Editorial Diciembre 2005 – Enero 2006

¿Cuáles son los costos de Wilma además del tremendo impacto económico? ¿Cómo medimos hasta dónde fracturó o consolidó a una sociedad cuya identidad bien a bien no termina de cuajar? Sin duda habrá un antes y un después del huracán; no nada más por la destrucción física de hoteles, restaurantes, negocios diversos, y palapas sino porque, a través del daño al patrimonio de otros, el fenómeno meteorológico desnudó el resentimiento social de cientos de personas; no podemos ignorarlo, buena parte de los habitantes mostraron cuán inconformes viven en medio de esa enorme brecha de pobreza-riqueza.
¿Quién puede explicar con certeza la insólita conducta de descarada rapiña que se suscitó en familias enteras en plena contingencia? Cotidianamente, miles de quienes trabajan en lujosos hoteles, quienes le sonríen al turista, quienes cumplen los caprichos de los paseantes, regresan a sus hogares donde el contraste resulta no menos que desalentador, deprimente; un entorno donde ni los servicios básicos tienen. ¿Qué podíamos esperar de jóvenes que crecen sin los satisfactores mínimos, sin alternativas recreativas, culturales o deportivas?
Hay muchas lecciones que aprender de Wilma; hay por supuesto saldos positivos y negativos. Por un lado, observamos que cuando el gobierno federal está interesado, cuando sí hay voluntad, gira instrucciones para reactivar eficientemente: el trabajo del Ejército Mexicano, de la Marina y de la CFE fue en verdad de excelencia; poco se hubiera avanzado sin su apoyo, pero, no podemos estar ajenos a las carencias de la población, a los vacíos sociales, a la magnitud de las limitaciones financieras de gran parte de los habitantes pues el pandillerismo es una respuesta clara de que algo falla, de que algo en nuestra sociedad no está funcionando.
En plena reconstrucción de la infraestructura turística, se requiere una nueva visión política, social y económica tanto de las autoridades, como de los inversionistas y claro, también de la mismísima sociedad. ¿Cancún sigue en pie? Claro, pero, ¿qué nos depara el futuro? Como todo en la vida, depende de todos nosotros, de nuestra actitud, de nuestro trabajo, de nuestros valores, de nuestras acciones, del cuidado de la naturaleza y, por supuesto, del respeto a esta tierra que nos da cobijo…