La Desaceleración China y el Consecuente Declive Latinoamericano

En el año 2014, los préstamos chinos a AL superaban los 220,000 millones de dólares

Hace cuatro años, en esta mismo espacio, hacíamos una reflexión analítica sobre las relaciones intrínsecas que se habían consolidado entre China y América Latina, ante una boyante economía del gigante asiático que había requerido por más de una década, una gran cantidad de materias primas que nuestra región proveía. Esa alta demanda, permitió la elevación de los precios de los productos básicos, a cifras que dieron gran holgura a las economías latinoamericanas. Gracias a ello, las naciones regionales pudieron cómodamente sortear la crisis del 2008 y la consecuente recesión mundial.
En aquel artículo, se advertía de los riesgos que significaría para los países de América Latina, el mantener una relación de tipo rentista con China, basada en la mera exportación de productos básicos. Se hablaba de la necesidad de garantizar la complementariedad comercial, para no caer en el juego de la dependencia económica a una supra-potencia mercantil y económica, en detrimento del propio desarrollo regional (Revista Nuestra Gente, Año 8, No. 53, ago – sep 2014).
Hoy, percibimos claramente cómo América Latina lejos de optimizar su estructura productiva interna, lo que hizo fue profundizar el sistema agroexportador, manteniendo las viciosas tendencias de subordinación y codependencia que en ciertos casos hasta se han exacerbado. Lo que antes significaba Estados Unidos para el crecimiento de las economías latinoamericanas, lo es ahora China. 
Lo que más preocupa es que este patrón ha sido fomentado principalmente por aquellas naciones latinoamericanas que han sido gobernados por partidos izquierdistas, socialistas y/o progresistas que supuestamente, impulsan proyectos de desarrollo económico y social basados en la productividad interna, la autosuficiencia y el progreso técnico propio. Los números nos demuestran lo contrario. Baste decir que el 84% de los préstamos chinos dirigidos a la región entre el 2005 y 2011, se canalizaron a cinco países con gobiernos izquierdistas: Venezuela, Brasil, Argentina, Ecuador, y Bolivia, en ese orden de importancia en cuanto a los montos. En el año 2014, los préstamos chinos a AL superaban los 220,000 mdd; por encima de los montos otorgados por el BM y el FMI en el mismo año. Del 2010 al 2017 la IED china en AL pasó de $13,712 a $42,717 mdd.
Con el pretexto de su afinidad política con China, esos gobiernos le han abierto las puertas a la inversión masiva asiática, por medio de proyectos de negocio y contratos para la exportación garantizada de materias primas a precios preferentes, a cambio de préstamos millonarios para mantener a flote las debilitadas economías nacionales que, dicho sea de paso, sufren los embates de la propia China hoy desacelerada. Esa desaceleración se traduce en un consumo mucho menor de materias primas, con el consecuente declive internacional en el valor de las mismas.
Además del perenne anclaje de las economías al desempeño de las grandes potencias consumidoras como la china, este tipo de gobiernos ha mostrado su incapacidad para sostener a sus naciones bajo el modelo izquierdista, progresista y/o socialista (dependiendo el caso), ya que el auge político que hasta hace poco tiempo alcanzaron, se derivó en gran medida, de la bonanza económica que gozaban en ese momento. Una vez que se hizo presente el declive económico latinoamericano, derivado de la desaceleración china, la era política izquierdista colectiva en la región, también se vino abajo. La influencia regional, el liderazgo geoestratégico y el unionismo ideológico quedaron en el pasado. 
Esto demuestra que las relaciones entre China y América Latina, lejos de ser complementarias, productivas y enriquecedoras para las economías regionales, se mantienen en el esquema tradicional rentista de sus mercados, donde las economías dependen vulnerablemente de los ingresos obtenidos de la venta de las tan preciadas materias primas. 
La bonanza comercial con China creó una falsa ilusión internacional de que América Latina había logrado, por medio de sus políticas progresistas, socialistas y/o izquierdistas, impulsar la potencialidad económica, aprendiendo de las lecciones lascivas del pasado. Sin embargo; unos años después se demostraría la falacia de los auges tanto económicos como políticos alcanzados previamente. 
Hoy, el neoliberalismo vuelve a dominar en países como Argentina, Chile y el propio Brasil; naciones donde gobernó unánimemente la izquierda con mucha fuerza. En este renacer de la derecha conservadora en la región, es de hacer notar que China sigue manteniendo su papel estratégico de gran socio comercial, inversionista de gran calado y acreedor financiero. No importa el tinte político que se aplique, el modelo económico sigue siendo el mismo.