TIEMPOS. La sociedad espera de los Diputados y de los Presidentes Municipales respuestas específicas, planeadas y definidas, que acoten las contradicciones de la compleja convivencia social y al propio tiempo, que destraben los círculos viciosos que detienen el crecimiento económico y productivo.
La competitividad es el mayor reto al que se enfrentan todas las organizaciones políticas, económicas o sociales para la consecución de sus objetivos. Si dichas organizaciones pretenden permanecer vigentes en el ámbito de sus respectivas jurisdicciones, deben orientarse a la satisfacción y bienestar de la colectividad.
La competitividad no es otra cosa que alcanzar la excelencia de la calidad, principio que aplica a cualquier actividad humana. Edward Deming, un connotado consultor internacional en calidad, describe acertadamente el proceso que permite avanzar este aspecto: “No se puede mejorar lo que no se controla; no se puede controlar lo que no se mide; y no se puede medir lo que no se define”.
La piedra angular de este proceso en pro de la calidad es justamente la definición.
En este contexto, los comicios efectuados en nuestro estado, denotan una doble lección. Por un lado -y esto no es privativo de Quintana Roo-, los procesos electorales son cada vez más complejos y competidos. Y al propio tiempo, los electores razonan más su voto, y este razonamiento que obedece a diversas circunstancias, tiene un hilo conductor, los ciudadanos ya no quieren promesas sino resultados.
Aquel candidato que modifica su discurso político pasando de las tradicionales propuestas de los qués genéricos y plagados de postulados superficiales como los muy socorridos “vamos a mejorar la educación” y “vamos a generar más empleos permanentes y bien remunerados”, a los cómos, los cuales suponen el ejercicio de precisar las alternativas viables y posibles de desarrollo, puede aspirar con un poco de mayor certeza a ser electo.
Es evidente que otro factor que en determinado momento suma o resta en favor o en detrimento de un candidato, es el desempeño que éste ha tenido en su vida pública y el relativo al partido que lo postula, sobre todo si es el partido gobernante tanto en el ámbito municipal como en el estatal.
En consecuencia, la ineludible tarea de quienes han sido favorecidos con la confianza ciudadana a través del sufragio -tanto candidatos ya electos como partidos políticos-, la definición puntual y concreta de su gestión pública.
La sociedad espera de los Diputados y de los Presidentes Municipales respuestas específicas, planeadas y definidas, que acoten las contradicciones de la compleja convivencia social, y al propio tiempo, que destraben los círculos viciosos que detienen el crecimiento económico y productivo.
La lectura para los partidos políticos y las autoridades electorales, debe ser aún mayor, ya que si bien en lo general los comicios no se presentaron irregularidades que pusieran en riesgo su legalidad, mucho habrán de hacer para definir las formas que les permita avances reales en la ardua labor de recuperar e incrementar la confianza de la sociedad.
No se puede soslayar que la pluralidad se agudiza y que el fantasma del abstencionismo aún alcanza cifras preocupantes, más aún cuando en otros conceptos el Estado mantiene rubros exitosos. La función pública, en su carácter de depositaria de la voluntad popular, además de incluyente y eficiente, tiene como razón de ser asumir a cabalidad la gestión, la promoción y el impulso de las iniciativas ciudadanas.
Sin duda, un proceso electoral genera y renueva las expectativas de la colectividad que más allá de ideologías políticas, tiene la certeza de que las cosas se pueden hacer mejor. Sabemos que los problemas tienen solución y que elevar los niveles de crecimiento y bienestar no son sueños irrealizables.
La sociedad conoce y vive a diario los obstáculos que le impiden lograr sus objetivos y solventar sus necesidades. No requiere de expertos que le expliquen el por qué de las cosas, si bien esto es importante.
La sociedad demanda, en esencia, opciones y oportunidades, y para obtenerlas está dispuesta a comprometer su tiempo y recursos, está dispuesta a enfrentar el cambio y a asumir la responsabilidad que le corresponde.
En consecuencia, si bien es cierto que Quintana Roo avanza, es menester que el corolario de un proceso electoral sea el discernir los signos de los tiempos para definir lo que el presente exige realizar en tiempo y forma.
* Mario Rendón Monforte. Presidente del Consejo Consultivo de NAFINSA en Quintana Roo. Presidente del Consejo Coordinador Empresarial de Quintana Roo con sede en Chetumal. Cuauhtémoc Moctezuma de Chetumal.