Dos de octubre, ni perdón, ni olvido…

Matanza de Tlatelolco: un antes y un después en México

Dos de octubre, ni perdón, ni olvido….

Eran casi las seis de la tarde, el mitin estaba por finalizar, un helicóptero sobrevoló la plaza del cual se dispararon bengalas, era la señal del Batallón Olimpia, los francotiradores abrieron fuego, estudiantes, madres, hermanos, vecinos, obreros… todos corrieron por la Plaza de las Tres Culturas y las inmediaciones del Edificio Chihuahua.

Corrieron para tratar de salvar sus vidas, pasando incluso encima de quienes ya habían caído, de gente herida, muerta…

El saldo oficial 20 muertos.

Sin embargo, a 52 años las terribles fotos que hace pocos años dieron la vuelta al mundo por su atrocidad revelan lo que el mundo sabía: se trató de una “masacre”.

LOS HECHOS

La tarde del 2 de octubre de 1968, un día después de la salida del ejército de los campus de la UNAM y del IPN, miles de personas se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas ubicada en Tlatelolco.

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Como era costumbre, el ejército vigilaba ante el temor de grescas, sin embargo, el pretexto del operativo era el riesgo que fuera asaltada la Torre de la Secretaria de Relaciones Exteriores.

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De civil portando un pañuelo o guante blanco en la mano izquierda, miembros del Batallón Olimpia, se infiltraban en la manifestación hasta llegar al edificio “Chihuahua” donde se encontraban los oradores del movimiento y varios periodistas.

El acuerdo, la “Primera conferencia de prensa” convocada por el Consejo de Huelga de la UNAM el 5 de octubre.

Cerca de las seis de la tarde, casi finalizado el mitin, un helicóptero sobrevoló la plaza del cual se dispararon bengalas,  como señal para que los francotiradores del Batallón Olimpia apostados en el edificio “Chihuahua” abrieran fuego en contra de los manifestantes y militares que resguardaban el mitin, para hacerles creer a estos últimos, que los estudiantes eran los agresores.

Los militares en su intento de defenderse, repelieron “la agresión de los estudiantes”, pero ante la confusión, los disparos no fueron dirigidos contra sus agresores, sino hacia la multitud de manifestantes que se encontraban en la plaza de Tlatelolco.

Algunos manifestantes que lograron escapar del tiroteo se escondieronen los departamentos de los edificios aledaños, pero esto no detuvo al ejército, que, sin orden judicial, irrumpieron a cada uno de los departamentos de todos los edificios de lo que conforma la Unidad Tlatelolco, para capturar a los manifestantes.

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Las imágenes de ese momento muestran a unos estudiantes apaleados, indefensos, desnudos algunos, rodeados por los soldados del ejército mexicano.

El movimiento estudiantil de 1968 fue un movimiento social en el que además de estudiantes de la UNAM y el IPN participaron profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionistas, la mayoría de la Ciudad de México, pero también del interior de la república.

Sus demandas eran seis, las cuales surgieron por una serie de eventos que iniciaron con una gresca entre alumnos de la vocacional 5 y la preparatoria particular Isaac Ochoterena.

  1. Libertad de todos los presos políticos.
  2. Derogación del artículo 145 del Código Penal Federal.
  3. Desaparición del cuerpo de granaderos.
  4. Destitución de los jefes policiacos Luis Cueto, Raúl Mendiolea y A. Frías.
  5. Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto.
  6. Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.

ANTECEDENTES

El 22 de julio de 1968 policías granaderos reprimieron una riña entre alumnos de la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional y la preparatoria particular Isaac Ochoterena.

Los agentes irrumpieron en las vocacionales 2 y 5, hiriendo a profesores y alumnos. Tres días después, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se declaró en huelga indefinida.

Tras la represión que el cuerpo de granaderos propinó a jóvenes del IPN y de la Preparatoria 2 de la UNAM, así como a miembros del Partido Comunista el 26 de julio de 1968, estudiantes del IPN en solidaridad declararon un paro de actividades.

En un pliego petitorio demandaron la excarcelación de los estudiantes detenidos, así como indemnización a los lesionados.

