El exvicepresidente del país, Álvaro García Linera, asegura que el Gobierno interino de Jeanine Áñez está “dispuesto a todo” para no perder las elecciones de mayo
Álvaro García Linera, uno de los ideólogos de izquierdas más influyentes de América Latina y exvicepresidente de Bolivia con Evo Morales (2006-2019), acaba de visitar Madrid. Exiliado en Argentina, donde ahora imparte clases en dos universidades, tras salir junto a Morales del país el 10 de noviembre, este intelectual (Cochabamba, 57 años), que pasó varios años en la cárcel por ser cofundador del Ejército Guerrillero Tupaj Katari, cree que el Movimiento al Socialismo (MAS) sobrevivirá a la ausencia del líder. “Volveremos cuando todo se haya sedimentado”, asegura.
Pregunta. ¿Cuál es su versión de lo que pasó el 20 de octubre de 2019 cuando se paró el conteo de las presidenciales? Hay quienes hablan de golpe de Estado y quienes lo califican de fraude electoral, como la Organización de Estados Americanos (OEA). Un polémico estudio de dos especialistas del MIT, publicado en un blog del Washington Post, sostiene ahora que no hubo fraude.
Respuesta. Lo que pasó en Bolivia fue una sublevación de las clases medias tradicionales contra la igualdad que ha tomado, con el tiempo, la forma de un golpe de Estado. Según la Cepal, el 30% de los bolivianos pasó de ser pobre a ser clase media. Las clases medias tradicionales ven, primero con preocupación y luego con pavor, cómo personas que vienen del mundo indígena adquieren el mismo estatus que ellos tenían.
El malestar se traduce en movilizaciones contra el Gobierno y en un estado de ánimo muy conservador, muy racista, que dará pie a que las fuerzas del orden desconozcan el orden constitucional y pidan la renuncia del presidente [Evo Morales]. Es una mezcla de acción social con un golpe de Estado. La idea de fraude fue una construcción. Lograron instalar la opinión de que iba a producirse y no lo han demostrado. LA OEA tiene que decirlo. El estudio del MIT muestra la tendencia, que la votación que llega más tarde es la votación del campo y los sectores más populares donde el apoyo a Evo siempre está por encima de la media. El Movimiento al Socialismo (MAS) es el partido de la gente pobre.
P. ¿Sigue manteniendo que Luis Almagro, el secretario general de la OEA, es un golpista?
R. Sí. Él firmó un acuerdo con la cancillería para entregar su informe completo un miércoles y entrega un informe preliminar el domingo en la madrugada a las tres de la mañana. ¿Cómo es eso? No constaba en el acuerdo, eligió el momento para acelerar el advenimiento del golpe. Y luego no entrega el miércoles 13 el informe completo, se tarda un mes y lo entrega en diciembre. Encima agarra 292 actas, que son el 0,5% de las 35.000 actas, aunque esas 292 actas fueran todas para Carlos Mesa, Evo ganaba por el 10%. En cualquier país donde haya irregularidades en las actas se repite la votación y aquí no se repitió.
P. Entonces ¿por qué se opta por la renuncia? ¿Qué condiciones pusieron los militares?
R. Se iba a desencadenar una matanza. A las siete de la mañana ya había un desacato de la Fuerza Aérea a obedecer el mando institucional, incluso antes de que pidan nuestra renuncia. Los comandantes llaman a Evo en la tarde: “No saquen las Fuerzas Armadas, yo voy a renunciar, pero no saquen a las Fuerzas Armadas”, pide.
En 14 años, habíamos logrado que la gente recuperase la confianza en las Fuerzas Armadas, pero sacaron a los militares a las calles en las siguientes horas. Es decir, tenías un estado de insurgencia social, militares y policías que habían decidido desconocer al Gobierno y ante eso te enfrentas o te retiras. Enfrentarte hubieran sido centenares de muertos y Evo no quería un solo muerto.
P. Quizá las sospechas de fraude tenían un precedente: cuando Evo Morales vuelve a optar a la presidencia a pesar de haber perdido el referéndum en 2016. Eso pudo avalar las tesis de que lo volvería a hacer. ¿Fue un error?
R. Sí. Les da la bandera. Pero eso no justifica romper el orden constitucional…
P. ¿No supone eso una traición a los principios de una izquierda democrática?
R. ¿Qué izquierda? No estoy seguro. En Bolivia no hay otra. Esa crítica es del centro y la derecha…
P. ¿No es contradictorio no respetar las formas democráticas, al contrario que la izquierda de Michelle Bachelet, Pepe Mujica o Lula da Silva?
R. Desde ese punto de vista, sí. Pero no en Bolivia.
P. El MAS había perdido apoyo entre la población indígena…
R. Puede ser porque tienen otras aspiraciones. Aún así, nuestra fuerza sigue siendo el movimiento indígena. No teníamos el 95%, igual el 85%. Perdimos 10 puntos, normal después de 14 años de Gobierno. Por eso, cuando los golpistas entran al Gobierno llevan la Biblia porque los indios no tienen alma. ¿Y qué hacen? Queman la wiphala (la bandera indígena). Está claro su resentimiento.
Es un resentimiento muy duro contra esta igualación inconsulta de estos indios alzados. La sociología ya te decía que iba a pasar esto: no el golpe, no la forma, sino el malestar convertido en rebelión. La apuesta nuestra era acelerar los procesos de movilización social, pero quizá no lo logramos con la rapidez ni la contundencia deseadas, y también está el desgaste de 14 años de Gobierno que también fue aprovechado. Se aprovechan de un momento de debilidad: ellos tienen la bandera democrática y has perdido el 13 % de tus votos. Y dicen es el momento.
