La coalición PAN, PRD, e incluso Convergencia y PT para las próximas elecciones locales parece inminente. Los dirigentes lo justifican como pueden pero las ideologías son tan disímbolas que algo suena raro, medio extraño; sin embargo, el discurso suena ya familiar: “el PRI es el enemigo a vencer”.
La pregunta inevitable para el PAN es: ¿qué no se supone que el PRD es un peligro para México, que sus leyes destruyen la familia, que son unos izquierdosos radicales, ladroncillos de ligas, libertinos y nacos? Al menos eso es lo que generalmente dicen los panistas por todos lados, tanto en el DF como en Quintana Roo. ¿Cómo entonces una alianza con ellos? La incongruencia andando.
La pregunta inevitable para el PRD es: ¿qué no se supone que los panistas son espurios, ladrones de cuello blanco, ineficaces, ineficientes, mochos, doble moral, ultraconservadores, niños popis brutos y tecnócratas? Al menos eso es lo que generalmente dicen los panistas por todos lados, tanto en el DF como en Quintana Roo. ¿Cómo entonces una alianza con ellos? La incongruencia andando.
En el año 2000, convencidos firmemente de que el PRI era el enemigo a vencer, que “había que sacarlo a patadas de Los Pinos”, el voto era predecible, el ansiado cambio nos llamaba y, lo insólito sucedió: luego de setenta y tantos años de priísmo, nos gobernó (o mal gobernó Vicente Fox). Todavía el “no nos falles Vicente” retumba como un eco ya lejano, como un sueño (o más bien pesadilla). Años después, con la decepción masiva, ya muchos no estamos tan seguros de que el tricolor era quien debía salir pateado de los Pinos; era más bien la ineficiencia, la corrupción, el burocratismo, el sindicalismo, la dilapidación de recursos, la opacidad, el conformismo, el ahí se vá…
Dicen Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda en su libro Un futuro para México que la democracia mexicana se parece más que nunca al diseño constitucional que la rige, pero es una democracia paralítica. No produce los bienes que se espera de ella. Gobierna pero no transforma al país. Nos faltan gobiernos capaces de dar pasos claros en la construcción del país democrático, próspero y equitativo que buscamos”.
Es inevitable. Hay que hacer un balance: ¿cuánto ganamos realmente con el cambio de partidos? ¿Quién es realmente el enemigo a vencer, el PRI o todos esos desempleados, sin trayectoria, sin experiencia, sin estudios que no saben hacer otra cosa que buscar una candidatura para vivir del presupuesto público?