comunicación. El empleado se sentirá más integrado y con mejor calidad de vida, pensando obviamente que la mayor parte de nuestro tiempo la pasamos trabajando de un modo creativo.
A las personas hay que dejarlas pensar, imaginar, crear, no limitar su potencial. Muchas veces, por no dejar ser a las personas, las llegamos a afectar emocionalmente y esto trasciende el ámbito familiar. Nos encontramos en un momento donde las estructuras que tradicionalmente han perdurado en la sociedad se están transformado: familia, globalización, hábitos de consumo, ecología, responsabilidad social, sostenibilidad… Todo ello nos obliga necesariamente a adaptarnos al nuevo entorno, y esto provoca unas tensiones que el profesional y el ejecutivo debe soportar. Por ello está obligado a tomar decisiones que pueden llegar a ser contradictorias: buscar su propio beneficio o el de la empresa.
La gestión de las emociones en la empresa nos debe permitir adaptarnos a nuevas situaciones que están por venir, y para las que la experiencia es importante, pero no básica, ya que los cambios serán drásticos y se plantearán nuevos escenarios.
¿Ustedes sabían que entre el sesenta y el noventa por ciento de las enfermedades por las que consultamos al médico se deben a la forma tan deficiente con que manejamos nuestras emociones? Todo en el ser humano es emoción, incluso cuando en alguno de nuestros colaboradores observamos que no siente nada. Al contrario, de aquéllos que se muestran más insensibles, muy probablemente, con un poco más de sensatez y calidez podrás obtener lo mejor.
Seguramente les ha pasado: encontrarse con alguien al que tachamos de apático y malhumorado. Posiblemente sólo sea el semblante. En el fondo, también es un mar de emociones como todos los seres humanos.
El reto de la alta dirección no es la generación de valor a través del crecimiento de los activos financieros de la empresa. El activo más importante no es el económico, ni siquiera es la razón de ser de una empresa. En la época actual, el ser humano se ha convertido en al activo más valioso de la empresa y es a través de la gestión de las emociones como generaremos verdadero valor a la empresa.
*Raúl Cazares Urban. Licenciado en Contaduría por la UNAM. Maestría en Finanzas y en Alta Dirección. Master en Humanidades. Ha sido consultor para Pricewaterhousecoopers México y Grupo Integer. Contralor y catedrático en la Universidad Anáhuac. Contador de los Servicios estatales de Salud del estado de Q. Roo.