P. Dijo que Morales personificaba la unificación del pueblo boliviano, ¿qué significa su pérdida?
R. Que ahora es una sociedad muy dividida, polarizada ideológica y étnicamente. Los viejos fantasmas de la fragmentación social renacen porque el Gobierno de Evo Morales fue el intento más audaz de saldar deudas, de cerrar la brecha, la falla geológica, en mi concepto, de la formación boliviana y lo que hace el Gobierno interino es volver a resucitarlas, disciplinar a los indios otra vez.
P. ¿Habrá evismo sin Evo?
R. Toda lucha por la igualdad tiene un costo y lo que ha pasado en Bolivia es el costo social de una igualdad acelerada en una sociedad que no ha logrado superar todavía las fronteras étnicas porque este tipo de ascenso social pasa también en Europa en los años treinta, cuarenta, cincuenta, pero la pluralidad cultural europea permitía casamientos y cruces. En Bolivia, un joven de un apellido notable que se vaya a casar con una india no ocurre ni hoy. Hay que resolver en Bolivia en el futuro la articulación de las fronteras porosas entre las diferentes etnicidades.
Hay un MAS sin Evo, entendiéndolo como un proceso de igualdad social, étnica, económica, de movilidad ascendente y fluida. De hecho, cuando todos auguraban que, después del golpe, sin el caudillo y con semejante campaña de desprestigio, fracasaríamos, las encuestas sitúan al MAS [cuyo candidato es Luis Arce] en primer lugar para las elecciones y tenemos probabilidades serias de ganar en primera vuelta. El 30% de la sociedad boliviana ha dejado de ser pobre y el asalariado incrementó su salario un 500% en una década, según la ONU.
P. ¿Qué opina de la posición de España sobre Bolivia y Venezuela?
R. España ha mostrado una enorme preocupación por la violación de los derechos humanos y la quiebra de la institucionalidad.
P. ¿Y sobre Juan Guaidó?
R. Bueno, mantiene una actitud que tiene en cuenta la intervención en la soberanía de los venezolanos. Nadie tiene autoridad moral para entrometerse en asuntos de otro país. Eso sucede con Estados Unidos.
P. Existen violaciones de los derechos humanos, hay muertos…
R. Existen, pero eso no da derecho, y eso España lo ha asumido, a decir a los venezolanos cómo resolver sus asuntos. España es muy prudente.
P. ¿Considera legítimas las elecciones promulgadas por la presidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez, para el 3 de mayo?
R. Hay indicios de irregularidades, esperemos que las corrijan. Tenemos que ir a votar y esperemos que la comunidad internacional ayude al pueblo boliviano.
P. ¿Está diciendo que puede haber fraude?
R. Creo cualquier cosa. Ellos se juegan mucho. Han emitido un decreto para asesinar. Saben que eso tiene consecuencias, van a jugarse el todo por el todo para no perder. Lo único que puede impedir que eso suceda es una sociedad despierta y vigilante, pero también una comunidad internacional implicada.
P. Se enfrenta a nuevos cargos en Bolivia.
R. Se está abriendo un cargo por fraude electoral, junto a Evo. El otro es un juicio sobre terrorismo y separatismo que se ha reabierto contra quienes gobernábamos en 2008. Que yo sepa son esos dos cargos, de los que me he enterado por la prensa.
P. ¿Hay algún denominador común en las protestas de América Latina?
R. No. En Bolivia es una protesta contra la igualdad y en Chile o Colombia son protestas por mayor igualdad y mayores derechos. Es un continente convulso que todavía no tiene un horizonte compartido, el mundo no lo tiene. Es un momento de caos social. Quienes nos consideramos de izquierdas creemos que la batalla por la igualdad es uno de los grandes retos del siglo XXI.
P. ¿Sigue siendo leninista?
R. Soy un marxista herético.
La oportunidad de Pablo Iglesias
Álvaro García Linera visitó España para presentar el martes el último libro de Íñigo Errejón y un día después participó en un polémico debate en la Universidad Complutense de Madrid con Pablo Iglesias. “Me dolió mucho la ruptura entre ambos, pero son amigos míos y he conseguido mantener esa amistad”, asegura.
Pregunta. ¿Cómo vivió el escrache contra Iglesias en la Facultad de Políticas?
Respuesta. No fue nada. Asistieron cientos de estudiantes y muchos se quedaron fuera por falta de sitio. Pablo tuvo una reacción muy buena, tan tolerante, tan de profesor…
P. ¿Qué le parece que sea ahora vicepresidente del Gobierno de España? Usted dijo que Iglesias, Errejón y Juan Carlos Monedero eran de las mentes más brillantes de Europa. ¿Sigue pensándolo?
R. Lo dije y lo sigo pensando. Incorporaría al filósofo César Rendueles. España nada tiene que envidiar a Francia en Ciencias Sociales.
P. ¿Pero qué opina de Iglesias vicepresidente?
R. Un cargo público siempre es una eventualidad en la vida de un político, nunca una culminación. Tiene la oportunidad de convertir en hechos mucho de lo que ha pensado, otras cosas no podrá, pero no es el mejor momento necesariamente. Es uno más.
Por Cecilia Ballesteros. Con información de El País