Cualquiera que se haya enamorado reconoce las sensaciones: el corazón palpita fuertemente y a toda velocidad, la respiración se acelera, las palmas de nuestras manos se humedecen.
Si la presencia de alguien te genera esto, seguramente lo atribuyas a la enorme atracción que sientes por esa persona. Incluso es muy posible que lo llames amor.
Sin embargo, podrías estar muy equivocado o equivocada.
De hecho, quizás lo que realmente estés experimentando es miedo, ansiedad o estrés.
¿Cómo podría confundir emociones tan diferentes?, te preguntarás.
Pues resulta que, como descubrió el psicólogo social Stanley Schachter en la década de 1960, las emociones no son tan espontáneas ni tan claras como uno cree.
Según Schachter, son dos los factores que las determinan: primero hay una excitación psicológica y luego está la etiqueta que le damos a ese sentimiento.
Esto segundo lo definimos según el contexto en el que estemos. Y a veces, nuestro sistema de etiquetado falla, algo que Schachter llamó “atribución errónea de la excitación“.
Entonces, esas sensaciones que tú atribuyes a estar enamorado en realidad podrían tener otro origen muy diferente.
El puente del amor
En 1974 los psicólogos canadienses Donald Dutton y Arthur Aron, de la Universidad de Columbia Británica, ingeniaron un experimento que mostró cómo la atribución errónea de la excitación podía afectar nuestros sentimientos de atracción.
Entrevistaron a diversos hombres que visitaban un parque en Vancouver. La entrevistadora era una bella mujer.
La mitad de los entrevistados estaban cruzando un tambaleante puente colgante cuando la mujer les pidió que participaran en su investigación. La otra mitad atravesaba un sólido puente de poca altura.
A todos los hombres se les pidió que miraran una foto -por ejemplo la imagen de una mujer riéndose mientras se cubría el rosto- y que imaginaran la historia detrás de esa foto. La excusa era investigar los efectos de un bello escenario, como el del parque, sobre la creatividad.
Al finalizar, la mujer les daba su número de teléfono y les decía que la llamaransi tenían preguntas sobre el estudio.
Los investigadores hallaron que la mayoría de quienes llamaron a la mujer habían atravesado el puente colgante (más del doble de quienes habían caminado por el puente seguro).
Además, las historias que escribieron estos hombres tenían más contenido romántico y sexual.
Cuando el experimento se volvió a hacer usando a un entrevistador masculino en lugar de la bella mujer, casi nadie lo llamó.
¿La explicación de los expertos? Que muchos de los hombres que habían cruzado el puente colgante habían confundido las sensaciones que les provocó el miedo inconsciente de caer -el corazón latiendo más rápido, la respiración acelerada- con un sentimiento de atracción.
Titularon su estudio: “Alguna evidencia de mayor atracción sexual en condiciones de alta ansiedad”.
Sin embargo, el trabajo pasó a conocerse de forma informal como “El puente del amor”.
Por qué los confundimos
Distintas investigaciones a lo largo de los años han mostrado que el fenómeno de la atribución errónea de la excitación no solo afecta nuestros sentimientos de atracción y amor sino a toda una gama de emociones: el enojo, la euforia, el humor, el miedo, la incomodidad y el erotismo.
Existe una explicación biológica detrás de esta confusión.
Y es que si bien estar enamorado o sentir miedo o ansiedad son estados casi opuestos -uno nos puede hacer sentir muy bien y el otro muy mal- paradójicamente los cambios fisiológicos que provocan en nuestro cuerpo son muy similares.
Cuando nos sentimos amenazados o estresados se activa nuestro sistema nervioso simpático, la parte del sistema nervioso encargado de definir si debemos luchar o escapar.
Para preparar al cuerpo para estos posibles escenarios el sistema simpático activa una serie de cambios, que provocan que nuestro ritmo cardíaco y respiración se aceleren.
Las hormonas que se liberan -adrenalina y noradrenalina- también afectan nuestro estómago, haciendo que sintamos “mariposas”.
Curiosamente, es el mismo proceso que atravesamos cuando estamos enamorados, llevando a que se puedan confundir las distintas emociones si el contexto no es claro.
Del terror al amor
Este fenómeno podría explicar por qué las películas de terror son tan populares para ir en una cita.
La excitación compartida puede realzar los sentimientos de atracción.
Sin embargo, la atribución errónea de la excitación también explica por qué muchas veces lo que parecía “amor a primera vista” se diluye en poco tiempoy la persona que te deslumbraba tanto a las semanas ya no te mueve ni un pelo.
No obstante, los expertos en relaciones han descubierto que la teoría de los dos factores de Schachter también puede ayudar a fortalecer un vínculo, ya que muestra que la experiencia emocional es maleable.
Entonces, mientras que la excitación puede crear una sensación falsa de afecto entre dos personas que realmente no se aman, cuando sí hay amor pero la pareja se ve desgastada por la monotonía y otros factores, es posible revivir esa chispa compartiendo actividades que generan excitación.
En particular se ha hallado que las parejas que comparten experiencias nuevas y desafiantes tienden a sentir niveles de atracción mayores que quienes no se salen de la rutina.
Pero ojo: los psicólogos también advierten que las parejas que solo subsisten a base de experiencias fuertes, la inestabilidad o el peligro, seguramente sean víctimas de la atribución errónea de la excitación y no están realmente enamoradas.
Con información de BBC