El PIB no evalúa el progreso económico y social: Joseph Stiglitz, Nobel de Economía

Joseph Stiglitz, Nobel de Economía

Joseph Stiglitz es un economista tan especial que defiende la idea de quitarle importancia al índice estrella de su profesión: el Producto Interno Bruto (PIB).

A su juicio, hay otros datos que pueden ayudar a entender de una forma más completa cuán bien o mal marcha un país.

Joseph Stiglitz también toma con naturalidad la protesta social que estalló en meses recientes en varios países de América Latina, como Ecuador, Colombia y sobre todo Chile, país este último al que muchos veían como modelo económico regional.

“La sorpresa fue que el malestar tardara tanto en manifestarse”, dice el nobel de Economía de 2001 durante una entrevista en su oficina de la Universidad de Columbia, Nueva York.

Latinoamérica es la región más desigual del mundo y el consejo de Stiglitz para los gobernantes es abordar rápido este problema social, al que ha dedicado varios de sus últimos libros.

Hoy con 76 años, es uno de los principales economistas críticos del manejo de la globalización y del libre mercado. “Capitalismo progresista: la respuesta a la era del malestar”, es el título de un libro suyo publicado en 2019 y que fue  traducido al castellano.

En otro de sus libros recientes usted argumenta en contra del uso del Producto Interno Bruto (PIB) para evaluar el progreso económico y social. ¿Por qué?

Porque deja de lado muchas cosas importantes. Creo que citamos en el libro la famosa frase de Robert Kennedy: El PIB “lo mide todo… excepto lo que hace que la vida valga la pena”.

No habla de desigualdad. El PIB puede subir, pero todo el dinero puede ir a Jeff Bezos, y la mayoría de los estadounidenses pueden estar muriendo porque no tienen acceso adecuado a la atención médica o la comida.

El PIB es bueno, pero no refleja lo que experimentan los estadounidenses comunes o en cualquier país, no refleja la inseguridad, que es una parte tan importante del bienestar. Más aún, hoy nos preocupa la sostenibilidad: el PIB no mide si el crecimiento es sostenible.

En el período previo a la crisis de 2008, el PIB no era bueno ni malo, pero no reflejó el hecho de que el crecimiento se construyó sobre una montaña de deuda y no fue sostenible.

Joseph Stiglitz Nobel de Economia

¿Entonces debemos olvidarnos del PIB? ¿Hay una alternativa?

Lo que quieres es un tablero de instrumentos. Si conduces un automóvil, quieres saber cuán rápido vas, pero también cuánto gas tienes en el tanque. Nadie diría que necesitas apenas un número. Necesitas al menos dos números.

Entonces, si estás manejando una economía, quieres saber el PIB como un número, pero también cómo se comparte, si estás agotando el motor o si tienes sostenibilidad… Quieres diferentes medidas para reflejar diferentes aspectos.

No creo que debas agregar la salud al PIB, pero la salud es muy importante. El hecho de que el PIB de EE.UU. aumente pero la esperanza de vida disminuya dice algo que no se obtiene de los números del PIB y que no obtendrías si sumaras dos números.

¿Cómo ve las recientes expresiones de descontento social en diferentes países de América Latina?

De algún modo, la sorpresa fue que el malestar tardara tanto en manifestarse, particularmente en Chile. Porque Chile ha sido uno de los países que siempre se destacó en las estadísticas de la OCDE con uno de los mayores niveles de desigualdad. En años previos hubo murmullos del descontento, preocupación por la falta de oportunidades educativas, huelgas bajo gobiernos anteriores…

América Latina ha sido históricamente una parte del mundo con un alto nivel de desigualdad. En algunos países, hubo movimientos, avances en la reducción de la desigualdad durante un largo período. Brasil tanto con Cardoso como con Lula y Argentina con los Kirchner tuvieron reducciones significativas en la desigualdad, incluso Bolivia tuvo. Pero aun yendo en la dirección correcta, el nivel de desigualdades sigue siendo muy alto.

Vivimos en un mundo globalizado. Hace 50 años podría no ver que tu país está experimentando un nivel de desigualdad más allá de lo normal. Pero en el mundo de hoy hay rankings que muestran que algunos países caen notablemente en sus clasificaciones de desigualdades. La gente sabe lo que está sucediendo en otros lugares.

Lo que Chile muestra claramente es que hubo una especie de yesca: lo que provocó la explosión podría ser muy pequeño, pero el profundo malestar sembrado está presente y nunca se puede predecir cuándo va a explotar. Pero es comprensible por qué debería explotar.

