Estados Unidos y la Unión Europea: por un TLC

Estados Unidos y la Unión Europea han decidido unir fuerzas para conformar la primera alianza intercontinental, por medio de la negociación de un tratado de libre comercio entre las partes. Se trata de una decisión por demás sorpresiva y hasta hace pocos años, nada previsible.
Por un lado, Estados Unidos ha mantenido una política comercial exterior centrada en su propia expansión comercial. Este país únicamente negocia zonas de libre comercio que, como mencionábamos en un artículo anterior, (Revista Gente #44, Feb-Mar 2013), se refiere al nivel más básico de integración económica, enfocado al libre intercambio de mercancías.
No se percibe una sola estrategia dirigida hacia la consolidación de integraciones profundas que impliquen aunque sea de manera somera, la pérdida de soberanía nacional, para dar paso a alianzas estratégicas de cooperación, que busquen el bienestar común de las partes integradas al acuerdo.
Los tratados de libre comercio firmados por Estados Unidos, han sido en su mayoría, bilaterales. Dirigidos a economías complementarias más que competitivas, donde puedan hacer penetrar sus productos. Es por esto que sorprende mucho ahora la decisión de firmar un TLC con uno de los bloques comerciales con los que más se compite.
Por el otro lado, tenemos una Unión Europea con una cultura de cooperación conjunta bien arraigada, donde el bienestar común prevalece por medio de la unión de fuerzas. Su nivel de integración es el más elevado que existe en el planeta y esto significa que sus países miembros están comprometidos y dispuestos a perder gran parte de su propia soberanía, por impulsar un proyecto común de desarrollo y bienestar.
¿Por qué después de tantos años de haber iniciado las tendencias integracionistas en el mundo, hasta hoy se pone en la mesa una negociación intercontinental entre dos de las fuerzas económicas más potentes a escala global? La respuesta la encontramos en varios aspectos que merecen cierto grado de análisis:

  1. La crisis económica: La recesión mundial que inició en el 2008 se ha prolongado y encrudecido por un lustro completo, afectando principalmente a las naciones integrantes de la zona euro. Ante tal paralización macroeconómica, un tratado de libre comercio que incentive no solo el intercambio de mercancías, sino el consumo intercontinental resulta ideal, sobre todo si se trata de la potencialización comercial de dos de los motores más importantes del mundo (Estados Unidos y Alemania).  La conformación de esta zona de libre comercio incentivaría los flujos comerciales y económicos a escala global.

 

  1. La rivalidad por el liderazgo. China sigue creciendo hoy en día a cifras del 8% anual, a pesar de los embates de la crisis económica. Es la segunda economía del mundo y las transacciones comerciales globales dependen en gran medida de la oferta y demanda provenientes de esta nación asiática. Ante la emergencia de este tipo de economías, que ya comienzan a rivalizar por el liderazgo mundial, resulta estratégico impulsar medidas integracionistas entre aquellas fuerzas económicas que puedan hacer contrapeso al impacto asiático.

La rivalidad por el liderazgo no sólo compete a China o en un momento dado a la India. Después de muchos años de negociación, Rusia ingresa apenas en el 2012, a la Organización Mundial de Comercio; factor que significa la inserción de una “nueva” economía al escenario de las alianzas estratégicas comerciales internacionales. Rusia es una nación rica no sólo en territorio y densidad poblacional, sino en recursos naturales; con una sed de impulso industrial y económico que la coloca como una de las economías emergentes de mayor impacto para los próximos años. Sin embargo, también se trata de un Estado que mantiene una ideología tradicionalista, muy al estilo Guerra Fría hasta nuestros días, que pone en entredicho sus relaciones con occidente.
Mediante la negociación de un TLC con la Unión Europea, Estados Unidos respalda su hegemonía global y asegura una zona de influencia comercial y económica en la región europea, que vulnera la maniobrabilidad rusa con sus vecinos directos. En el artículo de la Revista Gente, #42, Oct-Nov 2012, explicábamos cómo el planeta se va aliando en bloques económicos, donde cada nación decide a qué estrategia integracionista aliarse, con tal de permanecer como parte del sistema y no quedar rezagado por la autarquía1 y el aislacionismo.
El toma y daca en las negociaciones internacionales, es cosa de todos los días. Alianzas vienen y van, países se anexan, otros se deslindan, pero el objetivo siempre es el mismo; impulsar la economía por medio de la expansión de los mercados y la liberalización comercial. Ante tantos descalabros económicos y una recesión perenne, una alianza estratégica entre Estados Unidos y la Unión Europea, resulta ser una opción más que deseable para las partes. Habrá que ver cuál es el alcance logrado a la hora de la negociación (ya que existen diversos rubros de discordia, como la agricultura) y cómo éste tratado nos afecta a los demás bloques, incluido el TLCAN.
1 Organización y política económica de un Estado que pretende autoabastecerse con la producción nacional evitando las importaciones.