La Fortaleza de las Organizaciones

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Por: Mario Rendón Monforte

 

El éxito no se logra sólo con cualidades especiales. Es sobre todo

un trabajo de constancia, de método y de organización.

J. P. Sergent. Pintor francés.

 
En las discusiones entre sociólogos y antropólogos con relación al desarrollo del género humano, hay consenso en que un factor determinante para que esta especie no desapareciera dadas sus limitaciones ante un medio muy hostil, y probablemente más relevante que el lento proceso del intelecto, consistió en su capacidad de asociación, aún en esquemas demasiado primitivos.


La historia se ha encargado de ratificar esta tesis, y sobre la cual se han fundado toda una serie de ideologías, teorías, preceptos, e incluso marcos normativos tanto éticos como jurídicos que acotan la convivencia social, tanto en el ámbito de la célula básica de la familia, como en las complejas estructuras internacionales.


Dicho de otra manera, la historia del ser humano es la historia de lo colectivo, del clan, de la comunidad, de las sociedades, de los países, que en última instancia se podría afirmar que es la historia de la cultura.


Demostrado está que los esfuerzos individuales son por lo general de poco impacto, aislados, y baja productividad y eficiencia, a no ser que esas brillantes aportaciones personales, que sin duda las hay y en abundancia, puedan dar el salto, en el momento indicado, hacia esquemas de esfuerzos colectivos.


La crisis por la que atraviesa el mundo actual, que se traduce en conflictos específicos en lo económico, en lo político y en lo social, es precisamente la crisis de la civilización.


Entendiendo por crisis de la civilización la pérdida de principios y valores, individuales y sociales, la ruptura de la escala de estos valores y principios, el paulatino deterioro del humanismo, y el incremento de la desconfianza, la inseguridad, y la desilusión.


Tal vez se podría precisar que en medio de tantos avances científicos y tecnológicos, de una enorme avalancha de leyes, normas y decretos, y de amplias libertades, los hombres y mujeres de este tiempo están más aislados, más vulnerables, y más enfrentados. En una palabra, más solos.


Esta inercia nos ha llevado a incrementos reales de la violencia, de la pobreza, de la desigualdad de género, del deterioro ecológico, de la pérdida de oportunidades, de productividad y del empleo.


Revertir tendencias y paradigmas que devuelvan a cualquier grupo humano su capacidad transformadora, productiva y creativa, y recupere, a la par, para consigo mismo certeza y confianza, es una tarea imprescindible y urgente, so pena de agrandar la separación, y elevar la controversia entre las partes involucradas en el desarrollo de dicho grupo humano.
Bajo esta perspectiva, el rumbo estratégico consiste, por principio de cuentas, en una refundación, por decirlo de alguna manera, de las organizaciones torales de una colectividad.


Esta reconstrucción, debe incluir una exhaustiva revisión de los alcances, objetivos, facultades y soportes, de sus documentos que le dan origen, con el objetivo, entre otros, de identificar si son congruentes con la realidad actual en la que pretender incidir.


No menos importante es la valoración de sus integrantes, ya sea que se trate de personas físicas o morales, no sólo en cuanto al conocimiento de la materia en la que se desenvuelven, sino de manera particular en su legitimidad ética, reconocimiento social, y compromiso con la misión y visión del organismo al cual pertenecen.


Un tercer elemento, que muchas veces es la causa de que el organismo pierda la posibilidad de logro y trascendencia, es la obsolescencia, inconsistencia y/o ausencia de programas y proyectos, toda vez que su concreción tiene que ver con el logro directo, claro y tangible de metas y objetivos.


Todo lo anterior, tiene validez y aplicación en organizaciones gubernamentales, empresariales, sociales, políticas y económicas, sin importar su tamaño o área de influencia. De lo que se trata es de una renovación de las fortalezas colectivas de un conjunto humano, siendo la más trascendente, las organizaciones que la conforman.


No en balde, un principio fundamental que consagran las obligaciones y derechos de los ciudadanos es precisamente el respeto y apego al estado de derecho. Ir en sentido opuesto, si bien no es la anarquía absoluta, es en la práctica una anarquía funcional que conduce a la desintegración del tejido social, ante lo cual no hay ganador, porque al final del día todos pierden.

La Fortaleza de las Organizaciones