El 29 de julio, el conflicto se extendió por toda la Ciudad de México, mientras las autoridades pretendían calmar el ánimo previo a los Juegos Olímpicos que iniciaron el 12 de octubre de ese año.

Hubo autobuses quemados, se paralizó el transporte público, además, de que autoridades de seguridad reportaron artefactos explosivos y combustible en escuelas.

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En este contexto de represión y descontento en toda la comunidad universitaria del país, el Ejército irrumpió la Escuela Nacional Preparatoria 1 (el actual Colegio de San Ildefonso): de un bazucazo, destruyó la puerta, para así iniciar la presencia militar en el conflicto, autorizada por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.

No obstante, el secretario de Defensa Nacional, Marcelino García Barragán afirmó que el atentado fue responsabilidad de los estudiantes: una explosión interna.

La relevancia del movimiento repuntó cuando, el 1 de agosto el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra encabezó una manifestación de alrededor de 80 mil universitarios y politécnicos, en protesta por la represión y en demanda de la liberación de los estudiantes presos.

Dos de octubre, ni perdón, ni olvido…

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Sobre avenida de Los Insurgentes, la mayor autoridad universitaria proclamó la frase “únete, pueblo”. Entonces se conformó el Consejo Nacional de Huelga (CNH) para establecer que las escuelas estarán en huelga, pero no en paro activo; habrá tres representantes por plantel, y para rechazar la presencia de organizaciones ajenas a la comunidad escolar.

A pesar de ello, el Ejército continuó con sus ocupaciones en las escuelas, plazas públicas del centro de la capital del país y las calles. Lo que deviene en un entorno de detenciones arbitrarias, asesinatos y lesiones para estudiantes y la sociedad civil.

Barros Sierra mantuvo sus reclamos y acusó que no recibió notificación de la ocupación militar de las ocupaciones militares, además denunció que fue víctima de injurias y difamación. Hasta que anunció su renuncia el 23 de septiembre de 1968.

“Al decidirse a defender la autonomía, Barros Sierra legitimó al movimiento estudiantil y lo lanzó por una dirección desconocida: lo sacó del ‘ghetto’ de los radicales y lo incorporó al terreno de los principios de la defensa de la autonomía y la Constitución… Ya no era un grupito de estudiantes radicales, sino la masa plural de ciudadanos que defendía principios frente a la brutalidad policíaca”, dice el analista Sergio Aguayo en el libro 1968. Los Archivos de la violencia.

El 1 de octubre de ese año, el Ejército desocupó todas las instalaciones de la UNAM y el IPN que mantuvo tomadas, como un movimiento estratégico previo a la masacre del día siguiente en la Plaza de las Tres Culturas.

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Politólogos e historiadores coinciden en señalar que este movimiento y su terrible desenlace incitaron a una permanente y más activa actitud crítica y opositora de la sociedad civil, principalmente en las universidades públicas, así como a alimentar el desarrollo de guerrillas urbanas y rurales en los años setenta.

(Con información de Proceso y La noche de Tlatelolco, 1968. Los Archivos de la violencia. Aquevedo)

El color de la sangre no se olvida; 2 de octubre en la memoria histórica

Cinco obras indispensables para adentrarse en el contexto histórico, político y social en el que se dio el movimiento estudiantil de 1968.

“El Movimiento lo traemos dentro desde hace muchos años.

¡Aquí no hay improvisación, «ni puntada», «ni buena onda», ni nada!

No se trata de eso. Se trata de defender todo aquello en que creemos”

Raúl Álvarez Garfa, físico matemático de la ESFM. Profesor de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN, delegado ante el CNH, preso en Lecumberri.

La matanza de estudiantes ocurrida el 2 de octubre de 1968 es una radiografía del estado de injusticia, del malestar social y del régimen autoritario y restrictivo que impulsaron el crecimiento acelerado del movimiento estudiantil y su inminente resonancia en todo el país y en otros movimientos.

Hacer del conocimiento histórico sobre el movimiento de 1968 y la matanza en la Plaza de las Tres Culturas parte de la discusión en la esfera pública es un ejercicio de memoria histórica imprescindible que abona a fortalecer nuestra democracia en la medida en que nos ayuda a entender a México antes y después del 68, hecho parteaguas en la historia de nuestro país, así como en su vida política y democrática.

