La práctica del poder público

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A pesar del espíritu del principio constitucional sobre que el Poder Supremo del Estado se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, no hay duda de que a lo largo de la historia moderna del país, ha existido la preeminencia del poder ejecutivo en los tres órdenes de gobierno.

PODER PUBLICO. Sin demeritar la importancia del Poder Legislativo y del Poder Judicial, una de las razones que favorecen un mayor peso específico del Poder Ejecutivo radica en la encomienda que éste tiene de conducir, orientar y promover el desarrollo integral de la nación.

Dicho de otra manera, en el poder ejecutivo descansa la facultad de operar y administrar los asuntos públicos que tienen que ver con la satisfacción de los anhelos y el bienestar de la sociedad. Es en ese ámbito del poder ejecutivo en donde se articula y concretiza el modelo de Estado y Municipio que quieren los ciudadanos y la población en su conjunto.

En este contexto, y toda vez que en Quintana Roo se concluyó el proceso electoral con la entrega formal de las constancias de mayoría que declaran a uno de los candidatos contendientes, gobernador o presidente municipal electo, según corresponda, estas autoridades electas se avocaron, con mayor profundidad y precisión, a la construcción del modelo de desarrollo, que se bosquejó en sus propuestas durante la campaña por el voto ciudadano, tomando en cuenta aquellas que, a través de determinados mecanismos, expusieron los diferentes sectores de la sociedad.

En consecuencia, el gobernador electo y los presidentes municipales electos, se debían concentrar en dos tareas, de máxima prioridad y trascendencia. Por un lado, la elaboración del Plan Estatal o Municipal de Desarrollo, según corresponda, que es precisamente el documento rector que funda y motiva el desarrollo de la entidad en el futuro inmediato.

En esta tarea, se debía enfrentar, como para templar el carácter, a tres enormes tentaciones, cuya práctica ha causado mucho daño en el continuo de la sociedad. En primer lugar, dimensionar solamente el periodo de su gestión de gobierno, dejando de lado la necesaria visión de futuro y trascendencia que toda acción pública debe considerar, con el gastado argumento, muchas veces inconsciente, de que lo importante para un político es lo que logra sembrar y cosechar en su periodo, y que el que viene detrás se las arregle si algo no sale bien.

PODER PUBLICO. La historia demuestra que el mayor capital político de un gobernante, se encuentra precisamente en no someter el desarrollo a su mera gestión.

La segunda gran tentación tiene que ver con la creencia de que es un error reconocer e impulsar lo que el anterior hizo bien, más aún, pareciera que hay un afán por sepultar al gobierno saliente, y como el ave fénix, construir de cero un nuevo proyecto. Nada más equivocado y de un costo enorme.

La tercera gran tentación, y cuyo origen bien pudo ser el exacerbado paternalismo institucional que combinado con la cómoda apatía social de que es el gobierno quien debe hacerlo todo, generó un paradigma que ha costado mucho trabajo erradicar, y que consiste en suponer que a la sociedad hay que darle todo cocinado y decidido, toda vez que es incapaz de aportar con sustento y seriedad propuestas e iniciativas viables, porque no entiende de políticas públicas, y siempre tiene oscuros intereses bajo la mesa.

Al político que piensa así, se le olvida que el tamaño de la democracia y de la legitimidad del poder público, tiene su plena vigencia en la decidida voluntad política de estimular y promover la participación ciudadana en todas las etapas de las decisiones públicas.

En este contexto, el reto está en superar la aparente apertura a la participación de la sociedad, toda vez que es frecuente que las instancias, los mecanismos y procedimientos sean un obstáculo más que facilitadores de la concurrencia ciudadana. Al final del camino, es muy fácil justificar con estos atavismos, el obligado requerimiento de la consulta pública, basta con decir desde el lado institucional, la puerta siempre ha estado abierta, si no participa la sociedad es porque no quiere. Nada más alejado de la realidad.

La segunda gran tarea, y que en buena medida se inserta en esa burbuja mítica y oscura que se ha construido en torno a los gobernantes, denominada como la gran soledad del poder, consiste en la selección del equipo de trabajo. A medida que se acerca la toma de posesión, el ambiente político se enrarece, y se nota la ansiedad y desesperación de aquellos que esperan ser llamados.

Sin duda, la integración del gabinete estatal y municipal, es complejo por todas las aristas que tiene una decisión tan fundamental. Las evidencias respecto a nombramientos como pago de favores, de compromisos, de amiguismos, son difíciles de ocultar, y a la postre, el desencanto de la sociedad no se hace esperar. La administración pública no puede ser una escuela, ni un experimento haber si pega, y mucho menos la oportunidad para servirse con la cuchara grande.

PODER PUBLICO. El reto de la autoridad electa radica en que su decisión para cada puesto de su gabinete, estará, con toda certeza, bajo la lupa de la sociedad. Ciertamente, siempre existirán aquellos que nadie les gusta con excepción de ellos mismos. A partir de una lectura rápida, lo que la sociedad espera de un gabinete es honestidad, conocimiento de causa, sensibilidad política, capacidad para construir grupos eficaces y eficientes de trabajo, asumir un liderazgo firme y propositivo, y una enorme disposición para escuchar, convocar y servir a la sociedad.

Algunos podrán considerar que son unos requisitos muy exigentes. La verdad es que es lo mínimo que se debe pedir a quienes por mandato de la sociedad, les ha sido depositada la confianza ciudadana. Los grandes retos actuales para quienes tienen una función de conducción y liderazgo, pública o privada, de los asuntos inherentes al desarrollo integral del Estado y de los municipios, deben someter al crisol de la razón y la prudencia todas y cada una de sus decisiones, en virtud de la trascendencia que éstas representan.

Afortunadamente para Quintana Roo, el pasado sui generis proceso electoral, brindó la gran oportunidad de tener tiempo suficiente para madurar, construir, y pensar y repensar cada decisión, a fin de que el inicio de cada gestión gubernamental sea contundente y sólido.

*Mario Rendón Monforte. Presidente del Consejo Consultivo de NAFINSA en Quintana Roo. Ex Presidente del Consejo Coordinador Empresarial de Quintana Roo con sede en Othón P. Blanco, Chetumal. Director Gral. de Cuauhtémoc Moctezuma de Chetumal.

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