“Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay otras muchas montañas por escalar”. Nelson Mandela
“Nelson Mandela es un héroe para el mundo”, con esas palabras el Presidente Obama define el alcance de la figura de un hombre que llevó a Sudáfrica a superar sus conflictos raciales para ser un país democrático y de libertades.
Pero lo que hace a Mandela estar por encima de otros personajes de su época fue la tolerancia, al triunfar su causa, respetando por igual a amigos y enemigos, demostrando a todo el mundo que es posible ser al mismo tiempo un gran político y un gran ser humano. Esa combinación de humanidad y poder convirtió a Nelson Mandela en un ejemplo a seguir y un gran líder para todos los tiempos.
A mediados del siglo XX surgieron en el mundo distintos movimientos civiles buscando igualdad ante la ley. En Estados Unidos fueron los tiempos de la lucha contra la discriminación racial que tomaron la forma de protestas, campañas de resistencia civil, marchas e incluso el surgimiento de grupos violentos como las llamadas Panteras Negras.
En Sudáfrica, la lucha contra la discriminación fue llevada en el frente político por el Congreso Nacional Africano (CNA), un movimiento contra la opresión de los negros sudafricanos que seguía las influencias de Gandhi: la resistencia civil y la no violencia.
Nelson Mandela fue dirigente del CNA, así como fundador del primer despacho de abogados de color que daba asesoría legal a bajo costo a poblaciones negras, personas que de otra manera no hubieran tenido acceso a dichos servicios.
A pesar de la esencia pacífica del movimiento, el régimen blanco respondió de forma violenta ante la exigencia de igualdad, como ocurrió en la matanza de Sharpeville donde 69 civiles murieron en protestas pacíficas.
La regla del 3.5%: cómo una pequeña minoría puede cambiar el mundo
Esto motivó al movimiento a plantear la búsqueda de soluciones armadas en un clima de odio y resentimiento. Mandela, junto con otros líderes, fue apresado y condenado a cadena perpetua en condiciones difíciles en la cárcel de la Isla de Robben, donde dormía en el suelo, realizaba trabajos forzados y solo podría escribir y recibir una carta cada seis meses.
Con su inteligencia y resistiendo con dignidad se ganó el liderazgo de sus compañeros y la buena voluntad de los guardias. Durante ese tiempo su reputación siguió creciendo dentro y fuera de Sudáfrica como el líder del movimiento antisegregacionista y símbolo de la resistencia.
Constantemente negó ofrecimientos de libertad a cambio de negociar sus posiciones políticas y de la prisión emergió como un líder natural que llevó a Sudáfrica a reconciliarse consigo misma, llegando a ser el primer Presidente de color electo democráticamente.
La grandiosidad de Mandela se demuestra en su convicción inquebrantable por defender su causa con métodos no violentos y a través de la arena democrática.
La historia registra que al salir libre de prisión tomo té con la viuda del creador del Apartheid –política racial segregacionista implantada en Sudáfrica- y que en su toma de protesta como Presidente de su país, Mandela rompió el protocolo para estrechar la mano a un militar blanco, exlíder de agrupaciones armadas organizadas para defenderse de la venganza racial, felicitándolo por ser parte de la primera legislatura de un país democrático.
Mandela integró también al país bajo un solo himno que fue creado a partir de la música y estrofas de los dos himnos que los blancos y de los negros tenían. Todos ellos mensajes simbólicos que demuestran su grandeza política.
No hubo venganzas y Sudáfrica se convirtió en un solo país bajo su presidencia. En un continente acostumbrado a tener dictadores que se preservan en el poder, después de su periodo presidencial, Nelson Mandela se retiró permanentemente de la política, haciendo de las elecciones una normalidad democrática.
En estos días en los que el mundo aún reflexiona cómo sería si la figura de Mandela nunca hubiese existido, Madiba, como cariñosamente se llamaba al viejo líder que falleció recientemente después de años de crisis de salud -derivadas de los 27 años de confinamiento como preso político-, se resalta su legado de lucha digna y pacífica, así como sus grandes logros que lo han hecho pasar a la historia como uno de los grandes hombres del siglo XX.
En el mundo existen todavía muchas desigualdades e injusticias; luchas y derechos de igualdad todavía por conseguir y tiranías por derrocar. En ellas estará Mandela, inspirando con su ejemplo a nuevos líderes que surgirán, demostrando que defendiendo los ideales con dignidad, sin violencia y respetando al contrario se puede construir un mundo mejor.