Por: Juan Pablo Castañón
Nuestro país continúa en esa frontera entre el desarrollo y los rezagos históricos. Somos una nación de contrastes. Por un lado tenemos clusters mundialmente competitivos, con cadenas de valor bien encadenadas, con capacidad de innovación y por el otro, regiones con la mayoría de sus habitantes en condición de pobreza, hasta en un 70% de su población. Después de 30 años de estancamiento, la agenda más importante para el desarrollo es sin duda la del crecimiento. Más y mejores empresas, creación permanente de empleos, nuevos flujos de inversión productiva y permanente, son sólo algunas de las consecuencias positivas del crecimiento.
Por todo esto, preocupa que en este primer trimestre la constante haya sido la disminución de las expectativas para el crecimiento de nuestra economía. La Secretaría de Hacienda estima que en 2014 alcanzaremos un crecimiento anual de 3.9 por ciento. Esta estimación la hizo en diciembre pasado. Sin embargo, los especialistas del sector privado que consulta Banco de México consideran hoy en día que no creceremos por encima del 3.09 por ciento.
Las principales causas de esta baja en el pronóstico son sin duda, la inseguridad que sigue siendo un flagelo social y económico para muchas regiones del país. También condiciones internacionales pero sobre todo las condiciones internas de nuestro mercado, que no han demostrado en estos primeros meses de 2014 una recuperación clara, sobre todo en el consumo y la inversión. Además de esto, los especialistas señalan a la Reforma Fiscal por su impacto negativo en nuestra capacidad de crecer, independientemente de que el ejercicio del gasto público se hubiera acelerado.
Con estos datos, la pregunta es qué podemos hacer en los siguientes meses, para evitar que 2014 sea otro año de crecimiento insuficiente. A todos nos conviene crecer; lo necesitamos. En el corto plazo, el contrapeso para los efectos de la Reforma Fiscal puede ser precisamente el gasto público como detonador del dinamismo de nuestro mercado interno que se requiere. Esto, claro está, siempre y cuando los incrementos se destinen efectivamente a inversión pública en infraestructura, al fomento de nuevos mercados y especialmente, al fortalecimiento de nuestros clusters estratégicos región por región.
Otra señal positiva para detonar el crecimiento sería avanzar con mayor celeridad en la presentación de las leyes secundarias de energía. Muchas inversiones están a la expectativa de su contenido. Una manera entonces de promover el crecimiento de inmediato, es mediante un tratamiento de avanzada en la regulación energética, que promueva desde este año inversiones público-privadas, nacionales e internacionales, en beneficio de los mexicanos, con más empleos y nuevas oportunidades para su desarrollo.
Por supuesto, para crecer las empresas necesitan un entorno de certidumbre de que no habrá un alza de los impuestos o mayores cargas en las cuotas patronales de seguridad social, sobre todo en esta coyuntura de debilidad del mercado interno que aún no hemos podido dejar atrás. Con algunas de estas medidas podemos reanimar a nuestra economía para que este 2014 acabe lo mejor posible y se apuntale mejor al 2015, donde las inversiones de la reforma energética y en telecomunicaciones empezarían a fluir abriendo nuevas oportunidades para el crecimiento económico, abatiendo el costo país, teniendo mejor infraestructura y cultura digital.
En Coparmex tenemos claro que el crecimiento sostenido de largo plazo se explica finalmente por la productividad y la capacidad de innovar. Aun cuando se cumplan estas medidas para que en estos dos años, 2014 y 2015, el crecimiento se mantenga en la banda del 3 y 4 por ciento, la pregunta seguirá siendo vigente: cómo podemos crecer más. Basar nuestro esfuerzo nacional en la innovación, esa es la clave y nuestra propuesta. En esta pregunta se encierra la respuesta definitiva a la pobreza y a la desigualdad que padece el país; para contestarla, Coparmex le apuesta a una agenda estructural para México que tenga como pilares el estado de derecho y el imperio de la Ley para abatir la impunidad. Al mismo tiempo, educación de calidad para formar en valores y aptitudes, regiones competitivas y clusters estratégicos por vocación. Y por supuesto, una democracia efectiva para que el sistema político sea verdaderamente representativo.
Repasemos entonces: lo que necesitamos es desarrollo económico, desde lo regional, por las vocaciones que requerimos; acompañado de Estado de Derecho; acompañado también de un sistema educativo creciente en la calidad y por último, una verdadera democracia. Los cuatro pilares para el desarrollo para los próximos años de México. Sin duda, se trata de una agenda de largo plazo para el crecimiento.