El chantaje del Muro en el cierre del gobierno estadounidense

Trump solicitaba la ridícula suma de $5,700 millones de dólares para la construcción de un muro

A dos años de la presidencia de Donald Trump, se puede afirmar que su estrategia de negociación para cualquier tema político, se basa en tácticas muy agresivas de corte empresarial, donde el sometimiento, la  presión y el amedrentamiento, juegan un papel central. Es por medio de la asfixia que Trump pretende siempre hacer valer sus propios intereses, mostrando un absoluto desconocimiento de cómo se maneja la política y cómo esas tácticas, lejos de beneficiar a la negociación, generan división, incertidumbre, especulación y desconfianza. Los mensajes son contradictorios y las reacciones impulsivas, lo que lleva a escenarios inciertos que ahuyentan la inversión.
El cierre de gobierno más largo en la historia de Estados Unidos, se debió a un capricho más del presidente; queriendo forzar al Congreso -específicamente a los demócratas que obtuvieron mayoría en la Cámara Baja, en las elecciones intermedias de noviembre– a autorizar un presupuesto ridículamente elevado, para la construcción del muro fronterizo. Esa petición se convirtió finalmente en un chantaje, queriendo hacer ver al muro como una cuestión de seguridad nacional al nivel de emergencia. 
Algo que le dio fuerza a Trump para su discurso sobre el bloqueo de la frontera, fue la masiva caravana de migrantes centroamericanos que emprendieron camino para cruzar la frontera, justamente en los días en los que se llevarían a cabo las elecciones intermedias de los Estados Unidos, y en las cuales ya se veía venir la pérdida de la mayoría de los escaños republicanos en las diputaciones, factor que finalmente terminó por debilitar por completo el poder del que había gozado Trump en todo el primer periodo de su mandato.
Existe la teoría nada descabellada de que las caravanas de migrantes bien pudieron ser orquestadas por el propio gobierno estadounidense, para justificar con fuerza sus argumentos sobre la urgencia y prioridad del muro fronterizo. Veamos las fechas. La primera caravana migrante salió de Honduras a mediados de octubre, cuando las elecciones intermedias de EEUU se llevarían a cabo el 06 de noviembre; los migrantes hicieron su recorrido a través de Centroamérica y México, llegando el primer contingente a Tijuana el 11 de noviembre. 
Nunca antes habíamos visto tal masividad de personas sumándose a una intención disruptiva migrante de este calibre y es casualmente, cuando se está jugando la mayoría republicana en el Congreso de Estados Unidos, que aparece esta misiva. ¿No sería más lógico pensar que ante tanta discriminación y obstáculos de Trump al paso fronterizo, la gente se sentiría más desanimada de intentarlo? Claro que, si ya existe un contingente de cientos de personas intentando llegar a la Unión Americana, es más fácil tomar la decisión de unirse al grupo, por seguridad y cobijo, ante la bien sabida inseguridad y riesgo por la vida que implica emprender ese gran desafío, lo que derivó en miles de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos concentrados y desperdigados a lo largo y ancho de México y la  frontera con el vecino del norte. 
De igual forma, la caravana migratoria que salió de Centroamérica en enero, se dio justo cuando el gobierno de Estados Unidos, que previsiblemente no logró el presupuesto solicitado para el muro en diciembre, ya había tomado la decisión tan drástica de cerrar el 25% de su administración, en vez de proponer una negociación más realista y no basada en la ridícula suma de $5,700 millones de dólares para la construcción de un muro que nadie consideraba como un asunto de emergencia nacional, aparte de Trump. 
La ola migrante en enero se dio en el timing perfecto para fortalecer el argumento de Trump sobre la necesidad urgente del muro. El gobierno seguía cerrado y más de 800,000 empleados estadounidenses seguían sin percibir su sueldo; en medio de las negociaciones para llegar a un acuerdo con el Congreso, la presión recaía básicamente en la Cámara Baja; en los demócratas. Después de 35 interminables días de paro gubernamental, se llegó a un acuerdo temporal, para reabrir el gobierno por un periodo de tres semanas y fue apenas unos días antes de que se cumpliera el plazo para un nuevo cierre, que se llegó a la aprobación de un presupuesto por $1,375,00 mdd para poner barreras físicas en la frontera -nada que ver con los $5,700 mdd que quería Trump para un muro de concreto-.
Trump finalmente, se salió con la suya. No obtuvo la cifra exorbitante que pedía; sin embargo, logró obtener recursos -por mínimos que sean-, para cumplir con su principal promesa de campaña: construir el muro. Eso es lo que dirán los tabloides y eso es lo que quiere Trump, que se afirme que habrá muro, aun cuando su popularidad esté por los suelos luego del cierre del gobierno. Y no conforme con ello, todavía se atreve a declarar al país en estado de emergencia, por una “invasión de traficantes, drogas y criminales”, intentando conseguir acceso a alrededor de otros $8,000 mmd, para la ridícula construcción de la valla fronteriza.  
Es lamentable a lo que hemos llegado. No importa cuan absurdos sean los intereses y promesas de un gobierno carente de experiencia y rigor político. No importa que cientos de miles de personas no perciban su salario por más de un mes, no importa que se haya puesto en jaque la seguridad nacional con  la falta de personal para el control del transporte aéreo, además del cierre en el Departamento de Comercio, Justicia, Agricultura y Vivienda, no importa la derrama económica perdida por el turismo afectado ante parques nacionales y museos cerrados, ni los retrasos en ciencia y salud que afectaron a cientos de pacientes, no importa poner en riesgo al país entero queriendo utilizar los recursos resguardados para catástrofes naturales de verdadera emergencia nacional; lo que importa es el electorado, lo que importa es que la gente siga apoyando las incoherencias presidenciales, para conseguir mantenerse en el poder en el próximo periodo presidencial. Lo que importa es mantener el racismo, el divisionismo y la discriminación como eje central de la administración actual. Simplemente,  lamentable.