El Vaticano considera “muy decepcionante” la decisión del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de levantar el veto a la financiación de los grupos a favor de la interrupción del embarazo; incluso, un alto responsable ha denunciado que se trata de una medida de quien tiene el poder “y cree que puede decidir sobre la vida y la muerte”.
El tema, sin duda, causa polémica. ¿Quién tiene derecho a decidir por su propia vida y su futuro, la mujer que se hará cargo del bebé o todos los demás quienes solo condenan sin mayor responsabilidad que emitir su opinión? Más que un asunto personal, el embarazo no deseado es un problema de salud pública. Aquí, en chiquito, en nuestro estado de Q. Roo, tan solo en un año, de acuerdo con datos del Consejo Estatal de Población, cerca de 90 mil adolescentes y niñas, entre 12 y 15 años, dejaron la escuela por estar embarazadas. ¡Vaya lo que nos espera como país con esa cifra!
Para nadie es un secreto, que, primero dejan la escuela, luego son marginadas por la mismísima sociedad y, más adelante, será difícil que encuentren un buen trabajo. ¿Qué será de esas madres solteras y, quizá peor aún, qué será de esos hijos no deseados? ¿podrían ser los pandilleros del futuro?, ¿eso queremos? Desde cualquier punto de vista, sea económico o social, pocos beneficios podrían vislumbrarse. ¿Qué se debe hacer? Sin duda no se trata emitir opiniones ni tan solo “decepcionarse” sino reconocer la grave problemática mundial y ocuparse en las soluciones, soluciones efectivas: aplicar políticas públicas de prevención, de educación, de información justo para no llegar hasta una dramática consecuencia: la interrupción del embarazo.
A alguien le debe quedar claro, quizá en especial a los hombres, que ninguna mujer tiene como meta en su vida, como un proyecto, como un sueño, interrumpir un embarazo, es la última alternativa, dolorosa. El asunto requiere comprensión, sentido común y que, quien se haga responsable de un bebé, sea quien decida, no los que están cómodamente criticando.
L´Osservatore Romano, el diario vespertino de la Santa Sede, donde se publica lo “decepcionante” de la medida de Obama, debía participar más, pero en beneficio de millones de mujeres; en lugar de criticar al Presidente, quizá debía involucrarse de manera directa y efectiva a difundir programas de prevención de embarazos en adolescentes; así no tendrían existir las organizaciones que tanto los decepcionan.
Yvette Hesse
Dirección General