Masculinidad, Androcentrismo y Misoginia. En México existe un aumento de mujeres amas de casa infectadas del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) que no usaron preservativos por miedo y temor a la reacción del cónyuge o concubino
Desde la niñez, la mujer y el hombre, se ven influenciados por mensajes que modelan rasgos de personalidad, opiniones y modos de comportamiento, mensajes que forman parte de la vida cotidiana y que crean las diferencias de género.
Las políticas, programas y lineamientos de Estado sobre equidad de género existentes tanto en la sociedad mexicana como la quintanarroense no están enfocadas a la erradicación de la ‘misoginia’ existente en el ámbito educativo y familiar.
Es decir, la discriminación que sufre la mujer en la familia y en la sociedad, es a final de cuentas, ‘protegida’ por convencionalismos sociales, normas morales y en ocasiones por disposiciones jurídicas ‘entintadas’ de una doble moral: por un lado el respeto a los derechos humanos y por otra, la violación a los derechos de mujeres y niñas.
También te puede interesar:
Cecilia Payne-Gaposchkin, la mujer que descubrió de que están hechas las estrellas (y desafió el machismo en la ciencia)
El ‘androcentrismo’ y la ‘masculinidad’ predominantes en las diferentes esferas de desarrollo y acción donde participan hombres y mujeres diariamente, son factores provenientes del seno familiar y que fortalecen en gran medida el comportamiento machista y misógino del hombre hacia la mujer. Más todavía cuando nos referimos al lenguaje que logra impactar y reflejar las mismas actitudes de discriminación hacia ellas.
El ‘androcentrismo’ es el comportamiento tendiente a colocar al varón como el único portador del poder garantizándole exclusivamente la facultad de resolución de conflictos, toma de decisiones y manejo de los problemas en la misma familia y la sociedad, con la justificación de que todo lo femenino es débil, que la mujer resulta inestable en el control de sus emociones y por ende, incapaz de asumir responsabilidades que impliquen riesgos enormes.
Misoginia’ del griego ‘miseo’ significa odio y ‘gyne’ referente a la mujer, el rechazo, odio, desprecio y menosprecio de todo lo relacionado con lo femenino.
En la medida que vayamos proporcionando una educación de respeto enajenada totalmente de tintes machistas y misóginos a hombres y mujeres desde la niñez, será la única forma de garantizar y empoderar a ambos en sus derechos.
Me refiero a “empoderar” como el otorgamiento, no sólo del reconocimiento de sus prerrogativas como hombre y mujer, sino de la proporción de herramientas que les permitan ejercer tales derechos en un nivel de igualdad sustancial, es decir, comprendiendo que mujer y hombre son distintos biológicamente pero pueden subsanarse unos a otros tales diferencias para un pleno reconocimiento y ejercicio de sus derechos humanos.
No basta sólo con que exista una disposición jurídica que enuncie y proteja el respeto a los derechos fundamentales y humanos de la mujer. Es necesario que se eduque a niños, niñas y adolescentes en la propia familia con el ejemplo de los padres. Sin duda, la familia se convierte en gestora de valores.
Masculinidad, Androcentrismo y Misoginia. Vemos ejemplos tales como el padre de familia que le permite la entrada hasta tarde después de una salida al antro, al hijo pero no a la hija, siendo ambos menores de edad, con la única justificación de que “él es hombre y tiene menos que perder”; o en el caso de que el hombre tiene que decidir sobre su pareja si usar métodos de prevención o de planificación familiar y en su momento, cuál elegir.
Conductas que son aceptadas por la misma sociedad y una educación que se transmite de padres a hijos normalmente, pero la realidad se torna preocupante cuando esto lleva a consecuencias drásticas, por citar un ejemplo, en México existe un aumento de mujeres amas de casa infectadas del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) que no usaron preservativos por miedo y temor a la reacción del cónyuge o concubino.
Fomentando actitudes positivas que permitan disfrutar a hombres y mujeres de una libertad personal, de pensamiento, de acción y hasta sexual.
El derecho de la mujer a no ser discriminada, a poder ejercer su sexualidad y decidir sobre su profesión, educación y oficio que se aplique desde la infancia: educar a la niña a ser respetada como mujer.
Desde una perspectiva de género actualizada, brindaremos a los jóvenes las herramientas para que en el momento en que tengan que enfrentar la etapa de reconocimiento y ejecución de tales derechos, puedan ejercerlos sin ningún prejuicio, presión ni estereotipo.
Dichos resultados se verán sin duda reflejados en una mejor sociedad civil secularizada y un gobierno democrático que aplique leyes justas y acordes a la equidad de género.