La industria automotriz se ha encargado de hacernos pensar que los automóviles eléctricos son el futuro de nuestra movilidad y nos hacen creer que una manera de reducir nuestras emisiones de CO2, de controlar nuestro consumo de energía y desacelerar el cambio climático es con autos eléctricos.
Pero ello es solo el marketing de la industria, el “green washing” o maquillaje verde de los coches y la desinformación. No hay manera en la que los autos eléctricos nos ayuden a desacelerar el cambio climático (aunque tengan un ligero impacto positivo respecto a los autos de combustión). ¿Y por qué no son los autos eléctricos la solución a la crisis ambiental? Muchas razones.
La razón más importante: la mayor parte de la contaminación asociada a un auto no es la gasolina que consume, sino producto de fabricarlo. Producir un vehículo puede generar más de 17 toneladas de CO2 (casi tanto como tres años de gasto de gas y electricidad de una familia típica británica) y ello es principalmente por la extracción de metales que se utilizan en el auto (33%).
Aún si un automóvil se moviera “solo con aire”, cerca de 70% de la contaminación asociada a ese auto seguiría presente. Se calcula que si un coche se reemplaza a los 50,000 kms, casi 70% de su CO2 proviene de la producción misma del coche.
Los materiales que se utilizan para la producción de autos eléctricos, en particular litio, son especialmente contaminantes. Además, las llantas de los automóviles requieren vulcanización y se utilizan aceites, pinturas, partes plásticas y varias toneladas de materiales para producir un vehículo, incluso si es eléctrico. Es decir que al cambiar autos de gasolina por autos eléctricos, solo estamos reduciendo una parte muy pequeña de la contaminación del auto.
Además de la producción, la energía que consumen los autos eléctricos no es muy verde. Solo 20% de la electricidad que se produce en el mundo proviene de fuentes renovables, la mayoría de la energía eléctrica que se produce hoy en el mundo se obtiene mediante la quema de combustibles fósiles (62%), y aunque afortunadamente las energías renovables van en aumento, se estima que para 2040 cerca de 50% de la electricidad que se producirá en el mundo, será obtenida mediante la quema de algún combustible.
Eso quiere decir que para que un auto eléctrico (o híbrido) se mueva, requiere de cualquier manera la quema de algún combustible (aunque esa combustión ya no la haga el motor del coche, sino que se haga a distancia).
La industria de los autos eléctricos tiene (y tendrá) un impacto muy relevante en la producción y distribución de energía del mundo. Se estima que si 90% de los autos británicos se sustituyeran por eléctricos, el país tendría que producir 18 gigavatios adicionales a los que produce hoy, es decir, se tienen que construir unas 6 estaciones nucleares más de las que el Reino Unido tiene actualmente.
Construir más plantas, más hidroeléctricas, más termoeléctricas, más… pero se supone que los autos eléctricos nos vienen a detener el cambio climático, ¿o no?
Francia, que prácticamente ya no crecerá en población o en economía, necesita duplicar su producción eléctrica para 2040, principalmente debido a que el mercado se ha decidido mover a la industria de autos eléctricos. Pero a nivel ciudad, ese problema es aún peor.
En una ciudad como Londres, que prácticamente ha alcanzado su población final (es decir, su población tendrá solo ligeras fluctuaciones), hay que perforar banquetas y calles, construir estaciones y cableados, solo porque llegaron los autos eléctricos a la ciudad. Es decir que la industria de los autos eléctricos depende de construir más infraestructura, de abrir más calles, de seguir perforando y de producir, cada día, más.
Cuando una persona decide reemplazar su auto por uno nuevo, la mayor parte de los autos viejos no se destruyen y dejan de existir (y de contaminar) sino que se venden, a un menor precio, a un mercado de menores recursos (por ejemplo, los 7 millones de autos “chocolate” de Estados Unidos que acaban en manos de mexicanos). Los autos viejos, siguen contaminando, solo que en algún otro lugar del mundo.
Con la llegada de autos eléctricos, los autos de gasolina se están remplazando más rápidamente y redujeron el tiempo que son utilizados por su primer dueño. Y con la llegada de autos eléctricos, los autos de gasolina se hicieron aún más baratos y accesibles para un mercado que antes no los podría haber pagado. Es decir que debido a los autos eléctricos, hay cada vez más coches, pero ubicados en lugares menos visibles.
Los autos eléctricos no reducen el tráfico de una ciudad, y al igual que los autos de combustión, requieren mucho espacio urbano para estacionarlos durante la mayor parte del tiempo. Además, no generan mayor seguridad vial y no promueven la actividad física. Es decir, algunos de los muy serios problemas que tienen las ciudades modernas (la falta de espacio urbano, movilidad, seguridad vial y obesidad) son, hasta cierto punto, agravados por el aumento del número de automóviles eléctricos.
Si bien es cierto que los autos eléctricos pueden reducir la contaminación en zonas urbanas y con ello, tener un impacto positivo en la salud de sus habitantes, otras formas de movilidad (como caminar, transporte público, ó bicicletas y monopatines) pueden tener beneficios relevantes en cuanto a movilidad, seguridad vial y obesidad, y también ayudan a reducir la concentración de contaminantes en una ciudad.
Al día se producen en el mundo 192,000 coches, y para comparar, cada día nacen 360,000 personas, pero mueren 150,000 personas, es decir, cada día hay 210,000 personas más en el mundo. Cada día se agregan al mundo casi la misma cantidad de personas que de automóviles. De esos miles de coches que se producen cada día, algunos están maquillados de verde y con ello, nos han hecho creer que colaboran a detener el cambio climático.
Pero definitivamente los autos eléctricos no son parte de la solución, sino del problema: porque producirlos contamina, porque nos demandan generar más energía, por el impacto que tienen en la infraestructura de los países y las ciudades, y porque los automóviles viejos y de gasolina, casi siempre seguirán contaminando, pero en algún otro lugar del mundo.
Posiblemente el peor impacto de los automóviles eléctricos es que contribuyen a que las personas piensen que pueden seguir consumiendo lo mismo pese a la crisis ambiental que vivimos. Los autos eléctricos no solo maquillan de verde a la industria que los produce sino también a los consumidores, que piensan que pueden mantener su estilo de vida y seguir consumiendo como estaban acostumbrados, pues ellos “ya hicieron su contribución al medio ambiente”.
Es posible que respecto a un automóvil de gasolina, uno eléctrico tenga un ligero beneficio en el mediano plazo, pero esa no es la comparación que deberíamos de hacer, sino comparar un automóvil eléctrico contra no tener y no producir un automóvil en lo absoluto.
Llegamos ya al punto en el que tenemos que implementar medidas “sin precedentes” para evitar “daños irreparables” del cambio climático y cambiar autos de gasolina por eléctricos no es, ni de cerca, una de esas medidas. ¿Qué si contribuye? Menos autos, más transporte público, caminar más, utilizar más una bicicleta o un patín.
Y desde un gobierno local, aumentar los impuestos a las personas que tengan vehículos, impuesto a autos nuevos, cargos por congestión vehicular, avenidas de cobro, invertir más en transporte público y mucho menos en infraestructura vehicular, planear mejor la ciudad y más acciones encaminadas no solo a reducir el uso del automóvil, sino a reducir y controlar la producción de los automóviles.
* Rafael Prieto Curiel es matemático del ITAM, trabajó en el C5 de la CDMX por cinco años y realizó una maestría y un doctorado en matemáticas y crimen en University College London. Actualmente es investigador en EAFIT y University of Oxford.
Con información de PuntoDecimalmx