Adultos Mayores: tomemos conciencia del Abuso y Maltrato

15 de junio, Día Mundial de Toma de conciencia del Abuso y Maltrato de Adultos Mayores

Los adultos mayores padecen discriminación, marginalidad, exclusión social, negligencia y abandono; la pandemia evidenció su vulnerabilidad

Datos y cifras

  • En el último año, aproximadamente 1 de cada 6 adultos mayores de 60 años sufrieron algún tipo de abuso en entornos comunitarios.
  • Las tasas de maltrato a adultos mayores son altas en instituciones como residencias de ancianos y centros de atención de larga duración: dos de cada tres trabajadores de estas instituciones indican haber infligido malos tratos en el último año.
  • El maltrato de las personas mayores puede conllevar graves lesiones físicas y consecuencias psicológicas prolongadas.
  • Se prevé un aumento del problema por el envejecimiento de la población en muchos países.
  • La población mundial de mayores de 60 años se duplicará con creces, de 900 millones en 2015 a unos 2000 millones en 2050.

Quienes padecen esta situación de manera cotidiana, en ocasiones son incapaces de percatarse de lo que sufren porque la consideran “natural”, lo mismo sucede cuando la violencia es ocasionada por personas con quienes tienen lazos de afecto, familiar o de confianza.

Es un problema social en el orbe y, por lo general, no se notifica suficientemente. Aunque se desconoce la magnitud del maltrato en la vejez, su relevancia social y moral es indiscutible. Por este motivo, requiere una respuesta mundial multifacética que se centre en la protección de los derechos de las personas de edad, establece la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

La toma de conciencia en torno a esa grave problemática nunca había sido tan importante como ahora, pues la pandemia de la Covid-19 evidenció e incrementó la vulnerabilidad de las personas mayores a sufrir maltrato y abuso al interior de los hogares y en el ámbito comunitario, incluso social.

Con la pandemia, se han acentuado las formas de discriminación para ese sector de la población.

En ocasión del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, Adultos Mayores, que se conmemora el 15 de junio, la ONU alertó que en 2017 al menos una de cada seis personas mayores de 60 años sufrió algún tipo de abuso en sus comunidades.

Además, con la emergencia sanitaria se podrían reducir de manera significativa los ingresos y el nivel de vida de los ancianos; actualmente, menos de 20 por ciento de las personas en edad de jubilación reciben una pensión, precisa el organismo internacional.

En México, los últimos reportes del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, refieren que aproximadamente 16 por ciento han sido sometidas a alguna forma de abuso, aunque hay un subregistro porque no todos los afectados lo manifiestan.

El Instituto para el Envejecimiento Digno de la Ciudad de México indica que en 2020 se atendieron 863 casos denunciados por vecinos, familiares o de forma anónima. De esos, 32 por ciento fue por violencia psicoemocional, 31 por ciento por patrimonial y económica, 27 por ciento debido a omisión de cuidados y nueve por ciento estuvo relacionado con agresiones físicas. Estos datos son sólo un reflejo de lo que ocurre dentro de los hogares en la capital de México. Pero no ha sido estudiado aquello que se construye y normaliza socialmente.

Nuevos tipos de maltrato

Aunque el maltrato físico (golpes, sometimiento) es el que más se reconoce, hay otras clasificaciones. El más común es el psicológico y emocional (desde la indiferencia hasta gritos, amenazas, insultos, frases que desvalorizan como “nos estás quitando el aire” o “ya deberías estar tres metros bajo tierra”); el sexual, que aunque no es tan frecuente se presenta, o el financiero, especialmente el despojo de propiedades, que está escalando cada vez más.

También está el institucional, manifestado en la inexistencia, mal ejercicio e incumplimiento de las leyes o la presencia de normas sociales, comunitarias y culturales que desvalorizan la imagen de la persona mayor y se expresan como discriminación, marginalidad y exclusión social. A eso se suma la negligencia y, en el peor de los casos, el abandono, explicó la experta de la ENTS.