Ante la posibilidad del olvido y su avasallante despolitización, queda poner en marcha un ejercicio de memoria histórica para comprender y mirar en su complejidad al pasado y a la historia que hoy nos configuran, y que al mismo tiempo nos permita reivindicar luchas del pasado para entender y accionar en nuestro presente.

Por ello, recomendamos cinco obras indispensables para adentrarse en el contexto histórico, político y social en el que se dio el movimiento estudiantil de finales de la década de 1960. 

México 68: Juventud y revolución

José Revueltas fue uno de los primeros intelectuales en acercarse al movimiento de 1968, por lo que se involucró estrechamente en diversas actividades como reuniones, marchas, asambleas, propaganda y elaboración de desplegados. Los textos escritos por Revueltas durante los meses del movimiento y posteriormente en la prisión de Lecumberri (tras ser acusado de ser el autor intelectual del movimiento) se encuentran reunidos en esta publicación.

En sus hojas se hallan apuntes políticos, cartas, documentos y notas personales en torno a las movilizaciones de estudiantes. Este texto se compone como un diario del movimiento estudiantil y constituye un testimonio de su importancia histórica para México y para la propia vida del escritor galardonado con el premio Xavier Villaurrutia.

La noche de Tlatelolco

Tres años después de la matanza de estudiantes a manos del Ejército, la escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska publicó un libro en el que recogió testimonios de estudiantes, las víctimas y sus familias sobre el movimiento de 1968. El texto se trata de una crónica periodística que se divide en dos partes, la primera de ellas aborda los sucesos previos al mitin programado en la Plaza de las Tres Culturas, y la segunda se enfoca en la narración propiamente de los hechos referentes al 2 de octubre.

Para la elaboración del libro, Poniatowska entrevistó en prisión a presos políticos, habló con personas de a pie e interpeló a figuras que no fueron parte del movimiento o que incluso estaban en contra de él. Este texto se ha convertido en un libro emblemático de la historia de México y en una pieza indispensable para pensar y adentrarse en el movimiento de 1968. 

1968. Los archivos de la violencia

Esta publicación, autoría de Sergio Aguayo, es considerada uno de los libros más completos sobre el movimiento estudiantil de 1968. Se compone de un exhaustivo trabajo documental con fuentes nacionales e internacionales, documentos oficiales y archivos desclasificados; así como de la recolección, a través de entrevistas de primera mano, de diversos testimonios, entre ellos de protagonistas y algunos funcionarios de gobierno y del Ejército que aportan nuevas luces y claves a la información en torno a la matanza del 2 de octubre.

Esta obra de Aguayo es un riguroso trabajo de investigación imprescindible para desentrañar los hechos del movimiento de 1968.

Los días y los años

No solo se trata de la primera novela de Luis González de Alba, sino que representa el primer texto sobre el movimiento de 1968 publicado por uno de sus líderes o protagonistas. El libro es un diario, una crónica, un testimonio personal y una novela que da cuenta de la realidad convulsiva en la que se encontraba el país y narra el ánimo y espíritu de los jóvenes estudiantes.

González de Alba realizó el texto mientras se encontraba preso en Lecumberri, donde fue ingresado tras ser detenido por soldados el 2 de octubre de 1968 durante su participación en la manifestación en la Plaza de las Tres Culturas. Las letras de Luis González de Alba recrean la vida de los presos políticos en Lecumberri, rememoran las marchas, asambleas y debates, y reconstruyen los procesos del movimiento estudiantil, desde su organización y crecimiento, hasta sus conflictos internos.

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Esta obra de Paco Ignacio Taibo II está constituida por las memorias de este escritor sobre el movimiento de 1968 y su participación en él. El texto surge de las notas que Taibo II realizó sobre el movimiento hacia 1969 y que originalmente serían utilizadas para escribir una novela, pero 35 años después cambió de estructura y dichos apuntes se convirtieron en una memoria narrada en primera persona.

En el libro Taibo II intenta responder las grandes interrogantes históricas sobre este hecho relacionadas con las motivaciones del movimiento, los protagonistas anónimos, los cuerpos de los asesinados, entre otros temas.

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Lee esto para que en verdad no olvides la matanza del 2 de octubre de 1968