¿México preparado para la Cuarta Revolución Industrial?

A México le urge destinar apoyos a la investigación básica, el desarrollo tecnológico e innovación, con objetivos alineados a las nuevas tendencias tecnológicas

La Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0, se trata de un fenómeno que avanza inexorablemente y se basa en la utilización del Internet, la nanotecnología, la revolución cuántica, la inteligencia artificial, la robótica y tecnologías exponenciales; por lo que conduce a la consolidación del capitalismo y su desarrollo, sin pretender cambios profundos en el modelo económico.
A diferencia de las revoluciones que la han precedido, el uso de la tecnología ha conferido una rapidez de cambio sin precedentes, lo cual representa un formidable marco para un desarrollo acelerado; pero a su vez, ha causado preocupación a nivel mundial, pues pone en juego aspectos alarmantes como la desaparición de siete millones de empleos en los países con mayor desarrollo industrial, en el periodo 2015-2020, de acuerdo con el Foro Económico Mundial. 
Además de imponer otros desafíos como el hecho de hacer más pronunciado el desequilibrio entre los individuos, las naciones, y las relaciones que se forjan entre sí. Razones por las cuales, es un tema que llama a la reflexión de los dirigentes de los gobiernos y organizaciones, sin importar el sector al que pertenezcan (Heraldo, 2017).
En este marco, derivado de la transformación digital y la automatización, las corporaciones se enfrentan al desafío de ser más productivas, al tiempo que reestructuran los procesos y reorientan sus recursos humanos para que éstos puedan transformarse en agentes de innovación. Es decir, la digitalización debe entenderse, no sólo como sinónimo de automatización de procesos, sino también como la necesidad de asumir nuevos modelos de negocio, reformular los procedimientos internos (Lacobucci, 2018), y generar valor innovando sobre cosas que no existen.
Es aquí donde la economía creativa cobra especial importancia, puesto que de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas “su potencial para el desarrollo es inmenso y está a la espera de ser desbloqueado. Es uno de los sectores que más rápido está creciendo en la economía mundial, no sólo en términos de generación de ingresos, sino también en lo que respecta a la creación de empleos y el aumento de los ingresos en exportaciones. Pero eso no es todo. 
Se está invirtiendo una proporción mucho mayor de los recursos creativos e intelectuales del mundo en industrias de base cultural cuyos resultados, en gran medida intangibles, son tan reales y considerables como los de otras industrias. La innovación y la creatividad humana, tanto a nivel individual como grupal, son los motores fundamentales de estas industrias y se han convertido en la auténtica riqueza de las naciones del siglo XXI. […] ” (UNESCO, 2013, p. 15).
Ante la inevitable mutación y evolución de los perfiles de trabajo, se puede afirmar que el aprovechamiento de la información transformada en conocimiento, cobrará especial relevancia, por lo que los sistemas educativos deben considerar que se requiere el desarrollo de nuevas habilidades y nuevos perfiles profesionales. Las habilidades blandas, que son irremplazables y esencialmente humanas, como la creatividad, el pensamiento crítico, la inteligencia emocional, la capacidad de colaborar, serán decisivas (Lacobucci, 2018).
Así la base educativa -que es uno de los mayores factores de la economía del conocimiento-, ha sido fundamental para grandes países como, Suecia, Nueva Zelanda, Canadá, Finlandia, Japón, Corea y Australia. Puesto que como apunta David Ritter, CEO de Greenpeace Australia-Pacífico: “El futuro del empleo estará hecho de trabajos que no existen, en industrias que usan tecnologías nuevas, en condiciones planetarias que ningún ser humano jamás ha experimentado”. 
Son las economías emergentes las que podrían tener mayores ventajas, sin embargo los beneficios serán únicamente para quienes sean capaces de innovar y adaptarse. Por tanto, en México urge destinar mayores apoyos a la investigación básica, el desarrollo tecnológico e innovación, con objetivos alineados a las nuevas tendencias tecnológicas; y hacer un marco normativo sólido que permita regular su desarrollo y aplicaciones, de forma ordenada y ética.