Cuando escribí mi libro anterior, “El precio de la Desigualdad” (2012), describo el alto nivel de desigualdad en EE.UU., el más alto entre los países avanzados. Dije que esto no era política y socialmente sostenible, que habría consecuencias. Y la consecuencia fue la elección del presidente Trump en parte.

Entonces, en diferentes países, el descontento puede tomar diferentes formas. Pero es totalmente comprensible que haya descontento.

¿Dice que la agitación social en América Latina debería haber ocurrido hace tiempo?

En muchos sentidos, creo que es correcto. Pero existen esas misteriosas fuerzas globales donde el descontento parece globalizarse. Lo ves en la votación del Brexit, o lo que sucedió en la votación de Trump.

Para los países avanzados tengo una pequeña teoría de por qué se manifestó en este momento, que es la conjunción de los altos niveles persistentes de desigualdad, particularmente las experiencias de los desindustrializados dislocados a quienes se les prometió que la globalización iba a traer prosperidad y se llevaron lo contrario, con la crisis financiera mundial de 2008 en la que los banqueros fueron rescatados y el sistema parecía tan injusto.

En América Latina, el malestar salta por diferentes motivos. En Chile fue el aumento del pasaje del metro, en Ecuador la eliminación de los subsidios a los combustibles, en Bolivia que mucha gente creyó que hubo fraude electoral… Y luego estuvo la elección de Jair Bolosnaro en Brasil, otra demostración de descontento. ¿Cuál sería su consejo para los gobernantes de América Latina?

En Brasil la mayoría de las encuestas mostraron que Lula habría ganado si no hubiera sido encarcelado ilegítimamente. El hecho de que la población pudiera elegir a Lula o ir a Bolsonaro da una idea de la naturaleza del descontento.

La respuesta es primero abordar las desigualdades en ingresos y oportunidades. Y tienen que hacerlo más rápido. Digo esto porque en varios países hubo progreso, pero no lo suficientemente rápido.

Lo segundo es el déficit democrático en muchos de estos países. En Chile, se escucha la opinión de que la Constitución impuesta por Pinochet no es una constitución totalmente democrática y ahora intentan cambiarla. En Ecuador, existía la preocupación de que en los últimos años de Correa se habían debilitado algunas instituciones democráticas, incluida la prensa libre. Y en Bolivia, la pregunta era si (Evo Morales) intentaba ser elegido para un cuarto mandato. Cada uno era una señal de la fragilidad de la democracia.

Una de las cosas que quedó clara en las crisis anteriores en general, es que a menudo los acreedores imponen tasas de interés excesivamente altas. El Club de París a menudo impone una tasa de interés del 9% mientras se renegocian las cosas. Con tasas de interés del 9%, tu deuda se duplica cada ocho años. Y hay toda una teoría que explica que si cobras altas tasas de interés, terminarás con una alta probabilidad de incumplimiento. Pero si cobras tasas de interés bajas, tienes una baja probabilidad de incumplimiento.

Joseph Stiglitz, Nobel de Econom��a

¿QUIÉN ES JOSEPH STIGLITZ?

Joseph E. Stiglitz es un reputado economista, ganador del Premio Nobel de Economía (2001). se licenció en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en 1967 y consiguió su cátedra en Yale en 1970, Ha dictado clases en Princeton, Stanford o el propio MIT y fue Fellow de la Oxford Business School. Actualmente, es profesor de Economía y Finanzas en la Universidad de Columbia, en Nueva York.

Fue miembro del Consejo de Asesores Económicos del presidente Clinton y Chairman de la CEA entre los 1993 y 1995. Asimismo, fue vicepresidente del Banco Mundial desde 1997 hasta 2000, donde comprobó “de primera mano el efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países en desarrollo, y especialmente sobre los pobres de esos países”.

Joseph Stiglitz es uno de los responsables de las reglas que rigen la economía de hoy en día y precursor de lo que conocemos como Economía de la Información, elaborando estudios continuamente acerca de fallos en los mercados originados por las asimetrías de la información, ha conseguido guiar las políticas de intervención de los principales países desarrollados.

Su libro, El Malestar en la Globalización (Ed. Taurus), ha sido traducido a más de 20 idiomas convirtiéndose en un bestseller allí donde es publicado.

El PIB no evalúa el progreso económico y social: Joseph Stiglitz, Nobel de Economía

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