Me declaro demócrata, demócrata convencido. La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, según la definición de Abraham Lincoln en su histórico discurso en Gettysburg, Pennsylvania, el 19 de noviembre de 1863, y el artículo 39 de nuestra Constitución así lo interpreta.
Al igual que aquel otro gran líder, Winston Churchill, pienso que la democracia “…es el peor de los sistemas inventado por el hombre, con excepción de todos los demás” y pienso así simplemente porque la democracia está hecha para satisfacer las legítimas necesidades de los ciudadanos y de la sociedad que los agrupa. Fomentar y fortalecer la ciudadanía es fortalecer la democracia y viceversa.
Vivimos en México muchos, pero muchos años, de la llamada por Vargas Llosa “la dictadura perfecta”: La libertad de expresión estaba mutilada, espantosamente mutilada; criticar al Señor Presidente podía causar prisión y hasta la muerte del temerario; las elecciones estaban manipuladas de principio a fin y, por tanto, conocíamos al ganador en cuanto el Señor Presidente indicaba quién era su favorito; el Señor Presidente era el dictador sexenal, capaz de cometer cualquier tipo de tropelías; el Honorable Congreso de la Unión estaba a las órdenes del ejecutivo, al igual que la Suprema Corte de Justicia de la Nación… y mil linduras más que sería largo –pero muy interesante- relatar.
Terminó aquello en la época de Zedillo, cuando el partido hegemónico perdió –y se aceptó- la mayoría en la Cámara de Diputados, y, finalmente, cuando Vicente Fox ganó por amplio margen la Presidencia de la República.
Vaya nuestro reconocimiento a Ernesto Zedillo Ponce de León por haber reconocido la derrota en las urnas, lo que antes –y si no que lo diga Carlos Salinas de Gortari, quien llegó a la presidencia mediante un escandaloso fraude-, era inaceptable. Muchos de sus correligionarios lo acusaron de traidor a su partido.
Hemos avanzado, sin duda, en estos últimos 10 años. Avanzado en libertad de expresión, en claridad en el proceso electoral, en rendición de cuentas y transparencia, en la división de poderes, y en muchas otras cosas que tipifican la democracia. Pero nuestro avance no es suficiente y nuestra aún incipiente democracia pudiera estar en riesgo si no la protegemos todos los ciudadanos ¿Por qué? Permítanme señalar las siguientes causas en forma enunciativa y no limitativa:
1.- Aún cuando el resultado en las urnas está vigilado por el más confiable de los actores políticos, el ciudadano, se continúa con las deleznables prácticas de la compra del voto y otras indignas presiones sobre el elector por parte de los partidos políticos.
2.- Tenemos una severa crisis de representación. El ciudadano no siente que aquellos a los que ha elegido a través de su voto, representen sus intereses, sino que más bien atienden las instrucciones de su partido, sus muy particulares posiciones personales, o las instrucciones y presiones de los llamados poderes fácticos.
3.- La pobreza que padece la mitad de la población y la tremenda desigualdad que priva en nuestra sociedad permite que si bien todos somos iguales frente a la ley, la ley no sea igual para todos y beneficie a minorías poderosas.
4.- La corrupción e impunidad que nos agobia desprestigia al sector público a pesar de que ésta, la corrupción, se da también en el sector privado.
5.- La educación de calidad fortalece la democracia y en México, desafortunadamente, podemos calificar la educación de nuestros niños y adolescentes con un solo adjetivo: Desastrosa.
6.- El Estado no tiene recursos suficientes para cumplir adecuadamente con su misión, en vista a su baja capacidad de recaudación fiscal, su dependencia del petróleo y la defraudación impositiva derivada, en parte, de una cada vez más grande economía informal y criminal.
7.- Nuestro sistema político sufre de parálisis y, como consecuencia, su ineptitud es notoria. Los partidos políticos están desprestigiados frente a la sociedad y algo similar sucede con nuestros representantes en el Congreso.
8.- Hay un marcado déficit de ciudadanía, lo que implica una baja participación del ciudadano en los asuntos de Estado que son de su competencia.
9.- Se sufre de una carencia de ofertas políticas sólidamente estructuradas. El abuso de los spots televisivos aunado a la falta de debates de altura entre los contendientes políticos, son un insulto a la inteligencia del ciudadano.
10.- La inseguridad es parte de la vida cotidiana del ciudadano mexicano. Nuestro país es uno de los más violentos del mundo (junto con otros países latinoamericanos) y esa violencia ha lesionado severamente nuestras libertades y nuestra confianza en las autoridades.
La democracia se inicia en el proceso electoral pero no concluye al depositar el voto. Va mucho más allá. Es una forma de vida en donde la libertad toma un papel preponderante, y en donde los derechos ciudadanos –incluyendo en ellos el derecho a la educación, a la justicia, a la propiedad, a la salud, a la seguridad, a un salario decente derivado de oportunidades ciertas de trabajo y la facilidad para abrir y operar empresas privadas- forman parte de su esencia misma.
Llenemos, pues, de política a la sociedad y de sociedad a la política, siempre recordando que el propósito de la democracia no es otro sino el de atender el bienestar individual y el bienestar colectivo de la sociedad. Es por eso que me declaro un demócrata comprometido dispuesto a luchar para fortalecerla.