Se suma la estigmatización de la que han sido víctimas las personas envejecidas durante la pandemia: se profundiza la idea de que son frágiles, dependientes, incapaces y, en algunos sectores, se pone en duda el valor de su vida y su relevancia para el desarrollo de la sociedad. Estas ideas atentan directamente contra lo establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores.

Los principios de dignidad, autonomía, independencia, participación, autorrealización, cuidado y bienestar, seguridad, equidad e igualdad de género, buen trato y respeto a la diversidad cultural han sido violentados. A partir de un discurso de protección a la salud para evitar contagios, durante el último año se les ha excluido de espacios de participación y han surgido nuevas formas de maltrato y abuso que son normalizadas: “Yo no le doy permiso de salir a mis papás”, es sólo un ejemplo.

Hay una serie de categorías que colocan a las personas que envejecen en mayor riesgo de ser maltratadas o víctimas de algún tipo de abuso. Es decir, ser mujer, indígena, afromexicana, vivir en pobreza, ser migrante, desplazada, padecer alguna enfermedad, tener alguna discapacidad, condición mental como la demencia, preferencia sexual distinta a la heterosexual, entre otras, ocasiona que se acumulen vulnerabilidades y se profundicen las desigualdades.

Las mujeres, tienen mayor esperanza de vida y una gran cantidad carece de una pensión contributiva. En la medida en que no incursionaron en el mercado laboral cuando llegan a la vejez no tienen acceso a la seguridad social, situación menos frecuente entre los varones. Eso las pone en una desventaja enorme.

Por desgracia, continúa, quienes más ejercen el abuso o el maltrato son los propios familiares, como las parejas, hijos, hermanos o nietos. Cuando una persona mayor empieza a tener condiciones de fragilidad es probable que el paso siguiente sea la dependencia física, económica, de cuidados, situación que trastoca la red primaria que es la familia.

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¿Qué hacer?

El Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y el Maltrato en la Vejez 2021 debe ser una oportunidad para repensar aquello que sentimos, pensamos y, sobre todo, la forma en la que, como sociedad, estamos actuando. Reflexionemos como personas, familias, comunidad, gobiernos, empresarios, comunicadores, tomadores de decisiones y como colectividad en general, sobre las nuevas formas de maltrato contra las personas mayores en las que hemos participado consciente o inconscientemente durante la pandemia”.

Para prevenir el abuso y el maltrato en la vejez, lo primero es conocer y reconocer los derechos de ese sector: a la integridad, la dignidad, a vivir en entornos seguros, etcétera, que no son una concesión, sino que están establecidos en la ley.

PROCESO DE ENVEJECIMIENTO

En México hay un proceso de envejecimiento. Según el más reciente Censo de Población y Vivienda, la población de 60 años y más pasó de 9.1 por ciento en 2010, a 12 por ciento en 2020, mientras que la población de cero a 17 años disminuyó de 35.4 por ciento a 30.4 en el mismo lapso.

En el año 2000, 61 por ciento de la población tenía menos de 30 años; ahora este grupo es de 50 por ciento. En el otro extremo, los mayores de 60 años eran siete por ciento y para 2020 fueron 12 por ciento. Es decir, hay más de 15 millones de personas residentes en el país de 60 años y más.

El proceso de envejecimiento también queda en evidencia en la pirámide poblacional, que presenta una tendencia a reducir su base, mientras que continúa su ensanchamiento tanto en el centro como en la parte alta, lo que significa que la proporción de niñas, niños y adolescentes ha disminuido y se ha incrementado la proporción de adultos y adultos mayores.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018, la mayoría de los adultos mayores (47.9 por ciento) vive en hogares nucleares (con una pareja con o sin hijos solteros, o un jefe o jefa con hijos solteros), casi cuatro de cada 10 (39.8 por ciento) residen en hogares ampliados (un núcleo familiar o más, y otras personas emparentadas) y 11.4 por ciento conforman hogares unipersonales, es decir, viven solos.