Rebeca Rodríguez Minor
Ayotzinapa. ¿Qué tanto México y el gobierno federal en particular, será capaz de limpiar su imagen y generar en la comunidad internacional un sentimiento de confianza y transparencia como para mantener las expectativas de inversión extranjera que se tenían proyectadas para los próximos años?
Después de haber probado las mieles de una propaganda internacional tan positiva como el llamado mexican moment, hoy a tan solo meses de tan benéfico denominativo para nuestro país, nos encontramos ante una de las peores crisis políticas y sociales de los últimos tiempos.
El mundo volteaba a ver a México y sus flamantes reformas estructurales, como el inicio de una era de bonanza y éxito para la nación azteca. Los paradigmas del estancamiento y la obsolescencia parecían desaparecer. Sin embargo, los recientes eventos que involucran directamente a las autoridades gubernamentales con el narcotráfico; que muestran a todas luces la colosal impunidad, abuso del poder y tráfico de influencias en las cúpulas más altas del gobierno federal, han desatado una ola de manifestaciones sociales que sólo reflejan el nivel de descrédito que ha alcanzado el estado, tanto a escala nacional como internacional.
Ayotzinapa. El enojo, la impotencia y el hartazgo suben de tono. Las redes sociales se encargan de propagar la situación de crisis por la que atraviesa nuestro querido México, impulsando a connacionales y extranjeros, dentro y fuera del país, a sumarse cada vez más a la causa.
Tan solo en la marcha del 20 de noviembre por Ayotzinapa, se mostraron manifestaciones en España, Francia, Holanda, Los Ángeles y Nueva York. Tabloides internacionales de renombre como El País (España), New York Times y The Economist dedicaron varias columnas al caso “casa blanca”, reflejando el creciente desconcierto al respecto de la figura presidencial y del futuro próspero tan prometido para el país. Según una encuesta del periódico Reforma, la popularidad de Enrique Peña Nieto, como presidente de la república, ha caído de un 46% al 39%, tan solo de agosto a noviembre del 2014. La peor caída que se ha registrado desde Ernesto Zedillo, ante la crisis económica de los años noventa.
¿Qué tanto México y el gobierno federal en particular, será capaz de limpiar su imagen y generar en la comunidad internacional un sentimiento de confianza y transparencia como para mantener las expectativas de inversión extranjera que se tenían proyectadas para los próximos años?
Recordemos que a éste amargo momento interno, se suma la caída internacional del precio del petróleo –que parece no tener retorno-, una reforma fiscal dolorosa que redujo considerablemente el poder de compra del consumidor e incentiva la clandestinidad en el empresariado; logrando una recaudación tributaria mucho más baja de lo proyectado. Todo esto se traduce en un cierre de año con un crecimiento económico a la baja. De 3.5% que se había pronosticado, terminamos 2014 en un rango entre 2 y 2.5%.
Ayotzinapa. Según el FMI, para este próximo año 2015, se espera un crecimiento económico hasta del 3.5% en México; gracias a los primeros efectos de la reforma energética y de telecomunicaciones y a la recuperación más sólida en Estados Unidos. Lamentablemente, es muy probable que estas proyecciones no puedan cumplirse una vez más, por el impacto que la crisis política y de seguridad interna, puedan generar.
Recordemos que en el caso de Brasil, ante la ola de manifestaciones sociales de inconformidad, escándalos de corrupción gubernamental y el deprimente crecimiento económico que ocasionó la baja en los precios de los commodities y la crisis europea, hicieron que de un momento a otro, el mundo dejara de creer en el gran país sudamericano y su proyección como potencia emergente.
La realidad mexicana no está nada lejos de repetir el caso carioca, aún antes de que su esquema de potencialidad se haya originado –como lo fue con Brasil-.
Se nos olvida que somos economías medianas. Que por más que influyamos en el mundo como voceros entre el subdesarrollo y el desarrollo, tenemos muchos aspectos qué atender antes de vendernos al mundo con escenarios falsos y castillos de papel. El jugar con la imagen de nuestros países, genera grandes expectativas y por ende grandes decepciones.
El éxito de las reformas estructurales y los pronósticos positivos de crecimiento económico para los años por venir, dependen en gran medida de la capacidad gubernamental para revertir la situación crítica que se vive hoy en día. La endeble estructura interna, requiere atención inmediata, con cambios profundos en el sistema y en la propia actuación de los gobernantes, que ha dejado mucho que desear últimamente.
LA CASA BLANCA. Los reflectores internacionales sólo pueden considerar a México como una opción viable para la inversión a gran escala, si cuenta con un gobierno sólido, confiable, estadista, que pueda dirigir el curso del país y sus habitantes, en un ambiente armónico de transparencia y credibilidad. De otra forma, estamos destinados a padecer perenemente un panorama de claro-oscuros que impiden sacar provecho de la potencialidad durmiente que caracteriza a México.
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