El ex director ejecutivo de ExxonMobil -que ocupa el primer lugar entre las empresas con mayor capitalización bursátil del mundo- nombrado Secretario de Estado en EEUU
El año 2016 fue el parteaguas entre un mundo capitalista, globalizado e impulsado por la apertura comercial y económica, y un mundo convulso, lleno de paradigmas ante flamantes y poderosas tendencias proteccionistas y disruptivas, opositoras al status quo.
Se trata del inicio de una era sin precedentes, que desdibuja en gran medida, los parámetros hasta hace poco consolidados en los que se manejaba el sistema económico internacional.
Desde la inusitada reacción del pueblo británico, en rechazo a su permanencia en la Unión Europea, pasando por el “no” a los acuerdos de paz en Colombia y finalmente cerrando el año con el lamentable triunfo electoral del personaje más repudiado y polémico de la historia presidencial de los Estados Unidos, las perspectivas a futuro sobre la dinámica política y el desarrollo económico y social a escala global, quedan en entredicho.
El problema no se centra únicamente en el hecho de que la comunidad internacional ha reflejado, con estos resultados, la gran inconformidad que existe con el sistema internacional actual. Se trata específicamente del absoluto repudio a seguir “viviendo” bajo un esquema tan desigual en la distribución de la riqueza y la falta de oportunidades para la mejora en la calidad de vida del común denominador poblacional.
Las teorías económicas tradicionales han fallado. El neoliberalismo lejos de impulsar el desarrollo social por medio de la libre competencia y el derecho a la propiedad privada, promueve la competencia desleal, la precariedad del salario y el empleo, la codicia y la dominación económica de las transnacionales.
Es en este sentido que desconcierta tanto el triunfo de Trump, en el país más poderoso del mundo. Es un personaje sin duda disruptivo que representa en su discurso y perfil, a la oposición más radical del status quo. Es lo que la gente busca en su rechazo al sistema. Sin embargo; al mismo tiempo se trata de un gobierno estadounidense representado por uno de los magnates empresariales más emblemáticos de los vicios sistémicos capitalistas del país.
Esos escasos empresarios, poseedores de grandes corporativos y capitales, son quienes fomentan la desigualdad económica, con artimañas políticas y de negocio que les permite acrecentar sus fortunas, a costa del bienestar común. La población le ha otorgado a Trump, el gran beneficio de controlar el país desde el cabildeo público – privado, que le permita a los grandes consorcios empresariales, seguir dominando y desvirtuando el equilibrio económico internacional. Para muestra falta un botón. El hecho de que Trump haya designado como Secretario de Estado al ejecutivo petrolero Rex Tillerson (Director de la empresa ExxonMobil); lo dice todo. Pero, ¿quién es Rex Tillerson? y más importante, ¿quién es ExxonMobil?
Por principio de cuentas, al igual que Trump, Tillerson no tiene experiencia política alguna. Sin embargo, este personaje funge como presidente y consejero delegado de la gigante petrolera; lo que le permite tener acceso directo de negociación con los más altos rangos gubernamentales y empresariales a escala global. Para muchos analistas, el poder de negociación y toma de decisiones que se manejan dentro del Consejo de Administración de la petrolera ExxonMobil, es a nivel de Estado.
Sólo para darnos una idea del nivel de impacto en la economía global que tiene esta empresa, cabe mencionar que tiene operaciones en más de 40 países y, según la revista Fortune, ExxonMobil ocupa el primer lugar entre las empresas con mayor capitalización bursátil del mundo. No sin mencionar que esta empresa fue fundada originalmente como Standard Oil Company, por la familia Rockefeller, en 1870.
El perfil de magnate empresarial que representa Tillerson, junto con Trump, también se refleja en sus constantes pronunciamientos de negación al respecto del cambio climático. El hasta hace poco director ejecutivo de ExxonMobil, cuestionaba la legitimidad del cambio climático, argumentando que, en vez de buscar la independencia energética, se debiera promover el mercado libre global del sector, para garantizar la seguridad energética de Estados Unidos. En su visión estratégica, claramente los intereses empresariales, van por encima de las necesidades de desarrollo social que requiere el planeta.
¿Cómo se puede vislumbrar un panorama positivo en la política económica y social internacional de los próximos años, teniendo a dos empresarios radicalmente derechistas y ortodoxos al mando del país hegemónico mundial?
Las tendencias proteccionistas que ahora se expanden por Europa (con partidos políticos de oposición muy fortalecidos en Alemania, Francia e Italia) y otras latitudes, seguirán posicionándose gracias a este panorama tan incierto que nos antepone Estados Unidos.
Esperemos que esta transición crítica y tan dolorosa, caracterizada por la inconformidad y el desencanto, nos lleve en algún momento a evoluciones productivas del ser humano, donde impere la reflexión razonada política y el despertar social en su demanda por un sistema de igualdad e inclusión, claramente inexistente en nuestros días.