Subir a la palestra y hacer uso del micrófono, o bien, tomar una pluma, una computadora y escribir algo con la intención de transmitir una opinión, es un asunto verdaderamente delicado, tanto como decía mi abuelo respecto a comer pescado: “hay que hacerlo con mucho cuidado”.
En la mesa de las discusiones se abordan temas tan diversos como la ética de los comunicadores, los intereses velados de los medios, la eficacia y manipulación de la tecnología, las contradicciones entre emisor – canal – receptor, la saturación de información, y conceptos como la masificación social y la seducción subliminal.
PODER DE LA PALABRA. Sin importar el contexto de la discusión, ya sea tecnológica, sociológica, política o filosófica, al final del día, las conclusiones tienen que ver de alguna manera con el principio de la credibilidad. Por qué el fenómeno de la comunicación se iba a mantener al margen de la crisis de confianza y credibilidad que impera en nuestro país, que igual que una enfermedad crónica, cada día se extiende más y contamina diversos ámbitos de la sociedad, antes inmunes, y como la pandemia, corre el enorme riesgo de caer en lo incurable.
El conflicto de fondo se inscribe en dos vertientes, ambas de vital trascendencia en términos de precisar su naturaleza y fenomenología. Por una parte, la incertidumbre de que tal y cual información sean verdaderas. Y por otra parte, el descrédito en que han caído quiénes de manera oficial se encargan de informar o de expresar una postura institucional.
Así las cosas, la sociedad, no cree en la clase política y en lo que dicen, no cree en los medios masivos de comunicación y muy poco en lo que dicen, es decir, la sociedad no cree en la autoridad y la autoridad no cree en la sociedad, y lo mas complejo del tema es que, aquellos que no practican ni siguen las leyes salen ganando. Cito al abuelo de nuevo: Divide y vence o, el adagio del Rio Revuelto…
Esta contradicción se presenta también en círculos más específicos, los alumnos con los maestros, los patrones con los empleados, los jefes con los subalternos, los que producen con los que administran, por mencionar algunos, y es muy probable que la contaminación ya haya infectado las raíces de la vida familiar.
De tal trascendencia es ese binomio de verdad – credibilidad, porque el tejido social que está basado en el referente de la convivencia social, es decir, todo el bagaje de leyes y principios que permiten que toda la interacción humana sea operante, justa, equitativa y viable, sólo tiene cabal y plena legitimidad en este binomio.
Sin su certeza, no hay equilibrio, no hay avance, no hay pertenencia ni sentido de la lealtad, de la responsabilidad, la gobernanza y la libertad. Quién tendría la voluntad de invertir, tiempo, talento o capital, quién tendría el entusiasmo de actuar y comprometerse con las mejores causas sociales, si no somos capaces de privilegiar y poner en valor a la verdad, y al propio tiempo, de creer unos en los otros.
Hace unos cuantos días, los industriales en voz de José Antonio Fernández del Grupo FEMSA, expuso una cátedra de la realidad nacional y los rumbos viables y posibles que deberían tomar en cuenta gobierno y gobernados, que por su objetividad cimbró a quienes lo escucharon porque no es común que determinadas intervenciones se alejen de matizar y retocar la realidad para evitar sentimientos incómodos, pero que al final del día, no hacen más que engañarnos a nosotros mismos.
Tan importante es el discurso como la lectura que se hace del mismo. No debieran ser dos mundos distintos, distanciados por los intereses, los ases bajo la manga o posiciones radicales y sectarias. El bien de la nación, y la libertad y desarrollo de la colectividad están en juego, y esto sin duda, es materia más que sobrada de seguridad nacional.
No importa si es el lugar más industrializado como Monterrey, el más turístico como Quintana Roo o el municipio más abandonado de Chiapas o Oaxaca, no importa si se trata de una zona urbana o una rural, no importa si se trata de un empresario, un político, un indígena o un joven. Si se tratara de hacer un pacto nacional, éste debiera ser a favor de la verdad y la credibilidad. Es imperativo reconstruir las alianzas, la confianza y la credibilidad.