Aunque el precio de la Mezcla Mexicana de petróleo va en aumento, su nivel sigue siendo bajo. Y aunque tenga beneficios para el país, el problema de México es su insuficiente capacidad de refinación, su falta de autonomía energética y por tanto, un limitado poder para negociar mejores condiciones de importación de petrolíferos.
La autonomía energética es una deuda pendiente y un problema de seguridad nacional. El incremento de los precios del petróleo —y en consecuencia el aumento de los precios de las gasolinas— en los mercados internacionales tiene un doble impacto en las finanzas públicas del país: por el lado de las exportaciones de crudo, Petróleos Mexicanos (Pemex) y el Gobierno federal recibirán más ingresos petroleros; pero por el lado de la importación de combustibles y el subsidio para mantener estables los precios de las gasolinas, el incremento le dará un golpe a la economía nacional.
México exportó el 65.7 por ciento del petróleo crudo producido en territorio nacional, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Energía (Sener). Aunque la balanza comercial de crudo ha sido positiva en los últimos cinco años, los ingresos petroleros entre 2015 y 2020 cayeron 74.6 por ciento real, indican datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
En el contexto de la pandemia de COVID-19 que desaceleró el consumo internacional de energéticos en 2020, los ingresos petroleros cayeron 38.7 por ciento y el precio del crudo nacional (o Mezcla Mexicana) tocó fondo. Aunque la Mezcla Mexicana se ha recuperado (31.9 por ciento) en lo que va del año, su precio actual—como el de los precios internacionales del petróleo— es bajo.
Para la especialista en temas energéticos, 64.40 dólares por barril —que es el precio de la Mezcla Mexicana al corte del 5 de marzo de 2021— no es un “repunte espectacular”, sobre todo si se considera que lo adecuado sería un precio de 85 a 100 dólares por barril. Sin embargo, el precio actual del petróleo mexicano es mejor que el precio promedio (54.47 dólares por barril) entre enero y febrero de este año.
La reactivación de la movilidad social y de la economía internacional está regresando el consumo de energéticos a la normalidad, aunque aún falta que se recupere del socavón que sufrió con la llegada del coronavirus. Mientras tanto, los ingresos petroleros en México seguirán siendo castigados. Por ejemplo, la cantidad recaudada en enero de 2021 (48 mil 85 millones de pesos) es 16 por ciento inferior a la recaudada en enero de 2020.
A pesar de todo, lo más preocupante a nivel nacional es el aumento del precio de las gasolinas por el incremento en el precio internacional del petróleo, sobre todo porque México depende de las importaciones de petrolíferos para cubrir su demanda interna.
El año pasado, la gasolina importada equivalió al 67.8 por ciento de la gasolina consumida en el país; y en general, México importó el 55.8 por ciento de todos los petrolíferos consumidos en su territorio.
La autonomía energética es una deuda pendiente y un problema de seguridad nacional. Por ejemplo, si Estados Unidos dependiera de México para la provisión de algún o algunos petrolíferos, sería más fácil para México llegar a acuerdos comerciales para reducir costos de importación. Sin embargo, la dependencia energética de México hace que su potencial de apalancamiento comercial (o leverage) sea muy limitado.
Al respecto, la especialista en materia energética señaló que aunque el Gobierno de México puede subsidiar y aplicar beneficios fiscales para frenar el aumento del precio de las gasolinas, “lo que no puede hacer es controlar los costos de refinación en el extranjero y sobre todo la logística”, que son factores que impactan los precios de compra.
La autonomía energética es una deuda pendiente y un problema de seguridad nacional.
Las cifras de la Sener arrojan que en los últimos seis años, el 58 por ciento del petróleo producido en México fue pesado. El resto fue ligero (32 por ciento) y superligero (10 por ciento). Ello implica que las refinerías tienen que procesar crudo denso con muchas impurezas cuando no tienen la capacidad para ello.
En enero de 2021, por ejemplo, las seis refinerías de México operaron al 45.9 por ciento de su capacidad productiva. Aunque hubo mejoría con respecto a enero de 2020 (36.2 por ciento) y con respecto a enero de 2019 (32.9 por ciento), la meta del Gobierno federal era que a estas alturas del sexenio, las seis refinerías estuvieran operando por encima del 50 por ciento de su capacidad.
La autonomía energética es una deuda pendiente y un problema de seguridad nacional.
Las cifras oficiales indican que además de que la producción de crudo fue a la baja (-36.7 por ciento real) en los últimos 30 años, incluido el descalabro (-7 por ciento real) registrado en los primeros años del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, las producciones de petrolíferos y petroquímicos decayeron 68.6 y 125.5 por ciento real, respectivamente.
Sólo en 2019 y 2020, la producción de petrolíferos cayó 6.7 por ciento real. Allí están incluidas las gasolinas y el diésel, cuya producción fue a la baja en 10.5 y 1.3 por ciento real. Lo mismo sucedió con los petroquímicos, que en ese periodo presentaron un descalabro de 29.5 por ciento real.