Una estrella en el centro de esta aparición de teñido anudado está colapsando, un proceso que los científicos han observado y medido durante décadas.
En 2020, los astrónomos superaron los 3.000 a 6.500 años luz que nos separan de esta belleza celestial, llamada NGC 2899, para tener la imagen más clara hasta ahora. Aunque el fenómeno se llama nebulosa planetaria, el término es inapropiado.
Estas nubes cósmicas aparecen cuando una estrella quema el hidrógeno en su núcleo. Las capas externas de la estrella se separan mientras el centro cae hacia adentro, transformándose en una enana blanca. A medida que se derrumba, el núcleo genera radiación ultravioleta y seis millones de vientos de seis millones de millas por hora.
Las nubes de gas, cargadas de elementos expulsados por la estrella a lo largo de su vida, brillan bajo el calor de la radiación y son empujadas hacia afuera por los vientos. En la imagen de NGC 2899, el oxígeno (azul) está rodeado de hidrógeno (rosa). El gas expulsado es normalmente bastante redondo, por lo que los primeros astrónomos del siglo XVIII asumieron que el espectáculo provenía de un planeta, de ahí el nombre del fenómeno.
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Descubierta en 1835 por el astrónomo inglés John Herschel en la constelación de Vela, NGC 2899 parece una mariposa porque está formada por dos estrellas. Los científicos piensan que uno de ellos se está colapsando y que el segundo está interfiriendo con el patrón normal de expulsión de gas, creando la forma simétrica de sólo el 10 al 20 por ciento de las nebulosas planetarias.
La vista espectacular eventualmente aparecerá más cerca de casa: nuestro propio sol debería alcanzar esta fase de su vida en varios miles de millones de años.
Vía |Scientificamerican
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