La mesura y el tino con que López Gatell revira los embates de la decaída oposición, lo hacen una suerte de campeón de boxeo
En una de sus conferencias matinales recientes, el presidente López Obrador acusó de mezquina a la cúpula del Partido Acción Nacional luego de que esta solicitara a la Organización Mundial de la Salud cancelar la invitación que hiciera a Hugo López Gatell, cabeza de la lucha en el país contra el coronavirus, para integrarse al grupo de expertos que formularán el Reglamento Sanitario Internacional.
El calificativo quedó corto a la maniobra del partido de derecha; quizá la palabra ‘bajeza’ resultase más atinada para tildar a un ardid que, además, peca de soberbio. Marko Cortez, el dirigente del PAN, se tiene en tal estima que cree que sus palabras le dicen algo a un instituto internacional que, por si fuera poco, acaba de reconocer la valía, precisamente, de López Gatell.
En la carta, además de misógino, se le acusa de todo y en especial, se le atribuye el crimen terrible de no avalar la compra de cientos de miles de pruebas de detección del Covid 19, por lo que, dicen, la epidemia no ha sido contenida; su interés es sospechoso. Quizá en sus filas haya socios de empresas farmacéuticas, al estilo Julio Frenk o José Narro, otrora secretarios de Salud.
En realidad, el ataque no es contra el funcionario sino contra el presidente, pero la mesura y el tino con que López Gatell revira los embates de la decaída oposición, lo hacen una suerte de campeón de boxeo al que, para ganar algún brillo, hay que derrotar. Antes de la dicha carta, la última ingenua que lo intentó fue la senadora panista Alejandra Reynoso.
López Gatell, pese a todo, navega en calma y con viento en popa y las tormentas que a veces tiene que sortear –hay quienes dicen que se inspira en Job, el paciente- le han dado talla en la opinión pública. Las batallas que ha ganado en el escaparate televisivo nacional se basan en la diplomacia y en la mesura, valores de los que no hace gala la oposición.
Por Nicolás Durán de la Sierra