CANADA. No cabe duda que el mundo está de cabeza desde la inverosímil segunda llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
El proteccionismo unilateral que ahora plantea su gobierno, se caracteriza por la agresividad, la impulsividad y el cinismo egocéntrico, en un presidente más confiado de su propio poder de mando a escala global.
Esa percepción propia lo vuelve implacable, pero a la vez, impredecible e incongruente; lo que le ha costado popularidad, y, sobre todo, credibilidad ante su propio partido, sus seguidores y por supuesto, el entorno mundial.
Esa falta de seriedad en las decisiones políticas nacionales e internacionales, los constantes bandazos en materia arancelaria y los cambios de rumbo en la estrategia macroeconómica, han orillado a diversas naciones clave del orbe a buscar la diversificación de sus mercados más allá de Estados Unidos, a través de la negociación de acuerdos comerciales y de cooperación en otras latitudes.
Así también, aparecen estrategias interesantes en varios países, que pretenden impulsar la producción nacional y la especialización productiva, a través de la apuesta por la industrialización, la consolidación de la infraestructura básica y el apoyo a la economía local para garantizar el desarrollo social interno.
Es muy gratificante, en este sentido, ver la movilidad política y social en países como Canadá y México, que al ser los más afectados por la política proteccionista estadounidense, encaminan sus planes nacionales de desarrollo (PND) hacia la auto-producción, el auto-consumo y el auto-desarrollo, por medio de la implementación de políticas de corte neoestructuralista, en un intento por combatir la dependencia económica y la vulnerabilidad exterior.
Esa reacción contestataria y nacionalista les ha valido a ambos gobiernos, para gozar de una enorme popularidad electoral, en la defensa de la soberanía nacional.
En el caso de México específicamente, ha sido muy oportuna y bien aceptada la presentación gubernamental del llamado “Plan México”. Claudia Sheinbaum pretende, en gran medida, fortalecer la industria nacional, fomentar la coordinación entre el sector público y el privado, promover la autonomía nacional y el bienestar familiar, a través de objetivos clave; como el aumento de la inversión en un 25% y un 15% en el contenido nacional en la producción.
Busca impulsar las exportaciones y sustituir las importaciones, además de pretender lograr que el 50% de las compras públicas se realicen a productores nacionales.
Asimismo, en el PND 2025-2030, el flamante gobierno mexicano presenta entre las principales estrategias nacionales: fortalecer las relaciones internacionales de México y la presencia del país en organismos internacionales, como un actor clave en asuntos económicos y comerciales.
Además, se incluye una sección que intenta asociar el Plan México al PND, para la creación de un nuevo modelo de desarrollo industrial que impulse el contenido nacional.
Por su parte, el también recientemente electo primer ministro de Canadá, ha prometido impulsar la mayor transformación de la economía nacional desde el término de la Segunda Guerra Mundial, para hacer frente a la guerra tarifaria iniciada por Estados Unidos.
Se pretende incentivar la producción y la competitividad económica, a través de la diversificación mercantil, la aceleración de la aprobación de inversión extranjera en el país y agilizar el comercio interprovincial eliminando las barreras no arancelarias hoy existentes, para crear un mercado único interno.
No solo los dos vecinos de Estados Unidos, sino la Unión Europea, Japón, y por supuesto, China y Rusia, van entendiendo que no se puede confiar en un magnate iracundo al mando de la economía más poderosa del mundo, que demuestra constantemente su escaso conocimiento del funcionamiento del sistema.
Hay que moverse y buscar alternativas que le permita a las naciones, mantenerse dentro del tablero internacional, pactando acuerdos estratégicos con economías con las que, hasta hace muy poco, no se habría contemplado.
Así, vemos cómo sorpresivamente China, Corea del Sur y Japón, anuncian un nuevo acuerdo comercial para hacer frente a los aranceles de Trump y cómo la Unión Europea se acerca con fervor a América Latina, para firmar o renovar acuerdos de cooperación económica que le permitan tener más injerencia y participación en la integración regional.
La realidad sobre el caos global que se vive hoy en día, es que el país ganador termina siendo China. Su expansión global inminente, su prevalencia como principal socio comercial de la gran mayoría de los países y su estrategia camaleónica que le ha permitido acercarse sigilosamente a los gobiernos de los cinco continentes con una postura amiga, sin imposiciones ni jugadas imperialistas, le han valido para apoderarse del mercado global, incluyendo al estadounidense.
El gigante americano, venido a menos con Trump, parece involuntariamente dejar la puerta abierta para el absoluto liderazgo mercantil chino.
Es un hecho que esta crisis de los mercados internacionales, a causa de la política errática y fortuita del presidente de Estados Unidos, puede significar un cambio de rumbo radical en las relaciones internacionales, las cadenas de suministro, los patrones y las tendencias económicas a escala global, y, sobre todo, en las estrategias desarrollistas de los países que se ven forzados a mirar hacia dentro.
Si el resultado de todo esto, es la autosuficiencia productiva, la expansión y diversificación mercantil, la cooperación internacional por la reciprocidad, la equidad y el desarrollo, habrá valido la pena la recesión que se avecina.
