El descalabro argentino

Proyecto ultra neoliberal provocó la hambruna y grave encarecimiento de la vida en Argentina

Argentina, el gran país sudamericano que llegó a ser la gran potencia latinoamericana en el  siglo XIX, no ha sido capaz de sostenerse dignamente, dos siglos después. A raíz de la gran crisis económica del 2001, donde fuimos testigos del colapso monetario, político y social, con eventos tan dolorosos como la imposición gubernamental del famoso “Corralito”, que bloqueaba la extracción de efectivo de las cuentas bancarias de los ciudadanos, la nación sureña se enfrascó en una ola de vandalismo y violencia, con la muerte de 39 civiles, quienes, con justificada inconformidad, protestaban indignados en las calles. 
La crisis institucional fue tal que, Fernando de la Rúa; presidente de la nación en ese momento, renunció al cargo. Entre renuncias e interinatos, en menos de 15 días hubo cinco funcionarios que ejercieron el cargo de presidente de la nación. La sociedad sufrió tanto las consecuencias de la devaluación, con un proyecto ultra neoliberal tan claramente mal administrado por los ex presidentes Carlos Menem (1989-1999) y De la Rúa (1999–2001), que la hambruna se hizo presente en la Argentina, reflejando el grave encarecimiento de la calidad de vida en el país. 
La privatización extrema de empresas nacionales tan emblemáticas, como Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) y la paridad del peso argentino con el dólar estadounidense, así como la adquisición de deuda externa, con préstamos cuantiosos del Fondo Monetario Internacional (FMI), derivaron en el caos. 
A raíz de tal golpe, los gobiernos sucesores se enfocaron en tratar de recuperar la confianza y la estabilidad económica, política y social, tan mermadas a partir de diciembre del 2001. La gente estaba harta de las políticas neoliberales y el colapso económico; así que el primer gobierno democrático y estable después de la crisis, fue el de Néstor Kirchner (2003–2007), perteneciente al Partido Justicialista (derivado del Partido Peronista); de tendencia izquierdista. 
Uno de sus grandes logros, fue el pago total de la deuda al FMI. Tanto Kirchner, como su esposa Cristina Fernández, quien gobernó al país en dos periodos presidenciales (2007 – 2015), se dedicaron a promover programas sociales, impulsar el desarrollo interno fortaleciendo la industria nacional y reestatizando empresas, como YPF, que fue expropiada a Repsol -empresa española-; lo que generó una fuerte controversia entre Argentina y la Unión Europea.
A pesar de haber mantenido una economía aceptablemente estable; Cristina Fernández de Kirchner, sufrió un revés cuando el Fondo Monetario Internacional censuró al país para el acceso a créditos, acusando al gobierno de manipulación de cifras sobre sus finanzas. Los números no cuadraban con la realidad; según el organismo internacional, al no exponerse los referentes certeros sobre los niveles inflacionarios, en los sistemas estadísticos que presentaba la presidencia. 
Se consideraba un gobierno “rebelde”, que se negaba a acatar las recomendaciones del organismo, tratando de mantenerse a flote sin la perenne dependencia a los préstamos leoninos de la banca internacional y demás acreedores capitalistas.
A pesar de la popularidad con la que el kirchnerismo gobernó durante 12 años, finalmente en el 2015, de manera insólita ganó las elecciones Mauricio Macri. Un empresario millonario, perteneciente a las esferas políticas más conservadoras y derechistas del país, con un discurso de retorno al neoliberalismo, la ortodoxia económica y la recuperación de las relaciones con el FMI y demás acreedores financieros internacionales, procediendo al pago de deuda de los llamados “fondos buitres”, que su antecesora se había negado a afrontar. 
De igual forma, en su mandato se dio la reforma tributaria del 2017, reduciendo subsidios al transporte y servicios públicos, lo que generó el aumento de los precios y la reducción del gasto público. Lejos de reducir la pobreza, ésta se incrementó en los últimos años, con cifras imparables de dos dígitos en desempleo y una inflación rampante que, a pesar de ser una promesa de campaña, se disparó del 25% en el 2017, al 45% en el 2018. A eso se suma un sobreendeudamiento estatal en dólares y nuevamente un acuerdo acreedor con el FMI, de quien obtuvo el préstamo más grande de la historia del organismo, por la cantidad de $57mil mdd, sin conseguir con ello controlar la economía.
Hoy queda claro por qué en las elecciones primarias del pasado 11 de agosto, Macri perdió drásticamente la contienda para su reelección, dando paso al retorno del Peronismo, con la fórmula Fernández – Fernández (Alberto Fernández como presidente y Cristina Fernández a la vicepresidencia de la república). 
Una vez más el kirchnerismo triunfa y la izquierda se hace presente, demostrando el repudio del electorado a esa historia reciente, que ha venido acumulando experiencias de terror con el FMI, con la volatilidad monetaria y la incertidumbre económica, provenientes de políticas neoliberales que no han hecho más que dañar enormemente el desarrollo y la prosperidad de esa gran nación hermana. 
El cambio de gobierno implica para la nación un golpe más a la ya de por sí fragmentada economía. Macri ya no tiene el poder y Alberto Fernández inicia su mandato hasta diciembre. La devaluación se exacerba, junto con la especulación financiera. Las inversiones se frenan ante la pérdida de confianza, frente el ya seguro retorno del izquierdismo. Habrá que ver cómo logra el país del tango, salir de esta debacle interna, que parece no tener fin. Muchas lecciones hay que aprender de Argentina. El que olvida su historia, está condenado a repetirla.